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Chist, silencio: lo que la banca española esconde a la opinión pública
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Alberto Artero

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Chist, silencio: lo que la banca española esconde a la opinión pública

Semana ésta trufada de declaraciones de directivos de la banca española. Si el Encuentro del Sector Financiero que anualmente organiza Deloitte suele dar buenos titulares, e

Semana ésta trufada de declaraciones de directivos de la banca española. Si el Encuentro del Sector Financiero que anualmente organiza Deloitte suele dar buenos titulares, e incluso un conato de chiste inesperado, su decimoctava edición no le ha andado a la zaga. Y, aún estando bien lo que los banqueros han dicho, como suele ser habitual han sido mucho más atronadores sus silencios. Hablar de la viabilidad de su modelo de negocio y financiación con las cartas encima de la mesa habría supuesto para muchos de ellos un harakiri innecesario y, total, para qué. Ande yo caliente… Pero lo cierto es que, más allá de que no se puede meter a todas las entidades en el mismo saco, gran parte de la industria participa de unas características comunes que ponen muy en tela de juicio su futuro a corto, medio o largo plazo. Habrá sin duda en su sesgado discurso un pecado de omisión que persiga no generar alarma innecesaria entre inversores y trabajadores. Pero también mucho de ignorancia, de incapacidad estratégica para adivinar por donde va la realidad social. Pero amigos, es lo que hay…

  1. Miremos, por ejemplo, el balance. La remuneración de una parte sustancial de su activo está ligada al Euribor, esto es: al interbancario, medida de la confianza recíproca de los bancos europeos para prestarse entre ellos, función tanto del tipo de referencia fijado por el Banco Central Europeo como de la liquidez. Actualmente se encuentra, en su referencia a 12 meses a niveles del 2%. El spread hipotecario medio es de 80 puntos básicos. Mientras, una buena parte del coste del pasivo está referenciada a un riesgo país que, en tanto en cuanto España siga endeudada hasta las trancas y su economía no repunte, da la sensación de que se mantendrá un tiempo elevado. Me estoy refiriendo a coste de recursos propios y de la financiación mayorista, con diferenciales en ésta última entre 150-250 pbs. Desventaja frente a Europa. A eso se añade, entiendo que con carácter temporal, la disparatada remuneración al ahorro minorista y el factor de compensación de la ventana de descuento del BCE. El problema, en cualquier caso está ahí: la banca gana dinero financiándose con tipos a corto y prestando con tipos a largo. El orden de los factores altera, y mucho, en este caso el producto… para mal. La estructura de precios está rota. Cuidado. Chist, que nos oyen… Corto plazo. 
  2. Miremos, por ejemplo, la cuenta de resultados. Aparte del impacto que puede tener sobre el margen de intereses lo anteriormente comentado, que no es moco de pavo, y obviando lo evidente, inmobiliario y morosidad, existe un factor adicional de preocupación que se ha explicitado demasiado poco a día de hoy: la necesidad de dotar la genérica -consumida prácticamente en su totalidad- en cuanto comience a aumentar de nuevo, cosa que tardará, la actividad crediticia. Mientras, Basilea III lo sustituye por un buffer de solvencia, así lo llama, para el conjunto de la banca europea. Pero lo hace sobre unos requisitos de core capital (4,5% más 2%) que son muy inferiores a los establecidos por la normativa española (8% de partida para las firmas cotizadas). Desde ese punto de vista el lastre que va a pesar sobre los resultados de la banca doméstica española, y su capacidad para repartir beneficios, será muy superior al de sus competidores internacionales o sus propias filiales en el extranjero salvo que finalmente se apruebe una suerte de provisionamiento anticíclico a la española (que se ha demostrado que vale bien poco cuando hay concentración de riesgo).  Chist, que nos oyen… Medio plazo.
  3. Miremos, por ejemplo, la capacidad instalada. Respondamos a esta pregunta: ¿qué aporta la sucursal al cliente? Cercanía y confianza. Bien. ¿La realidad? Gestión de tesorería fundamentalmente. La crisis ha demostrado la precisión de la afamada frase de Mark Twain: “banquero es aquel que te da un paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve”. Esta coyuntura ha puesto a prueba la fidelidad de la entidad al demandante de fondos. Este acabará respondiendo con la misma moneda. Más tras la eclosión de Internet. Es evidente que la mayoría de los productos bancarios son inmediatamente comparables a través de la web (plazo, tipo, garantías a aportar u ofrecidas, calendario de pagos o cobros). Buena parte de ellos se pueden contratar online, aunque luego requieran de fe pública o de una entrega previa física o telemática de documentos. Servidor no pisa el banco así le maten salvo para sacar o ingresar dinero. La generalización del pago a través de dispositivos móviles provocará que ni eso. El valor añadido del espacio físico irá menguando con el paso del tiempo, de forma tal que se centralizará el servicio en unas cuantas megasucursales y proliferarán pequeñas oficinas que actuarán como cajeros ilustrados. Por tanto, el cierre de locales que se ha producido hasta ahora puede convertirse en un chiste ante lo que está por venir. En un entorno de diferenciales entre financiación y captación menguantes, el peso de esta sobre estructura es más evidente. Obligará a actuar. Chist, que nos oyen… Largo plazo.

¿Han oído hablar de estas tres cuestiones?, ¿a que no? Pues eso. Buen fin de semana a todos.

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Semana ésta trufada de declaraciones de directivos de la banca española. Si el Encuentro del Sector Financiero que anualmente organiza Deloitte suele dar buenos titulares, e incluso un conato de chiste inesperado, su decimoctava edición no le ha andado a la zaga. Y, aún estando bien lo que los banqueros han dicho, como suele ser habitual han sido mucho más atronadores sus silencios. Hablar de la viabilidad de su modelo de negocio y financiación con las cartas encima de la mesa habría supuesto para muchos de ellos un harakiri innecesario y, total, para qué. Ande yo caliente… Pero lo cierto es que, más allá de que no se puede meter a todas las entidades en el mismo saco, gran parte de la industria participa de unas características comunes que ponen muy en tela de juicio su futuro a corto, medio o largo plazo. Habrá sin duda en su sesgado discurso un pecado de omisión que persiga no generar alarma innecesaria entre inversores y trabajadores. Pero también mucho de ignorancia, de incapacidad estratégica para adivinar por donde va la realidad social. Pero amigos, es lo que hay…