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La historia de éxito de Túnez, la esperanza democrática del islam
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La historia de éxito de Túnez, la esperanza democrática del islam

Hace más de 20 años, el erudito Samuel Huntington estableció su famosa "prueba de dos alternancias" para las democracias incipientes. Sostuvo que sólo puede decirse que

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Hace más de 20 años, el erudito Samuel Huntington estableció su famosa "prueba de dos alternancias" para las democracias incipientes. Sostuvo que sólo puede decirse que un país es una democracia consolidada cuando ha habido dos transiciones pacíficas de poder. La semana pasada, con su segunda elección parlamentaria, Túnez pasó la prueba de Huntington.

El relativo éxito de Túnez se encuentra en un marcado contraste con el fracaso abismal de Egipto, el país más grande y otrora el más influyente del mundo árabe. Al igual que en Túnez, los egipcios también derrocaron a un dictador hace tres años. Pero después de un breve experimento con la democracia, en el cual se eligió a los Hermanos Musulmanes y luego estos abusaron de su autoridad, en la actualidad el país es una dictadura.

Recientemente le pregunté a un laico, un liberal egipcio de El Cairo que estuvo involucrado en el levantamiento contra Hosni Mubarak, si el régimen actual se sentía como un regreso al viejo orden. "Oh, no", dijo. "Esto es mucho más brutal, represivo y cínico que el régimen de Mubarak". El lunes, el presidente de Egipto, Abdel Fatah al-Sissi, emitió un decreto que permitirá el juicio de más civiles en tribunales militares.

¿Por qué Túnez triunfó donde fracasó Egipto? Los analistas de los dos países han dado innumerables respuestas, pero la más común es que los islamistas de Túnez simplemente eran mejores que los de Egipto. En ambos países, los partidos islamistas ganaron la primera elección. Pero como muchos comentaristas han señalado, el partido Ennahda de Túnez, que es un equivalente aproximado de la Hermandad Musulmana de Egipto, trató de compartir el poder, mientras que sus hermanos egipcios no lo hicieron. Ennahda no ha tratado de instituir la sharia; a principios de este año, cuando se enfrentó a las protestas populares, declaró su respeto a las leyes progresistas de Túnez en materia de derechos de las mujeres, y cedió voluntariamente el poder a un gobierno de unidad nacional y tecnócrata.

La lección parece ser que Túnez simplemente tuvo suerte: sus islamistas eran los buenos, la excepción a la regla de que los islamistas son teócratas cuyo compromiso con la democracia se extiende a un sólo hombre, a un voto, a una época.

Pero Tarek Masoud, autor de un nuevo libro fascinante sobre los islamistas y las elecciones titulado Contando el Islam, sugiere que el éxito de Túnez y el fracaso de Egipto no tienen que ver con las cualidades de sus islamistas, sino con profundas diferencias en los entornos políticos de esos países. En Egipto, sostiene Masoud, los islamistas fueron capaces de vencer a los partidos seculares en las primeras elecciones, después del derrocamiento de Mubarak, porque ellos pudieron contar con la rica cadena de mezquitas y asociaciones islámicas del país para llegar a los ciudadanos corrientes. Los partidos laicos no tenían nada semejante. Y así, tras perder elección tras elección, volvieron a echar mano del Ejército para anular los resultados de las urnas.

Túnez era otra historia, afirma Masoud. Más desarrollada, más urbana, más alfabetizada y más globalizada que Egipto, Túnez tenía una sociedad civil más rica que la de Egipto (sindicatos más fuertes, asociaciones cívicas, grupos profesionales) y por ello había una cierta igualdad entre los islamistas y sus oponentes.

Aunque los islamistas tuvieron éxito en las primeras elecciones de Túnez, también lo tuvieron los no islamistas. Ennahda fue quien recibió más votos en la primera legislatura del país elegida democráticamente, pero su mayoría fue mucho menor que la de los partidos islamistas en Egipto, por lo que tuvo que gobernar en coalición con dos partidos laicos.

No compartió el poder porque fuera mejor que los Hermanos Musulmanes, sino porque tenía que hacerlo. Y los opositores de Ennahda, en lugar de llamar al ejército, se adhirieron al juego democrático incluso después de su derrota, porque, a diferencia de los partidos laicos egipcios, sentían acertadamente que tenían la oportunidad de ganar en el futuro. Túnez tiene la suerte de que su ejército ha estado siempre subordinado a la autoridad civil.

En 1939, Walter Lippmann dijo que la resistencia de la democracia se basaba en un "equilibrio lo suficientemente equitativo del poder político" entre el Gobierno y la oposición, por lo que la primera no se vuelve "arbitraria", y la segunda "revolucionaria e irreconciliable". Masoud señala que en Túnez había equilibrio de poder, pero no en Egipto. "Los muchos testimonios sobre la perspicacia de los líderes políticos de Túnez, la moderación de sus islamistas, y el respeto de sus soldados por las instituciones civiles ocultan una realidad mucho más fundamental", dice. "Túnez ofreció un terreno más fértil para el pluralismo".

Por supuesto que puede ser demasiado pronto para celebrar el éxito de Túnez. Se enfrenta a una tasa de desempleo juvenil de alrededor del 30%. El Gobierno también está luchando contra militantes islamistas en el país, e informes recientes han revelado que la única democracia del mundo árabe es también su mayor exportadora de soldados para adherirse al Estado Islámico (un posible motivo es que Túnez es un país relativamente abierto y sus yihadistas no se sienten cómodos allí).

Pero el éxito de Túnez (hasta ahora) no sugiere que haya algo en el islam o en la sociedad árabe que imposibilite el arraigo de la democracia. Como en cualquier lugar, se necesitan algunas condiciones favorables, un buen liderazgo, y tal vez un poco de suerte.

(c) 2014, Washington Post Writers Group.

Hace más de 20 años, el erudito Samuel Huntington estableció su famosa "prueba de dos alternancias" para las democracias incipientes. Sostuvo que sólo puede decirse que un país es una democracia consolidada cuando ha habido dos transiciones pacíficas de poder. La semana pasada, con su segunda elección parlamentaria, Túnez pasó la prueba de Huntington.

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