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Susto o muerte o por qué es imprescindible crear inflación
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Alberto Artero

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Susto o muerte o por qué es imprescindible crear inflación

Es misión central de los Bancos Centrales el mantener la estabilidad de precios en sus áreas de influencia. Una tarea principal que, en algunos casos, se

Es misión central de los Bancos Centrales el mantener la estabilidad de precios en sus áreas de influencia. Una tarea principal que, en algunos casos, se ve complementada con otras como la búsqueda del pleno empleo, caso de Estados Unidos. Se dice, de esta manera, que los BCs son los guardianes de la inflación, frase que se entiende siempre en sentido positivo, es decir: evitar que ésta se dispare. De ahí que resulte especialmente chocante el discurso reciente de las autoridades monetarias norteamericanas dirigido, precisamente, a propiciar que el coste de la vida aumente. Y como obras son amores, que no buenas razones, no van a dudar en lanzar un nuevo programa de expansión monetaria superior a los 500.000 millones de dólares, cuya anticipación está crujiendo al billete verde y ha propiciado el nacimiento de la llamada “Guerra de Divisas”.

No le queda otra. Y es que la FED se encuentra, como en el chiste, con una disyuntiva de susto o muerte. La alternativa a no acometer medidas de este tipo es un escenario de demanda lánguida y oferta excesiva que, si no deviene en deflación será por el incremento estructural en el coste de las materias primas. Aumentar la oferta monetaria con la esperanza de que el dinero circule, crezca el valor de los activos financieros y reales, se recupere la confianza y se levante la actividad y el empleo es el círculo virtuoso por el que apuestan Bernanke y cía. Y lo hacen como los enamorados que sucumben a sus segundas nupcias: primando la esperanza sobre la experiencia, toda vez que su primer intento ha sido baldío debido a la llamada trampa de liquidez, acumulación de liquidez en manos del sector privado para hacer frente a sus deudas.

¿Qué se consigue con un entorno moderadamente inflacionario? Matar tres pájaros de un tiro (aunque estoy convencido que ustedes completarán la bandada con sus aportaciones):

  1. Sobre la economía real. Como ya hemos comentado el objetivo es evitar con un escenario deflacionario que tradicionalmente lleva a quien lo vive a posponer sus decisiones de gasto e inversión, ante la perspectiva de menores precios futuros y el aumento del valor real de sus deudas. Es lo que está ocurriendo en Japón desde hace ya un par de décadas. Puede ocurrir, sin embargo, que el resultado de tales esfuerzos, en un entorno como el descrito en el párrafo anterior, sea la temida estanflación, ausencia de crecimiento e inflación. El ejemplo europeo sería Grecia. Una realidad que, así generada, debería ser un fenómeno temporal sujeto a elasticidades de demanda a precio y mejoras de productividad con objeto de proteger márgenes. De lo malo, lo mejor. 
  2. Sobre el endeudamiento público. La tercera vía para corregir el desequilibrio, junto al aumento de la recaudación fiscal y el control del gasto, es la generación de procesos inflacionistas que tiene el efecto contrario al que acabamos de comentar en el primer punto: reducir el valor real de las deudas aunque mantengan su importe nominal, aparte de aumentar los ingresos como consecuencia de la progresividad fiscal. Un efecto denominador, de aumento del PIB, que permite corregir a la baja el cociente deuda/riqueza nacional. 
  3. Sobre los activos de riesgo. El aumento del nivel de precios tiene, si es moderado, un efecto sobre la propensión al riesgo de los inversores ya que no hay que olvidar que es, precisamente, el crecimiento del coste de la vida el retorno mínimo que han de exigir para que su dinero siga valiendo lo mismo. Desde ese punto de vista es extraordinariamente interesante el gráfico que les adjunto en el siguiente enlace y que muestra la correlación entre la bolsa estadounidense y la inflación en aquel país en la última década. No se caigan de la silla, la discrepancia actual entre ambos parámetros sólo se puede corregir bien a través de un repunte sustancial del IPC, hasta niveles cercanos al 4%, o una caída brutal del S&P 500, que podría llegar al 40%. No me llamen agorero, si la historia reciente sirve como precedente, cuidado.

¿Cuál es, entonces, el gran miedo del mercado? Que se les vaya la mano y que esa ingente masa monetaria a disposición del sector productivo de la economía, de forma directa o indirecta, desborde los diques del miedo y anegue la economía. Que la ola inicial de confianza que estaría en el origen de tal fenómeno provocara que a la inflación hubiera que añadirle el prefijo de híper. Que, como consecuencia de lo anterior, el remedio final fuera peor que la enfermedad abocando a las sociedades desarrolladas a un brutal empobrecimiento. Y que, para combatir todo lo anterior, no existan a día de hoy estrategias de salida, como parece ser el caso. Buen fin de semana a todos.

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Es misión central de los Bancos Centrales el mantener la estabilidad de precios en sus áreas de influencia. Una tarea principal que, en algunos casos, se ve complementada con otras como la búsqueda del pleno empleo, caso de Estados Unidos. Se dice, de esta manera, que los BCs son los guardianes de la inflación, frase que se entiende siempre en sentido positivo, es decir: evitar que ésta se dispare. De ahí que resulte especialmente chocante el discurso reciente de las autoridades monetarias norteamericanas dirigido, precisamente, a propiciar que el coste de la vida aumente. Y como obras son amores, que no buenas razones, no van a dudar en lanzar un nuevo programa de expansión monetaria superior a los 500.000 millones de dólares, cuya anticipación está crujiendo al billete verde y ha propiciado el nacimiento de la llamada “Guerra de Divisas”.