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Oh cielos, en la España actual, los niños nacen con 87.000 euros de deuda debajo del brazo
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Alberto Artero

Valor Añadido

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Oh cielos, en la España actual, los niños nacen con 87.000 euros de deuda debajo del brazo

Como bien saben los sufridos seguidores de Valor Añadido, McCoy sufre de ciclotimia intelectual. Cuando un tema se le mete entre ceja y ceja se convierte

Como bien saben los sufridos seguidores de Valor Añadido, McCoy sufre de ciclotimia intelectual. Cuando un tema se le mete entre ceja y ceja se convierte en casi obsesivo y deja poco espacio para notros contenidos editoriales. Le suele ocurrir con aquellos elementos de la realidad política, social, económica y financiera que, a su juicio, no son valorados en su justa medida por el conjunto de los analistas y por la sociedad. Sólo en el momento en el que el pensamiento colectivo toma conciencia de la dimensión de la cuestión, en ocasiones con notable estrépito fruto del retraso, se aleja de él en busca de otros caladeros por descubrir. Es lo que le está ocurriendo en fechas recientes con el apalancamiento, esto es: con la deuda que pesa sobre el sistema y que hay que repagar. Su ignorancia popular le tiene comida la moral.

Se trata de un fenómeno que actúa de modo desigual sobre los dos principales elementos de la economía, la financiera y la real. En relación con la primera, el impacto es positivo. De hecho la masiva sustitución de crédito privado por público es lo que está fomentando la ilusoria recuperación de los mercados, con la misma escasa descorrelación con que lo hacía antes del estallido de la crisis. Una realidad que intuitivamente llevaría, a un gestor bien informado y en contra de la teoría tradicional, a favorecer el stock picking frente al asset allocation, las oportunidades individuales frente a los temas tendenciales que, hoy día, tienen más trampas que los concursos telefónicos de la tele.

Por lo que respecta a la actividad productiva y de servicios el efecto es exactamente el contrario: la obligación de pagar lo adeudado en un entorno de incertidumbre como el actual provoca que se paralice el consumo, se frenen los proyectos de inversión, se dependa de unas prestaciones públicas que disparan las tasas de ahorro y se corrijan los desequilibrios exteriores por el lado de las importaciones, ajuste interno, y no de las exportaciones. Una vez más queda probado la desvinculación, al menos parcial, entre los dos aspectos principales de la realidad económica –financiero y real- y cómo la parte virtual tiene vida propia e independiente de la tangible, a la que supera con creces en tamaño. Insisto, desconfíen de los mensajes sesgados de aquellos que están luchando por su propia supervivencia: estrategas, analistas, gestores. Salgan a la calle, pregunten en otros lares y vean lo que hay. Pedazo de timo de la estampita financiera que estamos viviendo.

Situación actual de la deuda per cápita en España.

¿Cuál es la situación actual en relación con el desapalancamiento? Me hace llegar un lector un par de cuadros que son absolutamente reveladores de la carga financiera que pesa sobre cada uno de los ciudadanos de las principales economías del Planeta, resultado de dividir su deuda nacional total entre el número de habitantes que las pueblan (2009 Indebtedness Analysis by Country). La diferencia entre uno y otro anexo es que, en el superior, el autor recoge únicamente la deuda pública y privada ex bancaria a la hora de hacer sus cálculos. En el inferior, por el contrario, se añade lo adeudado por la banca, una cifra estimada toda vez que los procesos de titulización y off-balance hacen que el cómputo carezca de la exactitud necesaria. De hecho, me extraña la posición relativa de Reino Unido, a decir verdad. Sirvan, por tanto, como orientación y no como dogma de fe.

Si no fuera por el dramatismo que de los datos se desprende, el resultado es como esos chistes que hablan de una noticia buena y una mala. ¿La buena? En términos de deuda per cápita estamos en una posición similar al del resto de las economías occidentales más Japón. De hecho, hay naciones cuyos ciudadanos deben mucho más que nosotros, llegando en ocasiones, como en el caso irlandés, a doblar las cantidades españolas. Sin embargo, y llegamos a la parte mala, eso se debe no a la parte del numerador, nuestro endeudamiento respecto al PIB es de los más altos y eso que la importancia del peso del endeudamiento de la Administración es aún limitada (aunque, como nos recordaba ayer Roberto Centeno, crece aceleradamente y apunta hoy Jesús Sánchez Quiñones, de forma peligrosamente cortoplacista), sino al denominador: el elevado aumento de la población en los últimos años que uno, ha permitido crecimientos del PIB que no han ido acompañados de mejoras de la productividad; dos, ha provocado que la renta per cápita sea de las más bajas de la muestra pese a la mejora reciente; y tres, augura un ajuste interno brutal con importantes tasas de paro estructural y bolsas de economía sumergida de cierta importancia.

El resultado es que cada españolito que ve la tele, le guarde Dios, con independencia de su edad, sexo y condición, viva la Igualdad pregonada por Aído, debe 65.000 euros si se excluye la deuda bancaria del cómputo y 87.000 si esta última quedara incluida. Una familia estándar de matrimonio y dos hijos tendría una carga sobre sus maltrechas espaldas económicas entre  260.000 a 348.000 euros que esto sí es una hipoteca de por vida. La única forma de afrontar su pago es aumentando el PIB, reduciendo el crédito pendiente o mediante una nueva oleada de mano de obra. Dado que ni el primero ni la tercera tienen visos de materializarse a corto plazo, sólo nos queda repagar lo debido y encomendarnos a las cacareadas reformas estructurales. Cuanto antes tomemos conciencia, mejor. Tratar de contemplar el futuro sin una solución adecuada a LA cuestión es inútil. Claro que, cuando hemos convertido la inutilidad y la idiocia en un valor, ¿qué cabe esperar? Buena semana a todos.

Como bien saben los sufridos seguidores de Valor Añadido, McCoy sufre de ciclotimia intelectual. Cuando un tema se le mete entre ceja y ceja se convierte en casi obsesivo y deja poco espacio para notros contenidos editoriales. Le suele ocurrir con aquellos elementos de la realidad política, social, económica y financiera que, a su juicio, no son valorados en su justa medida por el conjunto de los analistas y por la sociedad. Sólo en el momento en el que el pensamiento colectivo toma conciencia de la dimensión de la cuestión, en ocasiones con notable estrépito fruto del retraso, se aleja de él en busca de otros caladeros por descubrir. Es lo que le está ocurriendo en fechas recientes con el apalancamiento, esto es: con la deuda que pesa sobre el sistema y que hay que repagar. Su ignorancia popular le tiene comida la moral.

Banco de España Deuda Renta per cápita