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Más mierda y menos agua, el mundo que heredarán nuestros hijos
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Alberto Artero

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Más mierda y menos agua, el mundo que heredarán nuestros hijos

Se celebró el pasado 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente. Hasta hace bien poco un servidor no era especialmente abanderado de la causa

Se celebró el pasado 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente. Hasta hace bien poco un servidor no era especialmente abanderado de la causa ecologista. Tenía una aproximación a ella mucho más estética o emocional que funcional o reivindicativa. Era sostenible, ni agorero ‘malthusiano’ ni especialmente optimista. Uno más del montón, del montón de los guapos, I mean.

Sin embargo he de reconocer que, desde hace unos años, el tema me ha ido tocando la fibra sensible.

Unas veces por cercanía, caso de Valdevaqueros o los desmanes de la Sierra de Guadarrama, pequeñas muestras de las tropelías que se están cometiendo alrededor del Planeta, cierto; pero mis muestras al fin y al cabo, allí donde se depositan miles de recuerdos solo o en compañía.

Es esta una aproximación a la cuestión ambiental sensorial, física, doliente. Enrabietada e inmediata. Participativa.

En otras ocasiones, por todo lo contrario. Por un extraño sentido de la trascendencia, del deber de dejar a mis cinco hijos, también en este campo, o sobre todo en este campo, algo mejor de lo que heredé de mis padres. Por responsabilidad, eufemismo formal de preocupación más acción. Por esa vocación de progreso, avance y mejora en su sentido original, que es –debería ser- consustancial al hombre.

En este caso prima más el elemento intelectual, el componente analítico. Concienciar y educar, sembrar para recoger, enseñar.

Y Dios creó esta columna. Y vio que si hablaba McCoy de esto podía ser bueno. Y a eso vamos hoy.

Miren, si nos atenemos a lo que publican los distintos organismos internacionales -esos que, de acuerdo con el comentario diario de Carlos Alsina, dan noticias que no interesan a nadie-, el futuro que nos espera vendrá escaso de bienes de primera necesidad y sobrado de residuos. Menos agua y más mierda, para entendernos fruto, fundamentalmente, del desarrollo de las economías emergentes con los consecuentes cambios de dieta/hábitos de consumo y procesos de urbanización que llevan aparejados.

La falta de la primera generará conflictos por la propiedad de los acuíferos naturales, al carecer de sustitutos naturales y ser imprescindible tanto para la alimentación y/o la higiene como para la producción agrícola, industrial o energética. Más de 2.000 millones de personas tienen ya hoy problemas de acceso a este recurso, cifra que puede más que doblar en la próxima década. La desalinización es cara.

Urge un aprovechamiento racional del agua, su tratamiento y reutilización, nuevas técnicas de extracción y almacenamiento y la mejora de las infraestructuras para reducir mermas y mejorar la eficacia. Si damos por buena esta presentación de Business Insider, los principales nubarrones, nunca mejor dicho, vendrán de las urgidas China e India.  No pasa nada, solo son 3.500 millones de tíos. Be water, my friend

La profusión de la segunda tendrá consecuencias bien distintas. En la medida en que los estados estén dispuestos a invertir en su gestión, aprovechamiento y reciclaje, los costes se dispararán. De hecho, de acuerdo con el Banco Mundial, el salto de 1.300 a 2.200 millones de toneladas anuales de basura que se producirán a nivel mundial de aquí a 2025 incrementará la factura administrativa por este concepto de 205.000 a 375.000 millones de dólares.  

Algo que afectará más a los países pobres o en vías de desarrollo que a los desarrollados. El problema es hasta qué punto pueden dedicar recursos a esta tarea. El trade-off entre higiene y epidemias/contaminación parece evidente pero si no se puede asumir financieramente… Veremos. El informe completo del organismo internacional se puede consultar aquí si bien Sandro Pozzi publicó una primera aproximación en El País ayer. Garbage… suena hasta cool, a disco chill-out. Pues va a ser que no.

Un panorama curioso que exige, desde ya, una amplia tarea de concienciación tanto sobre la finitud de los recursos que parecen más abundantes como de la necesidad de mejorar sustancialmente su aprovechamiento a fin de dotar a la Tierra de algo de sostenibilidad, viabilidad más bien diría yo. Algo que supone levantar la mirada del día a día y pensar en el mañana, dotar de inmanencia a nuestros actos. ¿Mucho pedir? Es lo mínimo, ¿no creen?

Por el camino, quienes quieran aprovechar esas tendencias para posicionarse empresarialmente, cuentan con un filón. Economía de mercado se llama esto (VA, Del oro amarillo al oro azul, el agua como inversión, 15-12-2009 y El agua, inesperada arma de destrucción masiva, 22-09-2011). Be water, my friend...

Buen fin de semana a todos.

Se celebró el pasado 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente. Hasta hace bien poco un servidor no era especialmente abanderado de la causa ecologista. Tenía una aproximación a ella mucho más estética o emocional que funcional o reivindicativa. Era sostenible, ni agorero ‘malthusiano’ ni especialmente optimista. Uno más del montón, del montón de los guapos, I mean.