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Luján Artola

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"No puedo respirar"

El racismo es algo tan pegado a la sociedad americana como el kétchup a la hamburguesa. Y no solo hablo del supremacismo blanco de la parte oeste del país

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Todo ocurrió el pasado lunes. Ocho minutos y 46 segundos tuvo el oficial Derek Chauvin su rodilla inmovilizando a George Floyd, de 46 años. Fue detenido bajo la sospecha de haber intentado pagar en una tienda con un billete falso de 20 dólares. Una señora que estaba en la calle grabó el horrible vídeo en el que se le oye suplicar: "No puedo respirar". Unas imágenes no divulgadas hasta ayer muestran un ángulo en el que se ve no solo al policía cuya imagen ha dado la vuelta al mundo, sino que dos agentes más presionaron de la misma forma otras partes del cuerpo de Floyd. La autopsia asegura que su muerte se debió a una combinación de sus condiciones médicas preexistentes, cualquier sustancia tóxica que hubiera en su sistema y el hecho de estar atrapado por la policía.

Foto: Noche de protestas en Mineápolis por la muerte de George Floyd. (EFE)

El fiscal del condado ha arrestado y acusado a Chauvin de homicidio en tercer grado y homicidio involuntario. La familia de Floyd ha solicitado, en cambio, cargo de asesinato en primer grado y ver a los otros oficiales arrestados. Las protestas desde Los Ángeles, Portland, Phoenix, Denver hasta Nueva York han sido desde pacíficas hasta lo más parecido a una guerra. Las imágenes de los asaltos tras reventar los escaparates de grandes almacenes como Target y llevarse ordenadores esquivando cristales que se han visto en los últimos días han sido impactantes. No acabo de ver el tema de 'Me llevo el iPhone XI mientras exijo justicia'. La Casa Blanca y alrededores también cerraron tras una nueva oleada de protestas en Washington. Altavoces y pancartas de día, cadenas de policías, barricadas de fuego, humo y mucho caos por las noches. Y la diferencia de las imágenes de estos días con las de hace dos años, cinco, diez o quince… las mascarillas de la gente en la cara.

Y es que el racismo es algo tan pegado a la sociedad americana como el kétchup a la hamburguesa. Y no solo hablo del supremacismo blanco de la parte oeste del país, sino de los famosos que hablan de los derechos de los afroamericanos que jamás contratarían en sus casas. De los latinos que prosperan y entre ellos bromean si los niños les salen más o menos oscuritos. De los asiáticos que nunca tendrán un jefe blanco porque no existen. Del tiroteo de hace un año en El Paso en el que 22 personas latinas murieron y fue justificado por el asesino como una manera de parar la invasión latina. Y así una lista eterna de blancos contra negros, negros contra blancos, negros contra latinos, chinos contra todos, árabes contra blancos y así todas las combinaciones que quieran hacer.

¿Qué hubiera pasado si el inmovilizado de Mineápolis hubiera sido mexicano? ¿La ola de indignación hubiera sido la misma? ¿Las campañas de las multinacionales hubieran sido las mismas? ¿La famosa marca Nike hubiera cambiado su tradicional lema por este otro "For once, don't do it" (Por una vez, no lo hagas)? ¿Si el aplastado hubiera sido un hombre blanco con pintas extrañas? ¿Si hubiera sido al revés y el policía hubiera sido negro? La respuesta a todo es un NO como el Empire State.

placeholder Manifestantes alzan el puño junto a una tienda en llamas, durante unos disturbios en Minneapolis. (EFE)
Manifestantes alzan el puño junto a una tienda en llamas, durante unos disturbios en Minneapolis. (EFE)

Y digo no porque el racismo es hipócrita y condescendiente. Es el sentimiento nauseabundo que se pega al alma humana y que aflora desde las formas domésticas más repulsivas hasta las barbaridades de dominio público. Desde la discriminación sin disimulo hasta la condescendencia insoportable de una señora elegante humillando a la señora que trabaja en su casa y llevándola por la calle llena de bolsas como si fuera un perchero andante. O la secretaria que un día, a las diez de la mañana me dijo, mientras se ponía ciega de pollo con curry en medio de la oficina, que ella hacía lo que le daba la gana porque como intentaran despedirla demandaría a la compañía por racismo. Yo seguí con mi café y ella se quedó tan ancha. Ella tenía 23 años, la lección muy aprendida y yo era una pringada blanca que no tenía ni idea de la vida. Porque aquí me gritaron un día que era una "jodida europea" y luego me corrigieron que siempre había que decir afroamericano mientras veía a dos hombres insultarse al grito de 'nigger', que es lo más parecido a colmo de la estupidez y de paso, no acordarse de los que se dejaron la vida en la batalla contra la esclavitud.

"Los malvados llenos de tibieza que nunca podrán sostener la mirada ni delante de sus espejos mientras, los más vulnerables, no pueden respirar"

Ayer leí un post de la actriz Julia Roberts en Instagram en el que decía "tengo el privilegio al ser blanca y de poder hacer todas estas cosas sin pensarlo dos veces: puedo hacer 'footing', relajarme en mi casa, pedir ayuda al tener un accidente de coche, poner la música alta, puedo caminar a la tienda de la esquina, comprar en Walmart, llevar un arma reglamentaria, leer un libro en mi coche, preguntar a un policía algo, puedo vivir, respirar (entre otras muchas cosas)… y ser arrestada sin miedo a ser asesinada. Ser blanco es un privilegio. Ahora, tómate un minuto y repasa las experiencias de hoy de una persona negra". Corregir a Julia me cuesta horrores, pero solo hubiera añadido al final: "piensa ahora en todo esto con un hombre blanco lleno de tatuajes y mirada extraña, o en un hombre negro que sale de un Porsche 911 en Beverly Hills y lo primero que vemos es su cara y unos impecables zapatos Tod's. Pásalo".

Ayn Rand, la filósofa y escritora rusa de origen judío que obtuvo la nacionalidad estadounidense decía que siempre hay dos lados para cada asunto: "Uno correcto y uno equivocado y el de en medio, siempre es malvado". Y es que el grito agónico de George Floyd de "no puedo respirar" con la cara ladeada y aplastada contra el suelo y la brutalidad policial es una realidad que nadie sabe cómo solucionar. Donde las armas son parte de los utensilios domésticos. Donde el orgullo de la raza se convierte gracias a la incultura en la tiranía de unos sobre otros. Donde un hombre indefenso fue tratado como un animal. Y luego está ese otro mundo correcto, brillante y americano en el que muchos jóvenes se matan a estudiar en Queens porque de esos libros saben que sale su futuro. Porque ven a sus padres honrados del color que sea dejarse la salud para que ellos no se pierdan la vida. La parte malvada de todo, como siempre, los que salen beneficiados de soltar gasolina y prender fuego. Los que disfrutan con las caras tapadas y las añaden sin pudor a la agenda política. Los malvados llenos de tibieza que nunca podrán sostener la mirada ni delante de sus propios espejos mientras, los más vulnerables, no pueden respirar.

Todo ocurrió el pasado lunes. Ocho minutos y 46 segundos tuvo el oficial Derek Chauvin su rodilla inmovilizando a George Floyd, de 46 años. Fue detenido bajo la sospecha de haber intentado pagar en una tienda con un billete falso de 20 dólares. Una señora que estaba en la calle grabó el horrible vídeo en el que se le oye suplicar: "No puedo respirar". Unas imágenes no divulgadas hasta ayer muestran un ángulo en el que se ve no solo al policía cuya imagen ha dado la vuelta al mundo, sino que dos agentes más presionaron de la misma forma otras partes del cuerpo de Floyd. La autopsia asegura que su muerte se debió a una combinación de sus condiciones médicas preexistentes, cualquier sustancia tóxica que hubiera en su sistema y el hecho de estar atrapado por la policía.

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