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Una provocativa teoría sobre Iraq

En un contexto de pesimismo generalizado sobre el liderazgo de Estados Unidos en el mundo, la semana pasada llamó la atención de la prensa tradicional una

En un contexto de pesimismo generalizado sobre el liderazgo de Estados Unidos en el mundo, la semana pasada llamó la atención de la prensa tradicional una provocativa teoría, que contempla la criticada invasión de Iraq como la mejor decisión jamás tomada por un gobierno norteamericano para perpetuar su predominio mundial.

“¡Roma está en llamas, hijo!”, le dice a su estudiante el profesor universitario Stephen Malley, interpretado por Robert Redford en su reciente película, Lions for Lambs.

Haciendo eco de la contundente frase de Redford, el columnista del Financial Times Gideon Rachman describe el pesimismo de la clase intelectual norteamericana sobre el papel de Estados Unidos en el mundo en su columna de la semana pasada, “América Pierde Fe en el Imperialismo”.

Para muchos intelectuales norteamericanos, la razón fundamental de dicho pesimismo es el fracaso de la invasión de Iraq, pero existen otras razones que lo alimentan, como el déficit fiscal del país, la debilidad del dólar o la inminente recesión de la economía norteamericana.

El Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, que asesorará al PSOE en el diseño de su próxima campaña electoral, critica en el número de diciembre de la famosa revista norteamericana, Vanity Fair, la mala gestión económica del presidente George W. Bush y sus desastrosas consecuencias para el país.

Entre las varias críticas, Stiglitz dedica un apartado a la guerra en Iraq, que, en opinión del Nobel, ha drenado recursos que podrían haber satisfecho necesidades públicas de verdadera urgencia, como el sistema de la seguridad social, la inversión en educación y tecnología o el cuidado de las infraestructuras del país.

“No es una amenaza que América se vea reemplazada como la economía más rica del mundo”, escribe Stiglitz. “Pero nuestros nietos seguirán luchando contra las consecuencias económicas del señor Bush”.

En medio del pesimismo generalizado, el periodista norteamericano Jim Holt, columnista de las respetadas revistas, The New Yorker y The New York Times Magazine sorprendió recientemente en el London Review of Books con un artículo que contempla la posibilidad de que la criticada invasión a Iraq se convierta en el mayor éxito de la historia de los Estados Unidos.

Bajo el título, “Es el Petróleo”, Holt elabora una teoría que detalla paso por paso la secreta estrategia de Bush y el vicepresidente Dick Cheney en Iraq. Haciendo uso de la información proporcionada por periódicos como The Wall Street Journal, The New York Times y The Washington Post, Holt ha sido el primer periodista norteamericano en indicar públicamente la posibilidad de que la verdadera motivación de la invasión sea el petróleo iraquí, algo que hasta ahora ninguna autoridad norteamericana se ha aventurado a confirmar.

Ninguna, excepto Alan Greenspan. “Me entristece el hecho de que sea políticamente incorrecto reconocer lo que todo el mundo sabe”, escribe Greenspan en su autobiografía, ‘la guerra en Iraq se debe fundamentalmente al petróleo’.

Holt utiliza numerosos hechos para dar fundamento a su teoría: el valor del petróleo iraquí estimado en unos 30 billones de dólares; el establecimiento de bases norteamericanas permanentes, como la base aérea de Balad (el reflejo de un auténtico suburbio norteamericano con sus cines, sus cadenas de comida rápida y sus campos de golf); la construcción de la grandiosa embajada de Estados Unidos; el diseño de una ley por parte de los norteamericanos que pretende la privatización del petróleo iraquí para dejarlo en manos de las compañías occidentales y la firma de varios acuerdos entre la región del Kurdistán y varias compañías petroleras, como la norteamericana Hunt Oil.

El artículo de Holt no sólo apunta al petróleo como la verdadera razón de la guerra, sino que da un paso más allá al decir que, de alcanzarse los objetivos inicialmente trazados por Bush y Cheney, la invasión a Iraq podría convertirse en la mejor decisión jamás tomada por un gobierno de los Estados Unidos para garantizar su predominio político y económico en el mundo. Puede que, después de todo, el imperio no haya hecho más que comenzar.

En un contexto de pesimismo generalizado sobre el liderazgo de Estados Unidos en el mundo, la semana pasada llamó la atención de la prensa tradicional una provocativa teoría, que contempla la criticada invasión de Iraq como la mejor decisión jamás tomada por un gobierno norteamericano para perpetuar su predominio mundial.