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Los EEUU de Trump serían una república bananera

La campaña del magnate se parece a las del peronismo en Latinoamérica, que promueven la figura del hombre fuerte por encima de cualquier conjunto de ideas

Foto: Donald Trump, durante su discurso de cierre de la Convención Nacional Republicana, el 21 de julio de 2016 (EFE)
Donald Trump, durante su discurso de cierre de la Convención Nacional Republicana, el 21 de julio de 2016 (EFE)

A lo largo de los años, he visto campañas en países del Tercer Mundo en el que un candidato acusa al otro de ser un criminal, a veces incluso amenazando con encarcelar a su oponente si es elegido. Pero no recuerdo nada así en ninguna democracia occidental. Hasta esta semana. La Convención Republicana ha sido colorida y caótica, pero, por encima de todo, ha estado consumida por una rabia justiciera, completada con falsos fiscales, juicios farsa y muchedumbres gritonas. La imagen que se ha presentado al mundo ha sido la de EEUU como una república bananera.

Hemos caído tan bajo y tan rápido que a veces se hace difícil recordar que esto no es normal. Hace solo ocho años que el candidato republicano, John McCain, interrumpió a uno de sus partidarios que estaba diciendo que Barack Obama era un árabe y por lo tanto sospechoso, para explicar que su oponente era de hecho “un ciudadano decente y hombre de familia, con el que simplemente estoy en desacuerdo en cuestiones fundamentales”.

Contrastemos esto con el tono de esta campaña, marcado desde el principio por Donald Trump, quien ha insistido repetidamente en que Hillary Clinton merece estar en prisión. Ha llegado a prometer que si sale elegido, su fiscal general reabrirá los libros y “echará un buen vistazo” a la posibilidad de imputarla, tras concluir él mismo que es “más culpable que el infierno”. Esto podría haber pasado en un país latinoamericano… hace treinta años.

Esta Convención ha estado dominada por el odio a Clinton porque esa es la única idea que unifica al Partido Republicano en este momento. La gente ha elegido a un candidato que no cree en la ideología que ha inspirado a los líderes republicanos durante décadas: libre mercado y libre comercio, bajos impuestos, un gobierno limitado, desregulación, reforma del estado del bienestar y una política expansionista. En una desalentadora entrevista con el 'New York Times', Trump ha anunciado que tal vez no cumpla con las garantías de seguridad que la OTAN da a los aliados europeos de EEUU, prácticamente invitando a Vladimir Putin a desestabilizar Europa del Este. Esto es un punto de ruptura no solo con siete décadas de política exterior republicana sino también con un compromiso estadounidense clave que ha mantenido la paz desde 1945. Es el comentario más irresponsable hecho por un candidato presidencial en épocas modernas.

Y sin embargo ya no sorprende. Trump ni siquiera finge tener una ideología. Su principal idea es que él es grande, y si el país le elige, él lo hará más grande. “Compartid mi gloria”, grita Evita en la producción de Andrew Lloyd Webber, que es también lo que Trump promete a sus seguidores. Es irónico que Trump haga campaña contra los inmigrantes latinos dado que su campaña parece reflejar las de los peronistas de Latinoamérica, que creen en el hombre fuerte por encima de cualquier conjunto de ideas.

Ese sentimiento peronista lo refuerza el embarazoso énfasis en los hijos de Trump, que han sido filmados a lo largo de la Convención sonriendo de forma beatífica y saludado a multitudes reverenciales desde su tarima real. Al viejo estilo dinástico, son sus subalternos clave en los negocios y la campaña. Uno de los puntos fuertes de cada noche ha sido el discurso de un miembro de la familia. Ninguno de los cinco antiguos nominados por el Partido Republicano (dos de los cuales fueron elegidos presidentes) habló, pero el gerente de las Bodegas Trump tuvo su buen espacio, igual que una asistente de los hijos.

El Partido Republicano se ha abandonado en manos de una sola familia y sus intereses comerciales. Su Convención se ha convertido en una plataforma en horario de máxima audiencia para la mejora de la fama y fortuna de esa familia. Pase lo que pase con el partido, el país y el mundo, la marca Trump saldrá de esta elección siendo todavía más famosa, y por tanto con muchas más posibilidades de adjuntar su nombre a apartamentos, clubes de golf, trajes y cursos de autoayuda. De hecho, gane o pierda, una consecuencia de estas elecciones puede ser que, finalmente, Donald Trump valga lo que él mismo asegura.

A lo largo de los años, he visto campañas en países del Tercer Mundo en el que un candidato acusa al otro de ser un criminal, a veces incluso amenazando con encarcelar a su oponente si es elegido. Pero no recuerdo nada así en ninguna democracia occidental. Hasta esta semana. La Convención Republicana ha sido colorida y caótica, pero, por encima de todo, ha estado consumida por una rabia justiciera, completada con falsos fiscales, juicios farsa y muchedumbres gritonas. La imagen que se ha presentado al mundo ha sido la de EEUU como una república bananera.

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