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Lecciones a aprender del caso Dubai
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Alberto Artero

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Lecciones a aprender del caso Dubai

Es interesante ver la cobertura mediática que se ha dado a los recientes sucesos de Dubai. Ante la amenaza por parte de la principal compañía estatal

Es interesante ver la cobertura mediática que se ha dado a los recientes sucesos de Dubai. Ante la amenaza por parte de la principal compañía estatal de demorar el pago de sus deudas nos hemos encontrado con dos tipos de enfoques: aquellos que han tratado de minimizar sus efectos circunscribiéndolos a un ámbito meramente local, por una parte, y los que piensan que es la excusa perfecta para ese colapso de los mercados financieros que antes o después se tiene que producir tras las verticales subidas recientes, por otra. Volvemos a caer, por tanto, en las reduccionistas interpretaciones de corto plazo que son, precisamente, las que llevan impidiendo desde el inicio de la crisis el establecimiento de medidas idóneas para su solución.

Desde mi modesto punto de vista, no es tan importante el conocer nominalmente las causas de la crisis o prever cuáles serán sus efectos sobre el orbe mundial antes de que termine el año. Sería convertir un acontecimiento tan revelador como éste en una nueva oportunidad perdida. Lo más relevante es, en mi opinión, tratar de determinar qué lecciones se pueden extraer de lo que ha ocurrido en aquella pequeña ciudad estado del Golfo Pérsico, de tal modo que nos ayude a saber dónde estamos y, sobre todo, permita a consumidores, empresas, estados e inversores a tomar las adecuadas decisiones.

A tal fin me parece imprescindible hacer una pequeña enumeración de esas que César Vidal comenzaría con su clásico “sin ánimo de ser exhaustivos”. El orden no implica necesariamente jerarquía.

1.     Las deudas hay que pagarlas. Parece mentira que más de dos años después del inicio de la crisis haya que escribir esto. Sorprende la complacencia con el que los analistas y estrategas contemplan el balance agregado de las economías. Por cada unidad de producto, muchos países soportan más de tres de endeudamiento. Una situación que no se ha corregido en los últimos 30 meses. Dubai no era un caso extremo -2,2 veces- y, sin embargo, la falta de ingresos y los excesos inversores han conducido al desastre temporal. Pura constatación de que lo importante no es el volumen de endeudamiento sino la capacidad de repago del mismo. Más nos valdría a todos tomar nota. El único que parece haberlo comprendido es el sector privado. A la fuerza, ahorcan. Ni consume, ni invierte si no es a precio de ganga. Con carácter general, banca y estados no se han dado cuenta todavía, limitándose a adoptar decisiones, si cabe, más preocupantes como sustituir financiación a largo por préstamos y emisiones a corto. De ahí que sea tan importante tener un ojo puesto en los CDS que llevan semanas advirtiendo de este peligro.

 

2.     Vigilar el deterioro de las garantías. Si las deudas son como ese cáncer que sólo desaparece con la quimio del pago de sus intereses y la radio del abono de su principal, salvo condonación parcial o total de los primeros o del segundo, el valor de las garantías sirven por defecto a los acreedores para medir la esperanza de vida del paciente. En Dubai los inmuebles en prenda de financiación ajena han perdido el 50% de su valor en apenas un año y ya ven. ¿Un caso excepcional? No tanto. Miren dónde estaba la bolsa en marzo y entenderán el por qué del interés colectivo en sacarla del hoyo sin apenas volumen. Fíjense en el Commercial Real Estate estadounidense, hoteles, centros comerciales y similares. Valen un 50% menos de dos años a esta parte y hay constituidas sobre la misma créditos por valor de 2,4 billones de dólares. Una financiación clásica por el 80% del total con minusvalías de la mitad de la garantía, lleva a un 30% de esa cuantía en riesgo. 720.000 millones a añadir a los 1,7 de quebrantos reconocidos hasta ahora por la banca a nivel mundial. Más del 40% de pérdidas potenciales adicionales.

3.     Importa más la demanda que la oferta. Que un lugar en mitad del desierto, con unas temperaturas que no resisten ni los lagartos y un ambiente insoportable más de la mitad del año, trate de convertirse en el centro de ocio fundamental de la región, por una parte, y en destino turístico privilegiado de los ricos de todo el mundo, por otro, no deja de ser una pretensión legítima pero irreal. Que, como consecuencia de esta locura, los sectores de construcción e inmobiliario pasen a suponer un 25% del total y se confunda producción con productividad (con el 80% de los trabajadores inmigrantes) empieza a sonar a disparate (y de eso sabemos mucho por estos lares). Si, además, los bancos se muestran dispuestos a financiar la fiesta, entramos en el campo de la irresponsabilidad. Los ciclos existen y es la ley de la oferta y, sobre todo, de la demanda, los que determinan su precio de equilibrio. Dubai muestra el camino.

4.     El dólar carece de alternativas. Obras son amores que no buenas razones. Recientemente los países del Golfo habían contemplado la posibilidad de crear una suerte de moneda única para sus transacciones interiores como un paso más en su proceso de desintoxicación del dólar. El efecto Dubai dejará tal iniciativa severamente tocada. Pero es que, además, si algo ha probado el movimiento de la divisa norteamericana a finales de la semana pasada es que, en caso de tempestad, mudar al billete verde. Sigue siendo el refugio, el baluarte sobre el que gira el dinero fiduciario a nivel mundial. Y no hay alternativa previsible a corto. Más aún cuando soporta no sólo el peso de su propia economía sino también de la china. Los apocalípticos, concentrados en este video, tendrán que esperar. Ni pierde de momento su condición ni el exceso de capacidad y apalancamiento amenazan con hiperinflación sino, más bien, todo lo contrario.

5.     El primo de Zumosol bastante tiene con lo suyo. Resulta curioso como cada economía en dificultades tiene, casi sin excepción, su propio primo de Zumosol en el que confiar si las cosas vienen mal dadas. En el caso de Dubai, todo apuntaba a una Abu Dhabi que parece que no está muy por la labor de acudir al rescate sin condiciones de su compañero en los EAU (¿para romper sus lazos con Irán?). Estados Unidos confía en la voluntad china de mantener en cartera sus activos financieros a la vez que recompone su demanda interna y trata de minorar su dependencia del mercado exterior. Los países de la zona euro tienen el ojo puesto en la fortaleza de una Alemania que tras el duro proceso de unificación sabe lo que es capear más de una década de dificultades. Cuidado, cuidado. En un entorno como el actual de crisis colectiva, cada uno en su casa y Dios en la de todos. Habrá que apretarse el cinturón sin esperar que venga nadie a aliviarnos la situación. Reino Unido ha sido el primero en comprenderlo… y sufrirlo.

6.     Filtrar los mensajes. Hace ahora apenas tres semanas el principal responsable político económico de Dubai no dudó en calificar de bocazas a aquellos que cuestionaban la solvencia del Emirato. Miren en lo que se ha convertido su mensaje tranquilizador. Es fundamental plantearse por tanto junto al qué dicen, la superficie, el por qué lo dicen, la carga de profundidad que hay detrás. La industria financiera lucha por su supervivencia, ¿cuál creen que será por defecto su mensaje? La FED ha comprado más del 50% de la deuda pública emitida en Estados Unidos este año y el 85% de la hipotecaria; es, por tanto, el mayor acreedor de aquel país, ¿qué sesgo piensan que tendrá sobre su realidad económica? Y así sucesivamente. Los mercados los mueven los qués. Las estrategias se han de construir sabiendo interpretar los por qués.

Es interesante ver la cobertura mediática que se ha dado a los recientes sucesos de Dubai. Ante la amenaza por parte de la principal compañía estatal de demorar el pago de sus deudas nos hemos encontrado con dos tipos de enfoques: aquellos que han tratado de minimizar sus efectos circunscribiéndolos a un ámbito meramente local, por una parte, y los que piensan que es la excusa perfecta para ese colapso de los mercados financieros que antes o después se tiene que producir tras las verticales subidas recientes, por otra. Volvemos a caer, por tanto, en las reduccionistas interpretaciones de corto plazo que son, precisamente, las que llevan impidiendo desde el inicio de la crisis el establecimiento de medidas idóneas para su solución.

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