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Esta semana, Madrid se juega su futuro (y la CNMV con estos pelos)
A la CNMV le ha pillado el desembarco foráneo con los rulos puestos. No conocemos las promesas que Albella trae bajo el brazo para componer una permanente que seduzca
Semana de trajín en el Madrid financiero.
Van a coincidir estos días en la capital primeras espadas de muchas de las principales instituciones bancarias a nivel mundial. Por distintos motivos formales, pero con una intención última en todos los casos: sondear la posibilidad de hacer recalar en nuestro país todo o parte de aquellos negocios cuya continuidad en suelo británico se ve interrumpida por el Brexit.
La decisión no va a estar basada, ya nos gustaría, en motivos sentimentales, en plan —que dirían los chavales— “como en España no se vive en ningún sitio”. Tampoco por ventajas fiscales para empleados o compañías, que al final montarán las estructuras que necesiten para optimizar su factura tributaria, que para eso cuentan con una pléyade de abogados o asesores.
Qué va.
El elemento clave será la competencia y agilidad del supervisor, su flexibilidad operativa y la consistencia en sus actuaciones. A esos actores les importa poco el continente y mucho el contenido: poder desarrollar su tarea en las mejores condiciones posibles. Lo demás es accesorio.
Y aquí, con la CNMV hemos topado.
España se juega mucho en este envite y Albella, el nuevo presidente de la CNMV, sí ha visto muchas corridas de toros desde el otro lado de la barrera
Si nos atenemos al lamento secular de la, hasta hace un mes y pico, presidenta del organismo, Elvira Rodríguez, nuestra SEC no está preparada para afrontar un reto de este calado. Por dos motivos principalmente: porque carece de los recursos necesarios para ello, incapaz como es el gobierno de los medios humanos en cantidad y retribución adecuados a tal fin; y porque los recientes escándalos en los que su papel ha quedado en entredicho han restado diligencia a la actividad de la comisión tanto en lo ordinario como en lo novedoso y excepcional, para desgracia de los afectados.
La suma de estos dos factores sitúa a nuestra candidatura en una posición inicial de desventaja frente a otros territorios, por más que nos vean con buenos ojos gigantes como Citigroup. Algo que, de alguna manera, se ha tratado de paliar con la designación de Sebastián Albella como responsable. Por más que sea loable su contribución hace décadas al establecimiento de un marco normativo de referencia en España en materia de mercados de valores, buena parte del cual sigue vigente en la actualidad, lo sustantivo a efectos de su designación descansa en su experiencia ejecutiva, en su participación en los últimos años, desde su despacho en el bufete Ramón y Cajal, en muchas de las grandes operaciones bursátiles que han tenido lugar en nuestro país.
Más allá de los dimes y diretes políticos, y de la intrahistoria de su llegada al cargo, esa ha sido la verdadera razón de su designación. España se juega mucho en este envite y él sí ha visto muchas corridas de toros desde el otro lado de la barrera. No hay que olvidar que, como hemos señalado en tantas ocasiones, la economía financiera hace años que se apartó de su finalidad primigenia, de financiación de la real, para cobrar vida propia, ni que, en una sociedad de servicios como la nuestra, debería encontrar fácil acomodo si se crean las condiciones adecuadas para su desarrollo. Estamos hablando de cifras que empequeñecen el PIB nacional. Es ahí, en ese ejercicio de persuasión, donde el abogado puede jugar un papel relevante… si le dejan.
Para ello, es necesario ‘privatizar’ la CNMV.
¿Qué queremos decir con esto?
Por supuesto, no alterar su modelo de supervisión en aras de la transparencia, la correcta formación de los precios o la protección del inversor, finalidades todas ellas irrenunciables, sino complementarlo —y este matiz es importante, no hablamos de reemplazo sino de apoyo— con otro de servicios en el que la ‘oferta’ se adecúe a la ‘demanda’ en términos de proactividad ante las nuevas realidades, diligencia en la resolución de los expedientes o consideración de los agentes económicos más como clientes que como meros sujetos tutelados, dados los enormes intereses económicos en juego. Siempre dentro de las reglas del tablero, claro está.
Algo que solo puede lograrse si se cree: uno, que las finanzas 'per se' son un negocio por el que merece la pena apostar como Estado; dos, que, siendo así, se contempla la actividad del supervisor como inversión que se paga sola y no como gasto, dotándole de profesionales y tecnología adecuados a ese fin; tres, que además se le dota de un marco legal estable y consensuado que permanezca en el tiempo, ya que el dinero huye de la incertidumbre, y cuatro, sin renunciar a la esencia de su acción.
De momento, esto es una quimera.
A la CNMV le ha pillado el desembarco foráneo con los rulos puestos.
No conocemos las promesas que Albella trae bajo el brazo para componer una permanente que seduzca a los visitantes. Si no hay ni un esbozo de lo anterior, cualquier esfuerzo por su parte será vano. Aunque la mona se vista de seda… Ojalá no sea así.
El tiempo apremia y no nos lo podemos permitir.
Tome nota a quien corresponda…
Semana de trajín en el Madrid financiero.