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Las discípulas de Trump: señoras de rojo sobre fondo azul
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Luján Artola

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Las discípulas de Trump: señoras de rojo sobre fondo azul

Desde la humildad de esta esquina en forma de columna, temo que gane o pierda, llegue Biden a la Casa Blanca o le dé la tos por el camino, y en España se hinquen las rodillas o se eleven los afectos

Foto: Donald Trump, con sus hijas Ivanka y Tiffany. (Reuters)
Donald Trump, con sus hijas Ivanka y Tiffany. (Reuters)

De todas las mujeres que habitan en la mente y la cartera del presidente Donald Trump, hay un escuadrón de cinco, jerárquicamente superior, que han controlado de manera eficaz, disciplinada y astuta, estos meses (casi un año) de campaña electoral. Mientras desayunamos con los viajes de los hombres y primeras espadas, dispersos estratégicamente por el país encabezando los mítines más sonados y televisivos, ellas han llevado las riendas más lejos de lo que muchos han contado o han querido explicar.

Melania, la esposa abnegada o la pérfida que maneja la cuna —hay opiniones y libros para todos los gustos— se coronó el pasado jueves en Florida con un mitin a favor de la familia tradicional y en defensa de la solidez de su matrimonio, que ha sabido sobrevivir a los ataques más crueles y descarnados por parte de los medios de comunicación. No es habitual verla hablando en público. De hecho, esta fue su segunda aparición en solitario, ya que parece no sentirse cómoda en los escenarios, sonríe tímidamente y no disfruta del júbilo y subidón de los actos multitudinarios. De ella, sí que se han dicho barbaridades de las que supongo no habrá sido fácil recuperarse y aparecer en carne viva ante las masas que gritan, buscan espectáculo y decibelios.

Foto: Melania Trump, junto a su marido en la Conveción Republicana. (Reuters)

El viernes por la noche, colgó en su cuenta de Twitter un vídeo para aclarar la defensa de la Casa Blanca del matrimonio gay y de paso, abordar otro colectivo del que puedan rascarse los últimos votos. Sobria, seria y con mirada dirigida al mundo destacó su estupor ante las críticas a este respecto que recibe Trump: “Me sorprende descubrir que algunas de estas personas poderosas han tratado de pintar a mi esposo como anti-gay o contra la igualdad. Nada podría estar más lejos de la verdad. Rechazo la cultura cancelación y las turbas que silencian, censuran e intimidan a las voces independientes y librepensadores como los conservadores homosexuales. Esta no es la América en la que ninguno de nosotros quiere vivir”.

De la matriarca discreta a la hija elegante: Ivanka. Desde el principio, ha pisado fuerte, y sabe que su marido maneja el poder desde dentro con su cargo de supremo asesor presidencial al que se atribuye directamente la intermediación en la paz de Oriente Medio. Ella también tiene cargo y salario presidencial. Pero no está para de irse a Idaho o Wichita Falls a gritar hagamos una 'América Grande Otra Vez'. El avión privado ha sido su oficina de enlace entre el presidente y toda la élite republicana. La que ronda los cuarenta y los cincuenta y su situación financiera empieza con la letra “B”, de billonarios.

Han sido muchos y exclusivos los actos a los que ha asistido como protagonista y alejada del griterío y las gorras yanquis, ha hecho una campaña electoral subterránea, pero no por ello menos eficaz. La tercera mujer de esta peculiar congregación electoral, Tiffany, de 27 años ha estado dedicada a los jóvenes. También ha participado en numerosos actos, defendiendo a su padre y haciendo promesas en su nombre: empleo, prosperidad, recuperación y derechos civiles. Y después de las “carnales”, las hijas políticas, nunca mejor dicho, y nueras presidenciales.

Lara Trump, casada con Eric, hijo mediano del presidente y Kimberly Guilfoyle prometida de Donald Trump Jr. (padre de cinco hijos y divorciado de su primera mujer). Ambas han sido las reinas de multitud de actos a lo largo y ancho del país. Ambas, presentadoras de televisión y excelentes comunicadoras, saben de qué van los festivales electorales y los han controlado como nadie. Además, han encabezado y dirigido el comité de recaudación de donaciones. A esta última debo las estancias más interesantes en la peluquería. Nada como oírla hablar de lo que disfruta pescando con su novio.

placeholder Donald Trump y su esposa, Melania. (Reuters)
Donald Trump y su esposa, Melania. (Reuters)

Cebos, gusanos y botas altas. La primera vez que la vi, no sabía quién era, pero me quedé pegada al asiento mientras escuchaba esa devoción por la afición de su prometido. Pensé lo que tiene que ser ir una y otra vez a un lago a oler a pescado, pasar frío o calor, mientras tardas horas en silencio a que un pez se digne a morder el anzuelo. Después de varias veces, y unos guardaespaldas en la puerta, me enteré de quien era.

Coincidí otra vez esta semana. Y de repente vi la imagen de las cinco. Iguales en la manera de vestir. Tacones de vértigo, vestidos ajustados, no horteras, pero con curvas demasiado cosidas a golpe de silicona y cirugía estética. Como si sus facciones tuvieran que acompañar a su devoción republicana, juntas, parecen hermanas. Las reinas de una fiesta nacional que allá donde van, abren las puertas de los palacios y son anunciadas por su apellido. Las Trump.

"Entre las cinco tienen más de 20 millones de seguidores en las redes y no hay negocio en Nueva York que no se mate por tenerlas como clientas"

Ellas han controlado durante estos años a sus maridos, sus negocios, sus hijos, sus carreras y sus fiestas como una congregación religiosa fiel a su fundador. Han puesto de moda a los grandes diseñadores europeos a los que luego el gobierno fríe con aranceles. Entre las cinco tienen más de 20 millones de seguidores en las redes sociales y no hay negocio en Nueva York que no se mate por tenerlas en sus listas de clientas 'vip'. Aquí es donde no me encaja la devoción que el padre fundador y sus discípulas crean entre las españolas y españoles. Indago, porque las filias siempre beben de la misma fuente.

Y repaso los mensajes que estoy recibiendo en los que me invitan a unirme a cadenas de oración para que Trump vuelva a ganar: “El día 3 nos jugamos todos mucho. Tiene que ganar porque es el único referente moral que queda en la política mundial. El único presidente pro-vida. El único que desafía a todos sin complejos.” Y así, muchos mensajes y demasiadas plegarias que tienen en esta cita electoral americana, el corazón español en un puño. Y creo en la buena intención de las personas, tanto como en la desinformación de trazo grueso populista que con titulares y emoticonos desbordan el intelecto de los que hoy, en 2020 y en medio de una pandemia, me apremian a definirme del bando nacional o del republicano.

"Creo en la buena intención de las personas, tanto como en la desinformación de trazo grueso populista, con titulares y emoticonos"

Y ahí, me dan las bajadas de tensión. Porque se me superponen las imágenes de ellas, y de sus fans transoceánicos con los que comparto patria y pasaporte. Porque veo cómo Donald Trump ha sido la excusa y la coartada para los que tenían miedo de que les llamaran fachas. Porque me acuerdo del diagnóstico del economista Branko Milánovic y su famosa curva del elefante de la desigualdad en el mundo. Y veo en la trompa del mamífero a esa masa de ricos que pueden permitirse ser populistas decorando todo con una pátina de supuestos ideales, banderas a las que echan incienso sin ningún pudor y confunden a los que leen solo titulares.

Y en medio de todo este espectáculo tan calcado en Estados Unidos y en España (menos en las sobredosis de bótox) me resguardo en la sobriedad de un maestro que desde lo genuino y rural supo explicar el mundo: Miguel Delibes y sus herejes, sus horas con Mario, sus caminos y esa 'Señora de rojo sobre fondo gris' que nada tiene que ver con las que desfilan por estos campos de rascacielos electorales. Puede ser nostalgia o aburrimiento. Pero me gusta imaginar qué dirían los difuntos a los que admiro sobre esta España que idolatra, venera y reza por la victoria de Donald Trump. Desde la humildad de esta esquina en forma de columna, temo que gane o pierda, llegue Biden a la Casa Blanca o le dé la tos por el camino, y en España se hinquen las rodillas o se eleven los afectos, veremos que ninguno “ve más allá del común de los mortales ni tiene el ojo enseñado a mirar” sino que, por el contario, nos llevan directos desde la ceguera azul y roja al tono más gris de nuestra historia.

De todas las mujeres que habitan en la mente y la cartera del presidente Donald Trump, hay un escuadrón de cinco, jerárquicamente superior, que han controlado de manera eficaz, disciplinada y astuta, estos meses (casi un año) de campaña electoral. Mientras desayunamos con los viajes de los hombres y primeras espadas, dispersos estratégicamente por el país encabezando los mítines más sonados y televisivos, ellas han llevado las riendas más lejos de lo que muchos han contado o han querido explicar.

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