Es noticia
Berlusconi y la gran belleza
  1. Mundo
  2. Bloglobal
Rubén Amón

Bloglobal

Por

Berlusconi y la gran belleza

Se ha producido un cambio de era en la política y en la sociedad italiana. Se desprende de la defunción de Berlusconi como se sobrentiende en

Foto: Silvio Berlusconi, rodeado por senadores italianos tras pedir Letta un voto de confianza (Reuters).
Silvio Berlusconi, rodeado por senadores italianos tras pedir Letta un voto de confianza (Reuters).

Se ha producido un cambio de era en la política y en la sociedad italiana. Se desprende de la defunción de Berlusconi como se sobrentiende en La gran belleza, una deslumbrante película de Sorrentino que retrata en un fresco de alegorías y miserias la frivolidad de una sociedad que cuchichea en un escenario inmerecido.

Me refiero a Roma y al impacto teatral de la ciudad. Sorrentino ha osado concebir su Dolce vita. Se ha atrevido a filmar la segunda parte de la película, ha repasado los fetiches urbanos de Fellini -via Veneto, entre ellos-, incluso ha redundando en la iconoclastia religiosa y aristocrática del maestro. Y ha resultado ileso.

No se parece en nada el tipo a Berlusconi, pero su reacción verbal podría formar parte del repertorio a la vez providencial y victimista del Cavaliere. Suponemos que la historia lo absolverá, como tantos mesías incomprendidos. Mientras tanto, su evacuación de la política representa un bálsamo para la democracia italiana y europea

Cualquier aspirante a semejante profanación habría abdicado en medio del rodaje o habría hecho el ridículo. Sorrentino, en cambio, concibe desde su personalidad estética y filosófica una de las mejores películas del siglo XXI a expensas de la decadencia.

Sucede además que La gran belleza retrata un fin de época, como el Gatopardo de Visconti. La película sobrecoge en sí misma sin necesidad de instrumentarla con lecturas sociológicas. Pero las tiene. Desde el privilegio con que van a disfrutarla los romanos hasta las connotaciones políticas de un siniestro personaje que termina arrestado en su fortaleza: “Nunca me agradecerán lo suficiente lo que he hecho por este país”.

No se parece en nada el tipo a Berlusconi, pero su reacción verbal podría formar parte del repertorio a la vez providencial y victimista del Cavaliere. Suponemos que la historia lo absolverá, como tantos mesías incomprendidos. Mientras tanto, su evacuación de la política representa un bálsamo para la democracia italiana y europea.

Silvio Berlusconi ha sido un problema tanto como ha sido un síntoma. Impresionaba que un magnate pudiera prevenirse de la cárcel con sus leyes a medida y utilizara el poder como garantía política de su imperio industrial, pero la moraleja implícita de La gran belleza parece emular al economista italiano Sylos Labini cuando decía que la corrupción, en sentido amplio, no se abre camino en una sociedad civil sana.

Tanto vale la reflexión para nuestros conflictos domésticos. Entiendo que la clase política pueda exponerse al escarnio como depositaria de una mayor responsabilidad. Entiendo menos que “la ciudadanía” -es la expresión con que Ada Colau se atribuye el liderazgo de la indignación- adopte comportamientos infantiles para disociarse de las enfermedades sociales endémicas o se recree en la conveniencia del engaño.

placeholder

El juego predilecto de la izquierda

Berlusconi no habría existido sin una identificación sociológica. Es cierto que Il Cavaliere disponía de los medios absolutos para fomentarla, empezando por sus televisiones, pero la anomalía italiana estaba arraigada en la complicidad, cuando no en la connivencia de sus votantes y de sus telespectadores. Que tantas veces eran los mismos.

Impresionaba que un magnate pudiera prevenirse de la cárcel con sus leyes a medida, pero la moraleja implícita de La gran belleza parece emular al economista Sylos Labini, cuando decía que la corrupción, en sentido amplio, no se abre camino en una sociedad civil sana

Y formaba parte, la anomalía también, del juego predilecto de la izquierda: el antiberlusconismo facilitaba la disputa, disimulaba la ausencia de un proyecto y de un programa, eludía la obligación de aliviar la putrefacción del país.

La ventaja de la sinistra es que el sacrificio del Cavaliere ha coincidido con la irrupción de Matteo Renzi. Le rodean las sospechas de mesianismo, pero el contexto catártico no excluye otras garantías. Italia pone fin a la gerontocracia con un político de 38 años que no reniega del sistema ni se adscribe al maniqueísmo ideológico.

Lo han arropado el 68% de los militantes y simpatizantes, de tal manera que el plebiscito y la oportunidad de sepultar a una derecha dividida y desberslusconizada sugieren la capitulación de Enrico Letta como primer ministro en beneficio de unos comicios primaverales. Confirmándose, si hubiera dudas, que el gran rival de la izquierda italiana ha sido siempre la izquierda italiana. A Prodi se lo cargaron una vez los trotskistas y otra su amigo Veltroni. A Letta va a devorarlo un caníbal florentino en el tiempo de la gran belleza.

Se ha producido un cambio de era en la política y en la sociedad italiana. Se desprende de la defunción de Berlusconi como se sobrentiende en La gran belleza, una deslumbrante película de Sorrentino que retrata en un fresco de alegorías y miserias la frivolidad de una sociedad que cuchichea en un escenario inmerecido.

Silvio Berlusconi Política Roma