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Cinco ideas para combatir la desmotivación
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Alberto Artero

Valor Añadido

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Cinco ideas para combatir la desmotivación

Siempre he pensado que la finalidad última de este Valor Añadido es triple. Por una parte, aportar a los lectores espíritu crítico sobre la realidad económica,

Siempre he pensado que la finalidad última de este Valor Añadido es triple. Por una parte, aportar a los lectores espíritu crítico sobre la realidad económica, financiera y de mercados, yendo más allá de los convencionalismos habituales de los medios tradicionales; en segundo término, contribuir siquiera modestamente a su formación financiera, dentro de mis limitadas posibilidades intelectuales y expositivas; tercero y último, ayudarles a la toma de decisiones, fomentando el debate sano y la beligerancia intelectual, con las armas de las ideas y el sentido común. Sin embargo, hay ocasiones en las que encuentro una perla intelectual que se escapa del ámbito tradicional de esta columna y que, por haber sido de utilidad para McCoy, creo que puede ser igualmente válida para sus sufridos lectores. Es el caso que hoy nos ocupa.

Así es. Les traigo a colación un artículo de Berto Pena, emprendedor tecnológico, que versa sobre la motivación o, mejor dicho, sobre la desmotivación laboral y su forma de combatirla. A la tradicional pereza que inevitablemente acompaña la vuelta a la rutina post vacacional, se añade este año la incertidumbre y la impotencia que se deriva de la situación económica por la que transitan la mayor parte de las economías del mundo. De ahí que creo que la sencillez de estas cinco recomendaciones puede servirles realmente de ayuda. Con ellas les dejo.

UNO. Recuerda el por qué.

Siempre he pensado que la finalidad última de este Valor Añadido es triple. Por una parte, aportar a los lectores espíritu crítico sobre la realidad económica, financiera y de mercados, yendo más allá de los convencionalismos habituales de los medios tradicionales; en segundo término, contribuir siquiera modestamente a su formación financiera, dentro de mis limitadas posibilidades intelectuales y expositivas; tercero y último, ayudarles a la toma de decisiones, fomentando el debate sano y la beligerancia intelectual, con las armas de las ideas y el sentido común. Sin embargo, hay ocasiones en las que encuentro una perla intelectual que se escapa del ámbito tradicional de esta columna y que, por haber sido de utilidad para McCoy, creo que puede ser igualmente válida para sus sufridos lectores. Es el caso que hoy nos ocupa.

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