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De la esquina sangrienta de Chinatown al University club
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Luján Artola

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De la esquina sangrienta de Chinatown al University club

El cerebro, las neuronas y el sentido común se han vuelto más peligrosos que Doyers Street. Y en medio de todo esto, la esquina sangrienta de la nada

Foto: Un taxi, espera frente a la sede del periódico 'The New York Times'. (Reuters)
Un taxi, espera frente a la sede del periódico 'The New York Times'. (Reuters)

Doyers es la magia de una calle desierta en medio de la noche en la que el silencio hace un muro invisible con todo un mundo, oculto de luces, gentes, vicios y alegrías. Es la calle del secreto de la felicidad efímera que ya en 1880 el opio rescataba de la realidad a las almas en pena. Según el 'New York Times' era el camino en el que "los sueños celestiales ahuyentan las horas infelices en una guarida subterránea". Es el corazón del laberinto de Chinatown, entre las calles Mott St. Bayard y Pell, donde pasaba y sigue pasando, de todo. Uno de los pocos tramos en todo Manhattan que hace un ángulo de casi 90 grados en el que no se ve la muerte hasta tenerla encima y una de las equinas más sangrientas de la historia de los Estados Unidos. A principios de siglo, la curva de la calle se conoció como "el ángulo sangriento" debido a los numerosos asesinatos entre inmigrantes, bandas callejeras, enfrentamientos entre mafias chinas y blancas.

placeholder Chinatown, en Nueva York.
Chinatown, en Nueva York.

Parece mentira que esos pocos metros fueran testigos del mayor número de muertes violentas que en cualquier otra calle de los Estados Unidos. A lo largo de la historia, muchos han sido los alcaldes que han querido demoler y reemplazar lo que llamaban ese "laberinto de conejos", pero como si fuera un territorio a parte, sigue siendo hoy el lugar dónde más secretos se esconden. Los turistas y los bolsos falsificados han pasado a ser le excusa de una zona que olvida el coronavirus y exhibe a escondidas en medio de un silencio sepulcral, un mundo aparte donde se concentra la segunda población ¡de chinos! más grande del mundo. He estado varias veces por allí, pero nunca en esta calle hasta este pasado jueves. Fascina y da miedo a partes iguales. Mujeres gordas bailan medio desnudas desafiando cualquier integridad, pagando penas con alegrías y todo en carne viva.

Confieso que verlo es una embestida brutal a los ojos de este mundo moderno en el que la pena y la soledad sacuden sin piedad. La mirada alegre de esa mujer crea un abismo entre lo moral y los golpes de pecho de esta sociedad tan de escaparate. Son parte de un circo para los que podemos ir a verlo, beberlo, bailarlo e irnos sin pestañear. Las bailarinas y las cantantes excepcionales que nunca triunfarán pegan un bofetón a la conciencia como si ellas se hubieran resignado a su propia realidad feliz. Esa en la que pueden ser parte de las luces a medias y no de los grandes aplausos de Broadway.

Chinatown es ese mundo partido en dos que es Nueva York. Como en casi todas las grandes ciudades del mundo existen esas líneas invisibles entre lo que está en el patio de butacas de terciopelo y lo 'underground' que hoy sigue siendo la deshonra de las mujeres olvidadas por el #Metoo. Tengo un gran conflicto entre el juicio y la duda a partes iguales al pensar las batallas que las habrán llevado a desnudarse frente a los gritos de los demás. Las guapas y las que son menos desagradables de noche. Es esa parte de la memoria de la piel de cada uno en la que me produce demasiado respeto o pudor, emitir ningún juicio. Lo que seguramente una a los dos mundos es que jamás, nadie desearía ver a su hija bajo la tierra de Chinatown. Pero la realidad es así de brutal.

placeholder El exgobernador de Nueva York, George Pataki. (EFE)
El exgobernador de Nueva York, George Pataki. (EFE)

Y a menos de diez minutos en taxi, al día siguiente, me encontraba en un almuerzo en el University Club escuchando al que ha sido el 53 gobernador de Nueva York. Con menos de seis horas de diferencia, un abismo. Es el club de socios más exclusivo de la ciudad, en el que se repasa el mundo, se discute su futuro y se articulan las estrategias más oscuras para cambiar su rumbo. No están permitidos los teléfonos encendidos. No se pueden hacer fotos. Todo el mundo habla sin levantar la voz y las paredes son como la capilla Sixtina para unos pocos elegidos. Delante de no más de cien personas, George Pataki, confesaba que no recordaba ninguna etapa en la historia de los Estados Unidos en la que sociedad estuviera tan polarizada. Sentía nostalgia del 11 de septiembre, que como nunca consiguió el abrazo entre demócratas y republicanos, en medio de la tragedia y unidos en el Congreso al recitar el 'God Bless America'.

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Estaba y hablaba para presentar su nuevo libro "Más allá de la gran división. Cómo una nación se ha convertido en un vecindario", que sale a la venta el próximo mes de abril. Aseguró que "dispara a todos" y que le va a traer solo enemigos. Sobre la actualidad, afirmó que la derrota de Bloomberg frente a los candidatos Sanders y Biden, ha dejado claro que los americanos están mirando más allá del dinero: "La ideología es lo que busca el votante. Salvo injerencias externas, tan solo Trump puede ganar al propio Trump. La única victoria posible para los demócratas es que descarrile por pura arrogancia".

Nada como haber sido gobernador, en medio de trajes y corbatas en plena Quinta Avenida para hacer horóscopos. Mesas con manteles de hilo, incómodas pero elegantes. Eso es hablar con ventaja y sin réplica. Está de moda. Pero el vecindario al que se refería es lo que cada vez acerca más lo sórdido de Chinatown y a la pulcritud aparente de los pensadores de la Quinta Avenida. Todo se ha vuelto demasiado clandestino, irrespetuoso, bruto, prostituido, visceral y muy radical. O los insultos, o la nada. O la gorda desnuda o la farisea bien vestida llena de desprecio, mala educación, juicios sumarísimos y demasiado mal humor. El cerebro, las neuronas y el sentido común se han vuelto más peligrosos que Doyers Street. Y en medio de todo esto, la esquina sangrienta de la nada.

Doyers es la magia de una calle desierta en medio de la noche en la que el silencio hace un muro invisible con todo un mundo, oculto de luces, gentes, vicios y alegrías. Es la calle del secreto de la felicidad efímera que ya en 1880 el opio rescataba de la realidad a las almas en pena. Según el 'New York Times' era el camino en el que "los sueños celestiales ahuyentan las horas infelices en una guarida subterránea". Es el corazón del laberinto de Chinatown, entre las calles Mott St. Bayard y Pell, donde pasaba y sigue pasando, de todo. Uno de los pocos tramos en todo Manhattan que hace un ángulo de casi 90 grados en el que no se ve la muerte hasta tenerla encima y una de las equinas más sangrientas de la historia de los Estados Unidos. A principios de siglo, la curva de la calle se conoció como "el ángulo sangriento" debido a los numerosos asesinatos entre inmigrantes, bandas callejeras, enfrentamientos entre mafias chinas y blancas.

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