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Y el capital riesgo le dio la puntilla: Altadis, descanse ‘preliminarmente’ en paz
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Alberto Artero

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Y el capital riesgo le dio la puntilla: Altadis, descanse ‘preliminarmente’ en paz

Triste destino el de aquél que sabe que sólo tiene dos elecciones en la vida: morir o matar y que cualquiera de las que elija supondrá

Triste destino el de aquél que sabe que sólo tiene dos elecciones en la vida: morir o matar y que cualquiera de las que elija supondrá su propio fin. Cruel dilema, siniestra decisión. Y más cuando resulta inevitable, improrrogable, inmediata. ¿El actor? Altadis. ¿La escena? Presentación a analistas del pasado mes de octubre, plan estratégico mediante. Entonces ya se vio claro. Sólo dos alternativas: comprar o ser comprado. Si decidía acometer la adquisición de otra compañía, los múltiplos exigidos supondrían destruir valor para sus accionistas. Si no implantaba cuanto antes un programa de acciones que inflara el precio de su acción y alejara a los depredadores, acabaría en manos de un tercero. Consolidación o puesta en valor, he aquí la cuestión. A Antonio Vázquez y al resto de su equipo gestor le han faltado agallas para lo primero y tiempo para lo segundo y cuando ha querido reaccionar ya era demasiado tarde. Veremos que ocurre con ellos. Descansen preliminarmente en Paz, expresión tan de moda en nuestros días.

Y es que con independencia de lo que ocurra finalmente con la tabaquera española, no se trata sino de un capítulo más del apasionante debate que preside el mundo financiero y empresarial en los últimos meses. La violenta irrupción del capital riesgo y la defensa que, frente al mismo, tienen que realizar muchas compañías han obligado a los gestores a traer la creación de valor, concepto estratégico que supone la toma de decisiones a largo plazo, al plano de lo inmediato. No hay tiempo para que aquellos proyectos que responden a la definición clásica de inversión, sacrificio hoy a cambio de mayor retorno mañana, tengan cabida en el día a día de la administración de la compañía. Lo que importa es el aquí y el ahora, que para que lo hagan otros, mejor como Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como. El problema es que no siempre resulta tan fácil de ejecutar.

En efecto: los directivos de las empresas se encuentran en muchas ocasiones en un callejón sin salida. Pongamos el caso de la propia Altadis. Negocio maduro. Posición de oligopolio de facto. Con fuertes barreras de entrada. Marcas consolidadas. Flujos de caja recurrentes y estables. Rentabilidad de los mismos superior al coste medio ponderado de capital. Activos fácilmente segregables y rápidamente monetizables (como Logista y la participación de esta en Iberia). Una estructura productiva en la que gran parte de la racionalización ya se ha llevado a cabo. Y dos divisiones principales (cigarrillos y puros) complementarios al negocio de otras operadoras principales. Blanco y en botella para el capital riesgo. Frente a esta amenaza, ¿qué hacer?

Complicado. Porque el capital riesgo cuenta con dos ventajas adicionales. Primera: mientras un gestor tradicional basa su actividad en el principio de continuidad de la empresa, el private equity sólo adquiere una compañía si tiene clara la venta o, en el peor de los casos, la recuperación de la inversión en el menor plazo posible. Los elevados costes financieros que asume en sus adquisiciones, la necesidad de dar rentabilidad a los inversores captados y, sobre todo, su forma de ser remunerado en función de las TIRs logradas en sus operaciones, mayores cuanto menores sean los plazos de ejecución, presionan para que así sea. Y resulta muy distinto gestionar para vender que para perpetuar. Obvio.

Segunda: cuando un gestor decide monetizar parte de sus activos o llevar a cabo operaciones de balance propias del capital riesgo se encuentra con un doble hándicap. En primer lugar debe dar salida al dinero obtenido porque si hay algo que ningún accionista comparte es el exceso de caja en la tesorería de la empresa. ¿Remunerar al accionista o reforzar el negocio tradicional vía inversión interna o externa? Otra vez el mismo debate. En segundo término, el gestor es muchas veces consciente de que una decisión de ese tipo supone quemar naves de cara a una operación hostil futura, algo que en la que han demostrado ser maestros los administradores de Endesa y que Vázquez and team intentaron aplicar en Altadis tarde y parece que mal. El capital riesgo no sufre de esos dilemas intelectuales. Pájaro que vuela, a la cazuela. Y a por la siguiente.

El capital riesgo está introduciendo en el mundo financiero un modelo de regir las compañías en el que prima más el comportamiento de la acción a corto plazo, mecanismo de defensa ante posibles operaciones corporativas, que la creación de valor a largo. En muchas ocasiones esto no es sino pan para hoy y hambre para mañana. Pero, ¿a quien le importa? A los accionistas de las compañías afectadas desde luego más bien poco o nada. Que les quiten lo bailao. Buena semana a todos.

Triste destino el de aquél que sabe que sólo tiene dos elecciones en la vida: morir o matar y que cualquiera de las que elija supondrá su propio fin. Cruel dilema, siniestra decisión. Y más cuando resulta inevitable, improrrogable, inmediata. ¿El actor? Altadis. ¿La escena? Presentación a analistas del pasado mes de octubre, plan estratégico mediante. Entonces ya se vio claro. Sólo dos alternativas: comprar o ser comprado. Si decidía acometer la adquisición de otra compañía, los múltiplos exigidos supondrían destruir valor para sus accionistas. Si no implantaba cuanto antes un programa de acciones que inflara el precio de su acción y alejara a los depredadores, acabaría en manos de un tercero. Consolidación o puesta en valor, he aquí la cuestión. A Antonio Vázquez y al resto de su equipo gestor le han faltado agallas para lo primero y tiempo para lo segundo y cuando ha querido reaccionar ya era demasiado tarde. Veremos que ocurre con ellos. Descansen preliminarmente en Paz, expresión tan de moda en nuestros días.

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