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El necesario acuerdo sobre el abismo fiscal: “Lo de Grecia parecerá un pícnic”
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José Antonio Gurpegui

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El necesario acuerdo sobre el abismo fiscal: “Lo de Grecia parecerá un pícnic”

Preconizaban los mayas el fin del mundo para la semana pasada, pero algún que otro gurú de las finanzas lo augura para este fin de año

Preconizaban los mayas el fin del mundo para la semana pasada, pero algún que otro gurú de las finanzas lo augura para este fin de año si antes no se alcanza el acuerdo presupuestario que evite el temido “abismo fiscal”, según la terminología de Ben Bernanke, en los Estados Unidos. Alguno de ellos incluso ha llegado a escribir que, de no llegar a un pacto, “lo de Grecia parecerá un pícnic”.

 

La retirada del ‘Plan B’ de John Boehner, el portavoz republicano en el Congreso, ante la falta de apoyo de sus propios correligionarios ha llevado la situación hasta unos límites que, particularmente, ni tan siquiera consideraba tras los resultados de las elecciones presidenciales el pasado noviembre. El rechazo al referido ‘Plan B’ por los republicanos más beligerantes tiene que ver con el principio de que “no llegar a un acuerdo es mejor que llegar a un mal acuerdo”.

La incertidumbre es absoluta y se refleja tanto en el nerviosismo imperante en Wall Street como en las declaraciones de los principales actores; el propio Boehner ha manifestado que “solo Dios sabe lo que ocurrirá” refiriéndose a las negociaciones de estos próximos cuatro días. También Obama, que ha interrumpido sus vacaciones navideñas en Hawái para trasladarse a Washington, ha utilizado una suerte de complejo retruécano narrativo, “hopeless optimism” (“desesperanzado optimismo”), para mostrar su estado de ánimo.

La reforma impositiva que proponía el programa electoral de Romney pueda ser un punto de partida sobre el que negociar. También tienen margen los republicanos en el recorte en los gastos de Defensa, que para ellos parecen ser tan intocables como para Obama los de Sanidad y desempleo. Y es probable que también entre en la negociación el techo de gasto y el porcentaje final de su reducción.Sobre el tapete se están jugando el futuro económico de los Estados Unidos -e indudable e inevitablemente algo nos tocará a los europeos- que entraría de nuevo en recesión a partir de enero al iniciarse un recorte en torno a los 700.000 millones de dólares del déficit presupuestario federal. El objetivo es la reducción del déficit, pero los problemas surgen al abordar el “cómo”. El presidente propone una subida de impuestos que pondría fin a la “Bush era tax cuts”, opción no válida para los republicanos, que abogan por un drástico recorte del gasto público.

Además del ámbito puramente económico de los billones y trillones de dólares de ahorro en los próximos diez años, las cuestiones en torno al “cómo”, dado el cariz que están tomando los acontecimientos, también propician una lectura eminentemente política. El primer interrogante que podemos plantearnos es por qué apenas se prestó atención a este tema, al parecer de tintes casi apocalípticos, en las pasadas elecciones. La respuesta se antoja esquiva, aunque probablemente la causa sea la misma por la que tampoco se debatieron en profundidad los temas relativos al aborto o las parejas homosexuales: ambos candidatos entendían que se trataba de un terreno resbaladizo donde podían perder más que ganar.

Pero ahora la situación, tanto para Obama como para los congresistas republicanos, es radicalmente distinta a la de 2010, cuando se acordó ampliar hasta finales de este año las medidas impositivas adoptadas por la Administración Bush. Obama ha sido reelegido y finalmente puede desarrollar los ajustes fiscales que defendió en 2008 y ahora en 2012. Si no pudo cumplir su programa de 2008 se debió fundamentalmente a la debilidad económica del país en ese momento. Ahora, entiende, se encuentra políticamente legitimado por el resultado de las urnas para llevar a cabo su política impositiva; y los Estados Unidos han iniciado el camino de la recuperación económica. Su política social, radicalmente distinta a la de Romney, fue uno de los pilares sobre los que fundamentó su campaña electoral y resultó ser el acicate para muchos de sus votantes. Dudo mucho de que Obama entre ni siquiera a negociar recortes, propuestos por los republicanos, en asuntos tan delicados, y en los que ha conseguido significantes victorias, como la sanidad o el subsidio de desempleo.

Los republicanos, por el contrario, se encuentran ante una situación mucho más delicada. Ahora son los congresistas quienes ya ven en el horizonte los comicios electorales y su hipotética reelección dependerá, en buena medida, de su actuación en este tema. Por ahora van perdiendo en lo relativo a la opinión pública y, pese a la referida máxima del “no acuerdo” y “mal acuerdo”, la perspectiva de volver a guarismos de tasa impositiva en torno al 40% de la época Clinton puede incluso repercutir de forma negativa en su reelección. Todo ello sin olvidar que carecen de un líder -Boehner ha demostrado que no lo es- con el suficiente prestigio y carisma como para representar una clara alternativa.

Tal vez precisamente por ello, la reforma impositiva que proponía el programa electoral de su candidato Mitt Romney pueda ser un punto de partida sobre el que negociar. También tienen margen en el recorte en los gastos de Defensa, que para ellos parecen ser tan intocables como para Obama los de sanidad y desempleo. Y es probable que también entre en la negociación el techo de gasto y el porcentaje final de su reducción.

El tiempo apremia y los cuatro días que faltan hasta final de año pueden no ser suficientes para llegar a un compromiso final. Ninguna de las partes desea una nueva ampliación del pacto alcanzado en 2010. No es descartable que alcancen algún tipo de acuerdo transitorio que les conceda un margen de algunas semanas. Sea como fuere, el pacto deberá llegar necesariamente, y si el primero de enero los Estados Unidos dan el fatídico paso al vacío del abismo, lo harán como los aficionados al puenting, con los tobillos sujetos a una cinta elástica que les salvará de estrellarse contra el suelo y volverá a impulsarlos hacia la plataforma.

Preconizaban los mayas el fin del mundo para la semana pasada, pero algún que otro gurú de las finanzas lo augura para este fin de año si antes no se alcanza el acuerdo presupuestario que evite el temido “abismo fiscal”, según la terminología de Ben Bernanke, en los Estados Unidos. Alguno de ellos incluso ha llegado a escribir que, de no llegar a un pacto, “lo de Grecia parecerá un pícnic”.