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El oro ha hablado, ¿querrá alguien escucharle?
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Alberto Artero

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El oro ha hablado, ¿querrá alguien escucharle?

Muchos titulares en el día de ayer en relación con el oro. El hecho de que haya superado la barrera de los 1.000 dólares en términos

Muchos titulares en el día de ayer en relación con el oro. El hecho de que haya superado la barrera de los 1.000 dólares en términos nominales, cerca del máximo histórico de 1.014 que alcanzó tras la caída de Bear Stearns, ha generado entre la comunidad inversora no poco desconcierto. De hecho, nos encontramos ante lo que Greenspan definiría como un conundrum, una anomalía que se derivaría en el hecho de que la teórica mayor apetencia por el riesgo que hay implícito en el aumento del valor de las acciones y de las materias primas, viene acompañada simultáneamente de un deseo de permanecer invertido en aquellos activos refugio como el oro y la renta fija soberana,  igualmente sobrecomprados por los inversores. Y por si todo esto fuera poco, la debilidad reciente del dólar y la resistencia de la volatilidad financiera a caer pese a las subidas -¿inversores recomprando opciones vendidas?- no hacen sino añadir confusión a lo confuso, planteando un panorama donde resulta difícil extraer conclusiones ciertas.

Si aceptamos como válida la tesis de que la fortaleza de los bonos se deriva de fenómenos monetarios tanto públicos como privados, recompra de valores como consecuencia de los programas de quantitive easing y colocación por parte de las entidades bancarias de la financiación regalada que les ofrecen los bancos centrales en renta fija con riesgo nación, quedaría únicamente el metal dorado como factor de distorsión en todo el galimatías que hay montado ahí fuera. Pues bien, tradicionalmente el oro se ha utilizado  con tres finalidades principales, fuera de su uso tradicional en joyería que está de capa caída como consecuencia de la menor demanda india: como valor refugio, como protección ante fenómenos inflacionarios y como cobertura frente a la debilidad del dólar. Cuestiones de oferta aparte (producción limitada y menores ventas de los Tesoros Públicos), de estos tres argumentos, sólo el tercero tendría una correlación inmediata con lo que está ocurriendo con el metal, tema sobre el que volveremos más adelante. ¿Qué ocurre con los otros dos? (Inciso, todo esto no son más que conjeturas. No dejen de leer este informe de marzo de Gerard Minack de Morgan Stanley, divertida aproximación a las difíciles dinámicas del oro).

Aunque los distintos analistas se empeñen en considerar las dos posibles causas adicionales como antitéticas, colapso económico o hiperinflación, no tienen por qué ser necesariamente así. Pocos parecen acordarse ahora de que al inicio de la crisis se hablaba constantemente de la estanflación como un fenómeno perverso para la economía, en el que la ausencia de crecimiento va acompañada de series positivas en los precios que, si bien ayudan a minorar el valor nominal de las deudas, afectan al poder adquisitivo de los ciudadanos. Pues bien, tal inflación no ha de responder necesariamente a un proceso de demanda física (mayor consumo o inversión), que parece ser la línea que maneja el pensamiento único a día de hoy, sino que se puede derivar adicionalmente bien de un proceso financiero (como consecuencia del exceso de oferta monetaria cuyo mecanismo de funcionamiento explica este interesante post sobre lo ocurrido en Zimbabwe, FT Alphaville, A Zimbabwe rally effect?), bien de ausencia de oferta física en las commodities (en el supuesto, por ejemplo, de que se hubiera alcanzado el peak oil y hubiera un aprovisionamiento de carburantes inevitable a precios más elevados). La posibilidad de una estanflación es, por supuesto, el peor mensaje que nos podría dar el oro a día de hoy. Esperemos que no sea la interpretación correcta.

Otra posibilidad, muy aireada en el mundo anglosajón estos días pero que apenas ha encontrado reflejo en la prensa nacional, es que la apreciación del oro esté vinculada al relegamiento del dólar como moneda internacional de reserva, un movimiento que perseguiría encontrar una divisa complementaria a la norteamericana, que no sustitutiva, y que estaría impulsado fundamentalmente por los países emergentes y, en concreto, por esos Brasil, Rusia, India y China que Goldman Sachs bautizara como BRICs. Lo que parecía ser una anécdota hace tan sólo unos meses ha ido ganando cuerpo con el paso de los días de modo tal que hasta la propia Naciones Unidas (FT Alphaville, UN weighs in on the dollar-reserve debate) ha considerado el nacimiento de una alternativa monetaria como inevitable de cara a reforzar la seguridad y la estabilidad del sistema de intercambios a nivel global. ¿Qué tiene esto que ver con el oro? Obviamente la consideración fiduciaria del dinero hace que, si no se tiene una referencia específica como ahora pueden ser los Estados Unidos, algunos países traten de cubrir su riesgo monetario con activos teóricamente fungibles o intercambiables como las materias primas y, dentro de ellas, con el metal dorado (lectura imprescindible sobre el particular también del FT Alphaville, The reminbi black-swan). Las implicaciones que se derivan de una iniciativa de este tipo son brutales y más con el actual balance que presenta el equipo de Obama y sus necesidades de financiación. Presión sobre el dólar, subida del oro.

Por tanto, cualquiera de los dos potenciales escenarios de fondo que se pueden intuir a día de hoy en el movimiento del oro, dejando a un lado los fenómenos especulativos que se mueven por inercias propias, no auguran nada bueno para el futuro inmediato. Sé que alguno me tachará de cenizo pero siempre he pensado que el fin último de este Valor Añadido no es que mis lectores ganen dinero sino que no lo pierdan. ¿Sigue siendo el oro, aún a estos precios, una oportunidad de inversión? Bueno, técnicamente ha roto, el periodo septiembre-diciembre es históricamente propenso a ofrecer buenas rentabilidades a los inversores en este metal y el límite es el cielo, especialmente si nos atenemos a lo que ocurrió a principios de los ochenta cuando se produjo un movimiento de similares incertidumbres y características al actual. ¿Saben cuál es el valor ajustado por inflación de los 850 dólares que alcanzara entonces? 2.185 aproximadamente (CNN Money, Gold rushes above $1.000 mark), más del doble de por donde transita en la actualidad ¿Caro o barato?, ¿se puede aplicar tal concepto a un bien que carece de valor añadido?, ¿mejor mirar la plata cuyo ratio contra el oro está en mínimos casi históricos según Breaking Views (Martin Hutchinson, Universal Hedge)? Ustedes mismos.

Muchos titulares en el día de ayer en relación con el oro. El hecho de que haya superado la barrera de los 1.000 dólares en términos nominales, cerca del máximo histórico de 1.014 que alcanzó tras la caída de Bear Stearns, ha generado entre la comunidad inversora no poco desconcierto. De hecho, nos encontramos ante lo que Greenspan definiría como un conundrum, una anomalía que se derivaría en el hecho de que la teórica mayor apetencia por el riesgo que hay implícito en el aumento del valor de las acciones y de las materias primas, viene acompañada simultáneamente de un deseo de permanecer invertido en aquellos activos refugio como el oro y la renta fija soberana,  igualmente sobrecomprados por los inversores. Y por si todo esto fuera poco, la debilidad reciente del dólar y la resistencia de la volatilidad financiera a caer pese a las subidas -¿inversores recomprando opciones vendidas?- no hacen sino añadir confusión a lo confuso, planteando un panorama donde resulta difícil extraer conclusiones ciertas.