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Negocios de comida rápida que trafican con personas: tras Bielorrusia y Polonia, ruta a Alemania
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María Ferreira

El velo invisible

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Negocios de comida rápida que trafican con personas: tras Bielorrusia y Polonia, ruta a Alemania

De enero a julio de 2021 se registró la entrada de 26 personas en Alemania por la ruta Bielorrusia-Polonia. En octubre se han registrado 5.000 usando la misma ruta

Foto: Inmigrantes en Bielorrusia intentando cruzar la frontera polaca. (BelTA/Leonid Scheglov/Reuters)
Inmigrantes en Bielorrusia intentando cruzar la frontera polaca. (BelTA/Leonid Scheglov/Reuters)

"Tienes que entender / que nadie pone a sus hijos en un barco / a no ser que el agua sea más segura que la tierra. / quién escogería pasar días / y noches en el estómago de un camión / a no ser que las millas de viaje / signifiquen algo más que el viaje". Warsan Shire

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"¿Tenéis espacio para materia prima?", pregunta alguien por teléfono.

"¿Cuántos son?", contesta el dueño de un negocio de comida rápida en una pequeña ciudad del este de Alemania.

Se refieren a personas. Hablan de migrantes en términos de producto. Calculan cuántos pueden caber entre los kilos de falafel precocinados. En los últimos meses han llegado a trasladar hasta diez en un mismo día.

Según los datos oficiales, desde enero a julio de 2021 se registró la entrada de 26 personas que habían utilizado la ruta de Bielorrusia-Polonia. En octubre, el número de migrantes que habían llegado a Alemania utilizando la misma ruta llegaba a los 5.000, en su mayoría desde Oriente Medio.

Miles de viajeros arriesgan sus vidas atravesando una Europa congelada de fronteras militarizadas. Por el camino les van robando la identidad; poco importan sus planes, a quién o qué dejaron atrás, sus títulos de médicos e ingenieros que quizá sirvan de nada en el país de destino, sus ganas de estudiar o trabajar. Se convierten en inmigrantes ilegales, en refugiados, se les nombra en términos que han perdido todo su significado humanitario. Inmigrantes como moneda de cambio. Inmigrantes-amenaza. Inmigrantes a los que usar en las promesas electorales. Inmigrantes convertidos en un negocio millonario del que cada vez más gente trata de beneficiarse.

Según la Europol, el denominador común del tráfico ilícito es el beneficio que se obtiene de facilitar el viaje de los migrantes ilegales. Los precios varían según las rutas, los medios de transporte y servicios prestados.

Desde que comenzó el conflicto en la frontera de Bielorrusia con Polonia, la demanda se ha intensificado. “En Brandenburgo hay al menos un negocio de comida rápida que se dedica a la inmigración ilegal”, cuenta Fatema, trabajadora de servicios sociales. “Todas las semanas viajan a Polonia a recoger productos que sus socios traen desde Oriente Medio. Ellos se encargan de la última parte del viaje; los últimos kilómetros en los que los clientes ya están en suelo europeo. Son el final de la cadena de un negocio que se origina en Siria”. Vuelven de vuelta a Alemania con el camión bien cargado.

Los contrabandistas tienen cada vez más trabajo gracias al plan de Lukashenko, presidente de Bielorrusia, que ha convertido a miles de personas en peones para amenazar y poner en jaque la agrietada estabilidad europea. En torno a la crisis, el discurso se construye en términos políticos e incluso militares. Se habla de guerra híbrida. Se rentabiliza el terror. También la pena. Los derechos humanos quedan en segundo plano.

Foto: Migrantes se calientan frente a una hoguera en un campamento improvisado en la frontera entre Bielorrusia y Polonia. (EFE/Maxim Guchek)

“Es despreciable utilizar a personas inocentes como instrumento de presión sobre otro país o un grupo de estados”, opina Wlad, médico radiólogo bielorruso con residencia en Cottbus (este de Alemania). “El gobierno actual de Bielorrusia no valora la vida de las personas; no importa si hay mujeres y niños allí, no importa si alguno de ellos muere. Los refugiados son una herramienta que sirve a la máquina de propaganda progubernamental, cuyo propósito es ennegrecer a Occidente y blanquear al gobierno”. No debemos olvidar que la Unión Europea ya había sentado precedente al tratar a los migrantes en términos transaccionales en 2016, cuando se firmó un acuerdo en el que Turquía se comprometió a mantener fuera de la UE a los inmigrantes ilegales a cambio de millones de euros. Europa no solo ha de lidiar con las crisis más allá de sus fronteras, también con la brecha abierta entre sus principios ideológicos y la realidad.

De esa brecha, de esa esquizofrenia política, se aprovechan las mafias organizadas. “Las personas que se dedican a la inmigración ilegal muchas veces no tienen conciencia de delito, como ocurre sin embargo con el tráfico de drogas o de armas”, explica Fatema. “Consideran que ayudan a personas que no hubieran conseguido huir de su tierra por la vía legal. Asimismo los inmigrantes hablan de abusos por parte de la policía fronteriza de los distintos países, mientras que idealizan la figura del contrabandista-salvador”. La imagen polarizada del ‘bueno y el malo’ de la que se benefician las mafias no solo es rentable económicamente, sino también en términos de marketing.

Foto: El camión donde se han encontrado 39 cadáveres esta semana en Essex, Reino Unido. (Reuters)

A los veintidós años Khairat dejó Siria con el objetivo de llegar a Alemania. “El olor a pescado”, cuenta la joven. “El frío, eso también. Olor a pescado y frío; esos son los recuerdos más marcados que tengo de la última etapa del viaje.”

Pagó exactamente 5.900 euros a una “agencia de viajes” que le ofreció una vía de salida sin garantía. “Lo repiten una y otra vez: si no llegamos a nuestro destino no tenemos derecho a que nos devuelvan el dinero. Nos lo repiten tantas veces que se convierte en el dato más importante del viaje. Cuando estábamos en el camión refrigerador, que cruzaba Polonia transportando pescado, una chica comenzó a encontrarse mal y alguien dijo: ‘no te mueras, chica, que no devuelven el dinero’. Parece una broma, pero no lo es".

Khairat llegó a Alemania en el año 2020. Vive en Cottbus, una pequeña ciudad del este de Alemania, a pocos kilómetros de la frontera con Polonia. Ha aprendido el idioma y está formándose para ser profesora de guardería. "El viaje mereció la pena, Alemania es un país en el que la vida es posible".

“Los grupos organizados que se dedican a este negocio se llaman así mismos ‘Agencia de Viajes’”, explica Khairat. "Se puede encontrar información en grupos de Telegram en los que se comparten historias de otros viajeros, dudas y consejos".

Los viajes están perfectamente planeados. Los contrabandistas cuentan con ofertas atractivas y ayudan a preparar todo lo necesario para sobrevivir a las bajas temperaturas y a las largas distancias que hay que recorrer a pie. "En mi caso me avisaron de que debía llevar ropa térmica, también cargadores externos para los teléfonos móviles. A una mujer que iba conmigo le recomendaron que llevara una mochila de porteo para cargar a su bebé. Pagamos el precio y nos recomendaron que cuando llegáramos nunca diéramos nuestro pasaporte para evitar que nos deportaran".

Los migrantes reciben distintas rutas que han de seguir gracias a su GPS. “Los últimos refugiados en llegar habían pagado unos 2.000 euros solo para cubrir la última parte del camino hasta Brandenburgo”, cuenta Fatema. "Habían pasado dos días escondidos en una zona boscosa de la frontera de Bielorrusia con Polonia, el tiempo suficiente para que los contrabandistas comprobaran que no había presencia policial. El viaje es largo. Las familias que viajan con niños tienen que asegurarse de que estos permanecen quietos y en silencio. Normalmente recomiendan calmantes para que duerman durante el viaje".

No hay tiempo ni espacio para las emociones. Estas llegan después. Todos los sentidos se concentran en llegar y en seguir al pie de la letra las instrucciones de los ‘guías de viaje’.

“En ocasiones se utilizan narcóticos en los niños más pequeños”, asegura N.M, médico de emergencias en Forst, una ciudad en la frontera de Alemania con Polonia. "Muchos padres entienden que se trata de una forma de proteger a sus hijos de la experiencia tan aterradora que supone estar en la parte trasera de un camión, durante horas, rodeado de extraños sin poder hablar, o moverse".

Con una UE que acusa a "los otros" compulsivamente de sus males. Una UE panza arriba a la que sobrevuelan las aves carroñeras

Los detalles humanitarios parecen ser lo de menos. Miles de personas se encuentran en tierra de nadie mientras los acuerdos migratorios fracasan una y otra vez. Se trata de una crisis polarizada a la que miramos de forma horizontal, alternando la mirada de un extremo a otro, según quién amenace a quién. Mientras tanto, entre las grietas, florece una industria valorada en miles de millones de euros. ¿Quién o qué está detrás de las financiaciones? ¿Sólo un puñado de criminales escurridizos a los que los servicios de inteligencia europeos no consiguen controlar?

Nos encontramos en una encrucijada sin solución a la vista. En vez de admitir la incapacidad de dar con una medida satisfactoria a corto o a largo plazo, los países se rifan el papel de víctima. Nos encontramos con una UE con el talón de Aquiles expuesto. Con una UE que acusa a “los otros” compulsivamente de sus males. Una UE panza arriba a la que sobrevuelan las aves carroñeras. Una UE cuyo fracaso está dejando beneficios millonarios a unos cuantos. La realidad es que la tragedia será inamovible mientras siga siendo más rentable que la ley y mientras sigamos haciendo de la pena y el miedo productos de consumo.

Pena, miedo y un poquito de morbo, para que no se haga bola.

"Tienes que entender / que nadie pone a sus hijos en un barco / a no ser que el agua sea más segura que la tierra. / quién escogería pasar días / y noches en el estómago de un camión / a no ser que las millas de viaje / signifiquen algo más que el viaje". Warsan Shire

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