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Menudo susto de final de verano para el Santander
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Alberto Artero

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Menudo susto de final de verano para el Santander

La semana pasada se encendieron todas las alarmas en la sede del Grupo Santander sita en el de municipio de Boadilla del Monte, Madrid.El BCE acababa

Foto: Fachada de una oficina del Banco Santander en Madrid. (EFE)
Fachada de una oficina del Banco Santander en Madrid. (EFE)

La semana pasada se encendieron las alarmas en la sede del Grupo Santander, sita en el municipio de Boadilla del Monte, Madrid.

El BCE acababa de comunicar a los responsables de perfilar internamente las plantillas de datos para los stress tests que existían divergencias sensibles entre llo que tenían en sus modelos y lo que le salía al equipo del supervisor europeo en los suyos; unas diferencias que se centraban en las menores provisiones de los banqueros por los negocios fuera de España para el peor escenario. En caso de que finalmente tuviera que incrementar las cuantías, la ratio de solvencia del banco podía resentirse. Esta sorpresa inesperada, y finalmente injustificada, obligó los dias siguientes a conciliar los cuadros dato por dato a fin de mantener a distancia el suelo del 5,5% establecido para ese supuesto extremo y altamente improbable (que se eleva al 8% para el normal).

Aunque ninguna estaba libre del pecado de las reconvenciones del banco central, este hecho fue, por sorprendente, la comidilla de la reunión que nuestras principales instituciones financieras mantuvieron con los chicos de Mario Draghi en Fráncfort el miércoles de la semana pasada. Un encuentro cuya continuidad está teniendo lugar entre ayer y hoy con citas individuales que buscan hacer lo que en el argot se conoce como fine tuning y que los amantes de lobbies y conspiraciones tienden a rebautizar como cooking the books, algo que se adivina imposible si nos atenemos a la ortodoxia mostrada hasta ahora por la autoridad monetaria.

Sea como fuere, el trabajo en esta semana ha sido intenso aunque, para quienes han conocido de primera mano la situación, nunca hubo posibilidad de que llegara la sangre al río. Falsa alarma, anécdota para el recuerdo. Se trataba de matices las más de las veces, fruto de la multiplicidad de exposiciones geográficas. Pero, durante algunos días, a varios dentro de esa casa apenas les llegó la camisa al cuello.

Esto nos lleva a una reflexión, si cabe, aún más interesante.

Pese a ser una de las sociedades que más reforzadas han salido de la crisis, como reconoce su reciente trayectoria en bolsa, Santander viene afrontando desde hace años un intenso debate sobre su nivel óptimo de capital hasta el punto de que hay quienes acusan a sus directivos de gestionarlo de una manera errática y parcial cuando las circunstancias del mercado le habrían permitido, al menos en los últimos doce meses, llevar a cabo una ampliación a coste razonable que lo dejara ajustado a los requisitos de Basilea III de una vez y para (casi) siempre.

No dudan, para ello, en recordar que su Core Tier 1 (CT1) phased in –de acuerdo con el calendario de deducciones aprobado por Europa– estaba a junio por debajo de cualquiera de sus competidores nacionales: 10,9% frente a 11,4-11,8 en el que se encuentran Sabadell, Popular, BBVA o Bankia y el 12,7% de La Caixa. Teniendo en cuenta el enorme tamaño de su balance, de sus activos ponderados por riesgo, la equiparación al alza requeriría o de mucho dinero de fuera o de mucho beneficio dentro.

Necesaria o no -sobre eso volveremos más adelante-, dinero de terceros o resultados propios: esa es la cuestión.

Respecto al primero, hasta ahora sus intentos han sido siempre limitados, como la última emisión de bonos contingentes o CoCos, susceptibles de ser convertidos en capital, en este caso, si la medida comúnmente aceptada de su patrimonio neto bajara del 5,125% (Valor Añadido, "El mundo al revés: la banca se alegra de que venga el CoCo", 26-10-2010). Van 4.070 millones captados por esta vía en lo que va de 2014. Pero incluso aquí se nota el prurito Santander. Estos fondos no van a computar para los stress tests como CT1 por estar su trigger o activador automático por debajo, precisamente, del 5,5% que antes hemos comentado, umbral mínimo para hacerlo. Aun siendo innecesario, ¿por qué sacrificar su uso por tan poco margen? Resulta sorprendente esta última ‘complicación’ con la capacidad que tiene el equipo gestor para aprovechar las oportunidades que ofrece la coyuntura europea. No en vano, fue la firma patria que más fondos pidió al BCE cuando los LTROs (VA, "Sorpresa, el líder europeo en ayudas del BCE es… el Santander", 14-03-2012).

Más interesante aún es lo que está sucediendo con el beneficio del banco.

En este particular, la entidad española está logrando la cuadratura del círculo. A los mismos accionistas a los que ofrece el scrip dividend (pagadero en cash o títulos, cierto, forma indirecta de recapitalizar el balance), les mantiene un dividendo de 0,60 euros desde 2009 cuando el beneficio por acción (dilución incluida, que acumula un 18% en los últimos 7 años) ha pasado de los 1,05 euros de aquel año a 0,23 en 2012 y 0,40 en el 13. Estamos hablando de un extraño payout del 260% y el 150% respectivamente. No se entiende en el contexto actual. Para volver al 46% en que se encontraba esa ratio en 2007, con un dividendo similar de 0,61, o bien el beneficio multiplica por tres o bien se reduce el dividendo un 60%. Ambas opciones se antojan improbables hoy por hoy. Con una indeseada consecuencia adicional derivada de tal política: limita el efecto de la rotación de activos. Permite obtener plusvalías pero, como hemos visto, estas sirven para remunerar al socio. La mejora de la solvencia derivada de las ventas se produce sólo por la vía de la desconsolidación de activos. Se reduce el tamaño del balance y, por ende, se activa el efecto denominador. Nada más.

No es un problema grave del que dependa la supervivencia del Santander. Nada más lejos de la realidad. De hecho el banco disfruta de un amplio periodo de tiempo para cumplir con los requisitos de Basilea III (entre 2019 y 2014 si incluímos los activos fiscales diferidos o DTAs), ha mostrado históricamente un acusado instinto de supervivencia que le ha terminado situando en posiciones de liderazgo en muchos de los mercados en los que opera, su diversificación geográfica y de negocios juega claramente en su favor frente a otros competidores domesticos y, por último, siempre ha sido poco proclive a apuntarse a 'modas' como esta del exceso de capital. Más bien ha tendido a romperlas.

Claro que no estamos hablando de un capricho transitorio sino de una posible necesidad estructural que, si nos atenemos a la cotización del valor, no es percibida por muchos inversores. Mejor para don Emilio Botín y su equipo.

Pero lo cierto es que su estrategia de futuro, como la de todos por otra parte, está construida sobre unos pilares que la realidad macroeconómica o la propia evolución del negocio pueden torcer (interesante esta presentación de junio de Javier Marín sobre el particular). Y si algo nos ha enseñado esta crisis es que hay que estar preparado para lo peor, especialmente cuando se dan las condiciones que permiten hacerlo. Si en el momento de mayor turbación de su historia, otoño de 2008, Santander decidió hacer mudanza recurriendo a particulares e instituciones para lograr reforzar con éxito su capital, ¿por qué no repetir la jugada ahora que es la Cenicienta bursátil del sector? Puede que su punto porcentual menos de CT1 frente al sector nacional sea el fruto de una optimización de recursos propios envidiable –el dato fully loaded, con todo Basilea III, no lo tenemos pero se intuye justito– pero caminar sobre el alambre, aun con red, tiene sus riesgos.

Tome nota quien corresponda.

La semana pasada se encendieron las alarmas en la sede del Grupo Santander, sita en el municipio de Boadilla del Monte, Madrid.

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