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EEUU 'se pone verde frente' a Chavez & Co

La carrera por la independencia frente al petróleo se ha acelerado en Estados Unidos desde que el presidente venezolano Hugo Chávez se atrevió a llamar “demonio”

La carrera por la independencia frente al petróleo se ha acelerado en Estados Unidos desde que el presidente venezolano Hugo Chávez se atrevió a llamar “demonio” al presidente norteamericano George W. Bush hace más de un año en la cumbre de las Naciones Unidas. “El demonio vino aquí ayer, justo aquí”, dijo Chávez en septiembre del 2006. “Todavía hoy huele a sulfuro”. Los dignatarios allí presentes no pudieron evitar la risa, pero, más adelante, la frase provocó en Estados Unidos un boicot del crudo venezolano y una oleada de titulares, algunos urgiendo a la administración el fomento de energías alternativas al petróleo. En concreto, el famoso autor del libro The World is Flat, Thomas L. Friedman, escribió inmediatamente después del incidente en el New York Times que la subida de los precios del crudo estaba contribuyendo al aumento del poder de líderes autoritarios como Chávez o el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, y que el desarrollo de fuentes de energía alternativas sería la mejor solución para hacerles frente.

En aquel momento, el barril de crudo se vendía en los mercados internacionales a 60 dólares y el galón de gasolina en Estados Unidos a tres dólares. Según Friedman, estos precios estaban estimulando las grandes inversiones en energías alternativas, razón por la cual se hacía necesario mantenerlos e incluso incrementarlos. “Es la única vía de romper permanentemente con nuestra adicción al petróleo y de liberarnos así de tener que escuchar a estos “petro-autoritarios”, cuyo orgullo se apoya exclusivamente en su petróleo”, dijo Friedman. A lo largo del año siguiente a esta misma editorial, el movimiento “verde” en Estados Unidos comenzó a cobrar un protagonismo sin precedentes.

Se comenzó a tratar como tema fundamental en las agendas políticas de los principales partidos; el Congreso norteamericano, liderado por los Demócratas, comenzó a favorecer la inversión en energías alternativas; las principales corporaciones norteamericanas como Home Depot, Ford o Wal-Mart introdujeron iniciativas medioambientales dentro de sus estrategias, y hasta el presidente Bush, que en algún momento declaró no creer en las teorías del calentamiento global, se sumó este verano a la iniciativa internacional de rebajar las emisiones de CO2. "Los Estados Unidos se toma este tema muy seriamente," dijo Bush el pasado junio en Washington D.C. La guinda del movimiento fue el reconocimiento internacional del activismo medioambiental del antiguo vicepresidente Al Gore este octubre, cuando ganó el Premio Nobel de la Paz.

Vivir estos días en Estados Unidos es vivir escuchando y leyendo cada hora del día la multitud de noticias acerca del movimiento “verde” y las campañas publicitarias que lo promueven. Esta semana, la noticia “verde” más destacada ha sido el nombramiento de Al Gore como socio estratégico de Kleiner Perkins Caufield & Byers, una firma de capital riesgo de Silicon Valley cada vez más enfocada en inversiones tecnológicas medioambientales. El convencimiento por parte de la mayoría de que el calentamiento global es el resultado de la acción del hombre –que aparentemente ha provocado el compromiso empresarial con el movimiento medioambiental- despierta aún dudas.

John R. Christy, miembro del Grupo Intergubernamental del Cambio Climático, que ganó el Nobel junto con Al Gore, escribió a principios de noviembre un editorial en el Wall Street Journal en el que manifestó sus dudas de que el hombre tuviera algo que ver con el calentamiento del planeta. Y John Coleman, el fundador del famoso canal de televisión The Weather Channel, dijo recientemente que la teoría de que el hombre es la principal causa del calentamiento global es la mayor estafa de la historia. Independientemente de las posibles razones detrás del auge del movimiento medioambiental lo cierto es que la revolución “verde” tendrá no sólo importantes consecuencias para el cuidado de la tierra, sino también para la salud de las relaciones internacionales.

La carrera por la independencia frente al petróleo se ha acelerado en Estados Unidos desde que el presidente venezolano Hugo Chávez se atrevió a llamar “demonio” al presidente norteamericano George W. Bush hace más de un año en la cumbre de las Naciones Unidas. “El demonio vino aquí ayer, justo aquí”, dijo Chávez en septiembre del 2006. “Todavía hoy huele a sulfuro”. Los dignatarios allí presentes no pudieron evitar la risa, pero, más adelante, la frase provocó en Estados Unidos un boicot del crudo venezolano y una oleada de titulares, algunos urgiendo a la administración el fomento de energías alternativas al petróleo. En concreto, el famoso autor del libro The World is Flat, Thomas L. Friedman, escribió inmediatamente después del incidente en el New York Times que la subida de los precios del crudo estaba contribuyendo al aumento del poder de líderes autoritarios como Chávez o el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, y que el desarrollo de fuentes de energía alternativas sería la mejor solución para hacerles frente.

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