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El hombre del saco de los ricos tiene barba y se apellida...
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Alberto Artero

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El hombre del saco de los ricos tiene barba y se apellida...

Si de verdad creyera Alfredo Pérez Rubalcaba que aumentar la presión fiscal sobre los que más tienen es bueno para España no se hubiera guardado ese

Si de verdad creyera Alfredo Pérez Rubalcaba que aumentar la presión fiscal sobre los que más tienen es bueno para España no se hubiera guardado ese as en la manga para la campaña electoral, dejando al resto del Ejecutivo compuesto y sin un tributo más que llevarse al coleto en un momento en el que nuestro país está sometido al escrutinio de medio mundo. Es evidente, por tanto, que contempla la medida solo desde la demagogia del voto –papeletas son amores que no buenas razones- y no desde su mayor o menor efectividad recaudatoria o su contribución a la redistribución de la renta, cuestiones discutibles por otra parte. Solo tal hecho deslegitimaría cualquier debate sobre la misma pero son tantas las contradicciones que incorpora que merece la pena recorrerlas en detalle.

Partamos. Más allá del debate previo de a quién se puede considerar como rico o sobre la injusticia de una demonización de tal condición que olvida que en la génesis de muchas fortunas se encuentran normalmente años de trabajo denodado y tremenda asunción de riesgos, de creación de puestos de trabajo y de contribución al bienestar social -basta con ver la lista que publicaba ayer en su suplemento Negocios El País- son cuatro las figuras a través de las cuáles se puede articular una propuesta tan ideológica como ésta: incrementando el marginal del IRPF, rescatando el Impuesto del Patrimonio, eliminando allí donde existe la bonificación del Impuesto sobre Sucesiones o cambiando la tributación de las Sicavs.

Pues bien, ninguna de ellas cumpliría con la finalidad que la propuesta persigue. La actuación sobre las rentas del trabajo afectaría más bien a la clase media alta de este país, aquella que trabaja por cuenta ajena y carece de escapatoria fiscal. Restablecer el gravamen sobre los bienes de los ciudadanos nos convertiría en la excepción europea, salvo Francia, y apenas contribuiría a las arcas públicas. Aparte de penalizar el ahorro, si suponemos que tal riqueza ha sido adquirida con el neto percibido después de impuestos y sujeta al tipo indirecto que le corresponda, y que además tributa por sus rendimientos, estaríamos hablando de un caso flagrante de absurda doble o triple imposición, cosa parecida a lo que sucede ya con el ISD en las comunidades en las que sigue vigente (Expansión, Patrimonio y la Fundación Alternativas, Antonio Barderas). Por lo que respecta a las Sociedades de Inversión, de cuestionable legitimidad a día de hoy tan lejos como están de la idea que las justificó en origen, se rigen por un modelo paneuropeo que favorece su salida del país en caso de penalización.

Para tal viaje… Pero es que además hay una previa a todo esto. Se solicita a los que más tienen que sean los que más paguen. Es la progresividad no confiscatoria consagrada como principio esencial de nuestro sistema tributario. Bien. La pregunta que viene a continuación es: ¿para qué tal sacrificio? Eso es lo que no resuelven los socialistas en su propuesta. If I were a richman estaría dispuesto a contribuir en lo que fuera necesario en la certeza de que el Ejecutivo va a dar un uso eficiente a mis fondos. Pero cuando de lo que se trata es de hacer un guiño al variopinto grupo de los indignados y utilizar mi dinero con el fin de sostener el precario estado de bienestar español para solaz de los que chupan de la teta, pues mire como que no. Ofrézcame un programa de inversión no asistencial y me lo pensaré. Pero de lo contrario no cuente conmigo.

Es imprescindible una reforma fiscal de alcance en España que simplifique el modelo tributario, efectivamente correlacione ganancia con tributación, especialmente en el ámbito del impuesto de sociedades, e incorpore una severa penalización del fraude. Pero empezar por un Impuesto sobre los Ricos, como se le ha dado en llamar a la figura, es construir la casa por el tejado. Al candidato le interesa convertirse en el hombre del saco para las fortunas españolas. No deja de ser una paradoja que aquél que lleva dos décadas subido al coche oficial y viviendo del cuento administrativo, sin que se le conozca contribución alguna a la generación nacional de riqueza, sea quien enarbole esta bandera. Rubalcaba conoce los recovecos de la comunicación y sabe que juega sobre seguro con este tema, algún voto caerá. Pero se olvida de que, esta vez, las cartas están marcadas por lo que siendo no hizo y haciendo no fue. Demasiado morro, demasiado tarde, ¿no creen? Nos va a tener entretenidos…

Buena semana a todos.

Si de verdad creyera Alfredo Pérez Rubalcaba que aumentar la presión fiscal sobre los que más tienen es bueno para España no se hubiera guardado ese as en la manga para la campaña electoral, dejando al resto del Ejecutivo compuesto y sin un tributo más que llevarse al coleto en un momento en el que nuestro país está sometido al escrutinio de medio mundo. Es evidente, por tanto, que contempla la medida solo desde la demagogia del voto –papeletas son amores que no buenas razones- y no desde su mayor o menor efectividad recaudatoria o su contribución a la redistribución de la renta, cuestiones discutibles por otra parte. Solo tal hecho deslegitimaría cualquier debate sobre la misma pero son tantas las contradicciones que incorpora que merece la pena recorrerlas en detalle.

Alfredo Pérez Rubalcaba Fiscalidad Impuesto de Transmisiones Patrimoniales (ITP)