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Vergonzosa alfombra roja de la CNMV al marqués de Villar Mir
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Alberto Artero

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Vergonzosa alfombra roja de la CNMV al marqués de Villar Mir

Esto de Colonial es un signo de cómo por más que España quiera vestirse de seda, en términos de gobierno corporativo, transparencia e igualdad de oportunidades mona

Esto de Colonial es un signo de cómo por más que España quiera vestirse de seda, en términos de gobierno corporativo, transparencia e igualdad de oportunidades, mona se queda. Primate, más bien, me atrevería a decir.

La junta del martes ha supuesto la cumbre de una obra en la que hay un don Juan experto en el arte del enredo, como es el marqués de Villar Mir, Juan Miguel para el monarca; un pretendiente burlado, Brookfield, cuyo único pecado es tratar de conquistar la compañía respetando la ortodoxia; unos padres de la novia que han puesto por delante sus propios intereses a los de los accionistas minoritarios, más Bruguera que Viñoles, por cierto; uno de los conseguidores –Royal Bank of Scotland– que no han dudado en cambiar de bando al olor de las sardinas; un acreedor –Calyon– que ha preferido mirar hacia otro lado a cambio de la promesa de sustanciales fees de restructuración; y un censor-supervisor llamado CNMV que, sorprendentemente, ha puesto la alfombra roja al ‘truhan’ para que desvirgue a la doncella deseada. No falta de na, oiga. Eso sí, en estas tragicomedias de enredo, el final puede ser imprevisible. No está escrito todavía. Sigan leyendo.

En efecto, estamos ante una operación concertada de libro entre el socio principal de OHL, la familia colombiana Santo Domingo y los andorranos de Amura Capital que, sin embargo, no ha provocado que los diletantes, administrativamente hablando, miembros de la Comisión del Mercado de Valores hayan puesto el foco en la misma. Sorprendente. Más aún cuando el líder del consorcio ha manifestado abiertamente su voluntad de controlar la inmobiliaria y ha adquirido paquetes sustanciales de acciones a tal fin, probablemente con información de dentro de la casa, que justificarían, postampliación de capital, el lanzamiento de una OPA. Cuando, además, ha logrado vencer la resistencia del equipo gestor actual a su propuesta (rechazo que empezó en los dos euros y ha terminado cediendo en los 0,25/0,50, vaya) por la vía de la renovación de unos suculentos planes de remuneración con títulos de la sociedad de los que son beneficiarios y que han pasado de estar fuera de dinero a in the money, prometiendo sustanciosas ganancias a sus tenedores. Y se ha dado el gustazo de anunciar a diestro y siniestro delante del resto de los socios actuales presentes en la asamblea que otro inversor internacional ha presentado una oferta sobre SFL, mucho más vinculante de lo afirmado, que ha disparado en Francia la cotización de la filial, pero que no tiene intención de vender.

Carta blanca para un escándalo del que este sólo puede ser su primer capítulo.

No en vano, la evolución reciente de la transacción comienza a poner en tela de juicio la viabilidad económica de la misma. Por una parte, el incumplimiento a finales del año pasado de un pago de principal del crédito por parte de la patrimonialista ha ocasionado el devengo de un pago mensual de cerca de 11 millones de euros al pool de tenedores de deuda que hará insostenible en 2014 su cuenta de resultados. En mercado se estima que la restructuración de dicha financiación, prevista para el segundo semestre del año, puede suponer comisiones y gastos por encima de los 50 millones a añadir a los 43 ya invertidos por Villar Mir para comprar el 20% en manos de RBS (lo que provocó el cambio de bando del banco inglés del fondo de capital riesgo al empresario nacional a la hora de valorar la oferta). Adquirir por un euro los minoritarios serían otros 100 millones y, aparte de los 500 que van a meter ahora, los expertos del sector estiman que tendría que aportar otros 250 de equity y 650 de deuda para que el tema saliera adelante con una cierta solvencia. Por más que el viento sople de cola, para un personaje que ha hecho del apalancamiento el signo y seña de su actividad, en este caso de la mano de Highbridge, se antoja un riesgo inasumible, aunque Tomás García Madrid quiera asegurarse el futuro y el presidente pretenda dejar un oasis de rentas a sus herederos.

Claro que siempre cabe el desarrollo de un plan B a la Luis Portillo con Inmocaral. Colonial no sería la primera ni la última firma sectorial en tropezar dos veces con la misma ‘operación ascensor’. Una absorción de Inmobiliaria Espacio por Colonias permitiría poner en valor los activos de aquella, en primer lugar. Segundo, encubrir el fiasco de una Operación Canalejas una vez integrada en el paquete. Y asegurarse el control definitivo de la compañía resultante sin la incómoda presencia de los compañeros de viaje que van hoy de su mano tras un road show por todo el universo de family offices internacional, finalmente. Miel sobre hojuelas. Y mientras el entramado montado alrededor del uso de las acciones de OHL como garantía pignoraticia funcione, que le quiten lo bailao. Pero la experiencia demuestra que si el valor de los avales se colapsa… Herencia envenenada sería esa para sus sucesores.

Pero no pasa nada, querida Elvira, tú a lo tuyo. Que si falta un papel aquí, que si necesito un becario allá. Y, mientras, dándotela con queso big time delante de tus narices por activa, por pasiva y por perifrástica. O es que, a lo mejor, hay inversores en España que tienen carta blanca sólo por saber cocinar de narices la Zarzuela. Sería bueno que lo aclararas, ¿no crees?

Esto de Colonial es un signo de cómo por más que España quiera vestirse de seda, en términos de gobierno corporativo, transparencia e igualdad de oportunidades, mona se queda. Primate, más bien, me atrevería a decir.

Juan Miguel Villar Mir Capital riesgo