Es noticia
De los achaques del Tito Botín a la verdadera explicación de la venta de activos del Santander
  1. Mercados
  2. Valor Añadido
Alberto Artero

Valor Añadido

Por

De los achaques del Tito Botín a la verdadera explicación de la venta de activos del Santander

Poca memoria tiene Juan Carlos Rodríguez Ibarra. De hecho, parece que su capacidad de recuerdo es inversamente proporcional a la verborrea que despliega. Una locuacidad que

Poca memoria tiene Juan Carlos Rodríguez Ibarra. De hecho, parece que su capacidad de recuerdo es inversamente proporcional a la verborrea que despliega. Una locuacidad que está, en muchos casos, no hay por qué negarlo, plagada de verdades como puños, soplo de aire fresco en este Guantánamo intelectual en que se han convertido los partidos políticos en España, Abu Ghraib del discrepante. Las cargas contra el Tito Botín en su despedida como Presidente del PSOE extremeño parecen olvidar que fue el banquero, en su reciente Junta General de Accionistas, quien definió como "fiebre infantil" la situación económica en nuestro país. Una boutade que no tardará en probarse no sólo imprudente sino fundamentalmente errónea. A un mal diagnóstico, nunca sigue un buen tratamiento. Claro que, en beneficio de sus accionistas, a don Emilio no le queda más remedio que nadar y guardar la ropa, aunque por el camino pueda, de vez en cuando, quedarse con las posaderas al albur del aire serrano de Boadilla del Monte.

El beneficio de sus accionistas, que no deja de ser su propio beneficio. Interesante. Botín trabaja, fundamentalmente, para él. Y lo demás le importa un bledo. Si para justificar que el Santander ha salido indemne de la crisis subprime hay que hacer un discurso en un inglés absolutamente macarrónico, en la entrega de los premios Euromoney, pues se hace. No se pierdan el video que se queda sólo en audio a partir de la mitad. Impagable. Desde luego, mejor el Valor de las Ideas que el de las palabras, si nos atenemos a la dicción y a la pronunciación del presidente. My tailor is rich. Es más fácil, para la imagen de la entidad, decir que no se ha entrado en ese tipo de productos porque no se entienden, o porque se conoce mejor que nadie a los clientes, que reconocer que gran parte de la bonanza actual es la consecuencia de un fracaso previo. Eso sí, que todos traigan las mismas consecuencias, ¿dónde hay que firmar?. La muerte del sueño de Ana Patricia Botín de construir un gran banco de inversión a nivel global. Si no, otro gallo cantaría. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, menos don Emilio. Niña, tú a aprender en Banesto los fundamentos de la parte del negocio que conocemos y se nos da bien. Y los demás a hacer un banco global pero adecuado a la especificidad regional.

La especificidad regional. Bien. Ahí se encuentra la clave de los últimos movimientos que está llevando a cabo el banco con sede en el Paseo Pereda de Santander. Si uno mira la presentación de la compra de Alliance & Leicester, -esa especie de subasta a la baja de lonja de pescao en la que el adquirente ha sabido esperar, para poner su precio, a que se autodescartaran sus potenciales competidores, después de los fiascos de Northern Rock y Bradford & Bingley, y que se vende… como un favor (vean, si no, la página 7 de esta presentación)- una de las conclusiones a las que llega la entidad es que la operación, -apenas un 3% de su capitalización bursátil que, no obstante, supone un incremento notable de su perfil de riesgo (concentración en mercados en crisis con un alto componente hipotecario, 75% del total de activos y 54% de las hipotecas en España y Reino Unido)-, “se ajusta al proceso de verticalización en la que está inmersa la firma”. ¿Cómo se come esto? Pues de un modo muy sencillo. Se apuesta por los países, no por los negocios. Algo lógico si nos ponemos en la piel de quienes van a sufrir un mayor proceso de regulación y supervisión bancaria como consecuencia de la crisis de confianza que afecta al sistema financiero a nivel mundial.

No es por tanto válido el argumento de la liquidez. Santander se encuentra bien capitalizado, es solvente, y supo vender en su día los activos necesarios para asegurarse un colchón con el que hacer frente al incierto panorama actual. Ni siquiera necesita el dinero, a priori, para unas compras cuya primera materialización ha sido en forma de una sorprendente (por ineficiente financieramente) entrega de papelitos, salvo que, como parece, tan sólo sea el comienzo de un proceso de consolidación. Prepárense. Podría ser más preocupante la búsqueda de una cierta protección frente a un incremento de la morosidad más que notable en los últimos meses. Pero no lo creo. Los procesos de venta, tanto de la filial de fondos como la de seguros, responden, precisamente, a la apuesta país desarrollada por el Santander que supone una vuelta atrás desde el formato propio de la banca de inversión de matriz de doble entrada, mercado/producto, al aumento de la venta cruzada y de la porción de la cartera del cliente desde la arquitectura abierta que permite un modelo puro de distribución. No tiene sentido mantener centros de producción cuando la costosa adecuación del producto terminado al cliente final elimina las sinergias que, de partida, de los mismos se podían derivar.

Ambas divisiones, seguros y fondos, son centros de costes cuya contribución al agregado global del grupo no deja de ser marginal y que, por el contrario, pertenecen a sectores sujetos a una teórica estricta supervisión en los países en los que están presentes. A ello se une la problemática individual que afecta a ambos negocios. La gestión de fondos (más allá de la competencia de los depósitos que, -y esta es una verdad del barquero que nadie se atreve a vocear-, si la gestión fuera o hubiera sido buena, no debería haber provocado la sangría de flujos tan brutal que ha vivido la industria en los últimos meses, causada por el hastío en un porcentaje significativo) tiene una parte orgánica, de revalorización o depreciación de los activos gestionados, que puede aportar más volatilidad de la conveniente a su cuenta de resultados. Un esquema de comisiones por comercialización no resulta indemne pero evita el efecto coste que la gestión propia conlleva. El impacto en términos de Retorno sobre Recursos Propios o ROE es innegable. Y las mejoras de ROE se cotizan caras en estos días. Lo mismo que ocurre sobre el ratio de eficiencia que, cuando tiemblan los ingresos, sólo se puede mejorar desde los costes. Por lo que respecta a los seguros ocurre otro tanto de lo mismo. Aunque la cartera del Santander es fundamentalmente de vida, menos dañada por la situación sectorial que los seguros generales debido, entre otras cosas, al anacronismo de las tablas actuariales que en el mismo se aplican, sin embargo, la problemática que plantea el manejo de una serie de activos que han de garantizar unos mínimos teóricos revierte de nuevo en la problemática de su gestión. Mejor que sea otro el que se coma el marrón de los productos que yo coloco a cambio de una comisión. Si no puedo ser el mejor, abro el camino para ofrecer lo mejor de los mejores y me quito dos muertos de encima.

Botín, es cierto, sufre achaques dialécticos, tanto en castellano como en inglés. Sin embargo no hay que negarle su visión estratégica que está provocando que, lo que era un pequeño banco de provincias, se haya convertido en objeto de simultánea admiración y preocupación por parte de unos competidores que ven cómo, sin desmayo, sube peldaños en el escalafón del valor atribuido por el mercado a nivel mundial. El Santander tiene claro el modelo y va a su materialización, lo cual es mucho decir en un universo bancario donde, los que no están Esperando al Godot de las siguientes pérdidas y ajustes a la baja en el valor de sus activos, -no sé cuándo llegarán pero seguro que llegan lo que me impide moverme-, se encuentran en la más hamletiana de las dudas existenciales acerca de por dónde debe discurrir su futuro inmediato de la mano de sus nuevos responsables. Servidor escribió en su día, en uno de sus primeros Valores Añadidos –cómo hemos cambiado- que Tito Botín era un crack. A mi juicio, discutible como siempre, lo sigue siendo. Buena semana a todos.

Poca memoria tiene Juan Carlos Rodríguez Ibarra. De hecho, parece que su capacidad de recuerdo es inversamente proporcional a la verborrea que despliega. Una locuacidad que está, en muchos casos, no hay por qué negarlo, plagada de verdades como puños, soplo de aire fresco en este Guantánamo intelectual en que se han convertido los partidos políticos en España, Abu Ghraib del discrepante. Las cargas contra el Tito Botín en su despedida como Presidente del PSOE extremeño parecen olvidar que fue el banquero, en su reciente Junta General de Accionistas, quien definió como "fiebre infantil" la situación económica en nuestro país. Una boutade que no tardará en probarse no sólo imprudente sino fundamentalmente errónea. A un mal diagnóstico, nunca sigue un buen tratamiento. Claro que, en beneficio de sus accionistas, a don Emilio no le queda más remedio que nadar y guardar la ropa, aunque por el camino pueda, de vez en cuando, quedarse con las posaderas al albur del aire serrano de Boadilla del Monte.

Emilio Botín