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Algo muy gordo está pasando desapercibido
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Alberto Artero

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Algo muy gordo está pasando desapercibido

Una de las lecciones pendientes de aprender por gobernantes y gobernadores en lo que llevamos de crisis es que sus actuaciones tienen que ser cuanto más

Una de las lecciones pendientes de aprender por gobernantes y gobernadores en lo que llevamos de crisis es que sus actuaciones tienen que ser cuanto más higiénicas e inmediatas mejor. Los preanuncios no hacen sino generar mayor incertidumbre, factor que como es sabido penaliza el comportamiento de una buena parte del universo de activos financieros. La luz y los taquígrafos, tan necesarios cuando se toma una resolución, son contraproducentes en su gestación, toda vez que inducen a toda suerte de cábalas y sospechas que deslegitiman el resultado final. El caso más reciente lo tenemos con los denominados stress test de la banca que, llamados a generar confianza sobre la salud del sistema bancario europeo, han generado justo el efecto contrario sobre los mercados en los que tal tranquilidad queda reflejada.

En efecto, desde su anuncio pesa sobre los inversores una doble sensación. Por una parte que, como consecuencia de la falta de directrices explícitas a la americana, en Europa va a primar la arbitrariedad sobre la objetividad, y la utilidad de los test de fuerza, por tanto, va a quedar manifiestamente en entredicho sin resolver la mar de fondo que afecta al sector. No hay más que ver la disparidad de los informes que cada día aparecen sobre el particular, elaborados por distintos bancos de inversión. Y la ausencia a día de hoy de un mecanismo de rescate establecido para las firmas fallidas. Frente a estas dudas a medio plazo, prima en segundo término el pánico a corto de la propia industria puesto de manifiesto en las anomalías que amenazan con colapsar el sistema interbancario de financiación.

De hecho, el EURIBOR se ha disparado de forma exponencial en fechas recientes, especialmente en sus plazos más cortos. En un entorno de tipos europeos estables y bajos, un movimiento como éste sólo puede indicar dificultades de obtener efectivo. No sólo se presta más caro a las contrapartidas sino que, además, se acumula más dinero en el balance por lo que pueda pasar. No en vano, aunque hay mucha liquidez, escasea el disponible. Esto es: el dinero no circula. Es la llamada trampa de la liquidez. Como muestra, un botón: la banca comercial, que llegó a depositar 384.000 millones de euros en el BCE hace apenas un mes, ha reducido dicha cantidad a apenas 58.000. Pese a que abundan los mensajes tranquilizadores por parte de gobiernos y supervisores, da la sensación de que los propios gestores de las compañías tienen más miedo que vergüenza a lo que los stress test puedan deparar.

Un fenómeno al que sin duda contribuye la condición de prestamista de último recurso asumida por el Banco Central que se ha atribuido, con su ausencia de restricciones por importe y la multiplicidad de plazos que oferta, en auténtico sustituto del mecanismo privado de financiación, creando de este modo una dependencia que será cada día más difícil revertir. La criticada dualidad FED-Wall Street tan denostada por la intelectualidad europea llama a martillazos a la puerta de Europa. Tum-tum, ¿quién es?, el dinero de Trichet, abre la muralla. Dado que acudir al mecanismo de auxilio encubierto del organismo supranacional obliga al apelante a retratarse, se buscan otras vías de obtención de recursos por si las moscas. Un acaparamiento que algunos sitúan detrás del brutal rebote del euro de las últimas fechas, más allá de cuestiones económicas o de aumento del diferencial de rentabilidad de unos u otros bonos, que rompe máximos en favor del bund.

¿Qué ocurrirá el próximo viernes? Si nos atenemos al discurso oficial, nada de nada. La credibilidad de lo publicado se pondrá de manifiesto en los factores que se han distorsionado en las últimas semanas: interbancario y euro, debiendo ambos de corregir a la baja. Sin embargo, dada la discrepancia existente entre continente previsible y contenido real me da que estamos como el burro en la era: dando vueltas sin parar hasta que se separe del todo el grano de la paja, proceso al que sólo prestamos atención cuando el mecanismo puntualmente se atasca y hay que ver qué es lo que pasa. Un descascarillamiento que, desgraciadamente, sigue en sus fases iniciales. No se equivoquen. Buena y calurosa semana a todos.

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Una de las lecciones pendientes de aprender por gobernantes y gobernadores en lo que llevamos de crisis es que sus actuaciones tienen que ser cuanto más higiénicas e inmediatas mejor. Los preanuncios no hacen sino generar mayor incertidumbre, factor que como es sabido penaliza el comportamiento de una buena parte del universo de activos financieros. La luz y los taquígrafos, tan necesarios cuando se toma una resolución, son contraproducentes en su gestación, toda vez que inducen a toda suerte de cábalas y sospechas que deslegitiman el resultado final. El caso más reciente lo tenemos con los denominados stress test de la banca que, llamados a generar confianza sobre la salud del sistema bancario europeo, han generado justo el efecto contrario sobre los mercados en los que tal tranquilidad queda reflejada.

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