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Inventores del dinero de papel, pioneros en eliminarlo: la vida sin efectivo en China
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Susana Arroyo

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Inventores del dinero de papel, pioneros en eliminarlo: la vida sin efectivo en China

En la China urbana y rural hasta los vendedores de fruta y tallarines apostados en la calle permiten el pago electrónico

Foto: Billetes de 100 yuan son contados en un banco comercial de Pekín. (Reuters)
Billetes de 100 yuan son contados en un banco comercial de Pekín. (Reuters)
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En su larga travesía de Venecia hasta China, esa fue una de las maravillas que más impresionó al viajero Marco Polo: ni monedas de oro ni plata, sino pedazos de papel con estampas oficiales cuyo valor avalaba el emperador. Corría por entonces el siglo XIII, pero los mercaderes chinos llevaban ya desde la dinastía Tang (entre 618 y 907 d.C.) usando variedades de papel moneda tanto para ahorrar espacio en los viajes como para evitar que los metales preciosos salieran de las fronteras locales. Habría que esperar hasta el siglo XVII para que el uso de la moneda en papel empezara a extenderse por Europa.

Volviendo la vista atrás, ¿no es curioso que habiendo sido la primera sociedad que introdujo el uso de dinero en papel, China se apresure también a ser pionera en abandonarlo?

placeholder Mercado callejero en China, donde todos los puestos usan códigos QR. (Susana Arroyo)
Mercado callejero en China, donde todos los puestos usan códigos QR. (Susana Arroyo)

La vida sin dinero físico

"Me apetece un café", comenta mi compañera de piso china una mañana de domingo mientras teclea con aparente desinterés en su móvil. Veinte minutos después, el timbre de la puerta suena y una pequeña bolsa con el pedido cae en sus manos casi al tiempo que el mensajero sale volando hacia su siguiente entrega.

A las pocas horas, dejo a mi compañera encargando vía 'app' su compra para el resto de la semana mientras yo bajo a la calle. En la acera me esperan una veintena de bicicletas compartidas; escaneo el código QR de una de ellas con mi móvil y el candado se desbloquea.

Media hora después, alcanzo el restaurante donde mis amigas ya están esperando. La camarera nos acompaña a nuestra mesa, pero no nos entrega ninguna carta: una de mis compañeras escanea el código QR pegado a la mesa, en su móvil se despliega un menú, selecciona los platos y, más tarde, paga vía monedero electrónico. A la hora de hacer las cuentas entre nosotras no hay un "quién me puede dar cambio" ni un "te dejo debiendo esto": con un mensaje-transferencia en nuestro chat de grupo, saldamos las deudas.

De vuelta a casa, me topo con un vendedor ambulante de plantas y me detengo para comprar. El conductor-vendedor, por supuesto, tiene visible su código QR de pago electrónico. Así pues, escaneo y en dos segundos el dinero ha pasado a su monedero. Todos los demás vendedores ambulantes de fruta de las cercanías también tienen sus códigos QR impresos en papeles pegados a sus carritos.

placeholder A la izquierda, un carrito de venta callejera. A la derecha, un comprobante de pago online. (S.A.)
A la izquierda, un carrito de venta callejera. A la derecha, un comprobante de pago online. (S.A.)

La era del escaneo

Hará unos cinco años, en mi local habitual de desayunos en Pekín, las dueñas se afanaban todas las mañanas en amasar y cocer empanadas mientras los clientes se servían solos al entrar y, al salir, arrojaban billetes a un cubo con dinero. Como en tantos otros pequeños restaurantes, las dueñas ni se molestaban en contar; se fiaban de que los clientes estaban pagando lo debido. Cinco años después, aquella imagen me parece impensable: los billetes son tan raros de ver y los pagos vía 'smartphone' tan omnipresentes, que muchos mayores chinos se encuentran con dificultades hasta para pagar en autobuses o hacer la compra en el súper. Yo misma llevo dos años sin usar dinero físico, y la última vez que encontré una moneda de yuan rodando por un cajón de casa me sentí contemplando una inminente pieza de museo.

placeholder A la izquierda, billetes apilados. A la derecha, códigos QR hasta en los templos. (S.A.)
A la izquierda, billetes apilados. A la derecha, códigos QR hasta en los templos. (S.A.)

En China los cambios se suceden a una velocidad que corta el aliento: el correo electrónico es una tecnología obsoleta superada por los mensajes de voz, nadie intercambia números de teléfono, sino códigos QR de WeChat, es normal pagar desde un ajo hasta el alquiler vía monedero del móvil y también que un mensajero deje en tu puerta un paquete con una manzana pedida hace media hora.

En unos pocos años, China ha dado un salto del dinero físico hacia el dinero virtual, sin detenerse en ese paso intermedio de la tarjeta de crédito que tan lógico nos puede parecer. Y es que, frente a la inversión que supone adoptar un terminal para tarjetas o asumir los gastos de la gestión bancaria, el pago por móvil es intuitivo y no requiere inversión extra. Como en tantos países en vías de desarrollo, la banca móvil se ha impuesto como manera efectiva de transferir dinero evitando intermediadores. Los humildes códigos QR pegados con celo en paredes de bazares y tiendas (a veces personalizados con la foto de la familia del vendedor) hacen morder el polvo a tecnologías limitadas a transferencias entre miembros del mismo banco o basadas en tecnología NFC.

En el 2020, con la amenaza del covid-19, muchos restaurantes y supermercados de China se negaron a aceptar pagos de ningún tipo que requirieran contacto. Fue tal vez el verdadero símbolo del declive del dinero físico y las tarjetas, la señal del auge de la era del escaneo.

El duopolio de Alipay y WeChat

En la China urbana y rural hasta los vendedores de fruta y tallarines apostados en la calle permiten el pago electrónico mediante dos códigos QR: uno para Alipay (azul) y otro para WeChat Pay (verde). El funcionamiento de ambas plataformas parece el mismo: permiten que los usuarios paguen o se intercambien dinero de manera instantánea. Sin embargo, las diferencias vienen en el orden empresarial: Alipay es un servicio de Alibaba, el gran conglomerado de Jack Ma que también acoge Taobao y Tmall; WeChat Pay forma parte del gigante Tencent y es el servicio de monedero integrado en WeChat, el "WhatsApp+Facebook+Skype+Monedero" local.

Tanto Alipay como Wechat permiten también hacer la compra 'online', adquirir entradas de cine, pedir microcréditos, pagar las facturas del agua o de la luz, recargar el móvil, hacer pagos de impuestos, reservar billetes de avión o tren, recibir dinero de terceros y gestionar toda la vida financiera desde una sola aplicación. Alipay, además, destaca por sus servicios de préstamos, seguros y hasta compra de propiedades. Para romper este duopolio, los dueños de la app que más arrasa entre la adolescencia, TikTok, acaban de anunciar que se unen a la competencia con su Duoyin Wallet.

placeholder A la izquierda, el monedero de Alipay. A la derecha, WeChat Pay.
A la izquierda, el monedero de Alipay. A la derecha, WeChat Pay.

El futuro de lo futurista

En un mundo ideal sin dinero físico, los pagos electrónicos podrían suponer el fin de las transacciones en dinero negro, pondrían tal vez el punto final al problema de los billetes falsos (antes omnipresentes en China) y limitarían ciertas formas de robo. Pero por supuesto, los problemas de seguridad de almacenamiento de datos y de hurto de la identidad digital están a la orden día. Así como los ataques a la privacidad y el control que conlleva el registro de cada uno de nuestros gastos.

Además, grupos como el de los ancianos se enfrentan tanto a problemas de adaptación si se aferran a los billetes en papel, como a amenazas de estafa o confusión si se arriesgan por su cuenta a usar pagos 'online'. También crecen las dificultades para los turistas y extranjeros recién aterrizados en el país. Pero sobre todo, los excesos de la economía digital y la competitividad de las 'apps' de pedido a domicilio son una amenaza para los trabajadores. Durante las primeras fases del coronavirus, muchas personas sin empleo acudieron a trabajos como repartidores en plataformas de comida a domicilio: las ínfimas condiciones de empleo, la tiranía de las puntuaciones de los clientes o la cantidad de accidentes en carretera que sufren han culminado en la reciente inmolación de un repartidor como protesta por no recibir su sueldo.

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¿Y qué aguarda el futuro? La fusión del pago digital con otras tecnologías como los escáneres de reconocimiento facial parece inevitable. Lo cierto es que el reconocimiento facial ya se usa en los controles en aeropuertos, en investigación policial, pagos en cadenas de comida rápida y hasta, por qué no, lucha contra el robo de papel higiénico en parques de atracciones. Un supermercado sin cajas de pago, donde al cliente se le descuenta automáticamente el importe de la compra de su monedero electrónico, sería un escenario posible.

Hoy, mientras salgo de casa sin cartera, confiada solo en mi móvil, pienso en Marco Polo. Pienso en cómo hablaba a sus contemporáneos del papel moneda de Kublai Kan con fascinación, y en cómo no podía imaginar que el exceso de impresión acabaría por generar crisis de inflación tan continuadas que interrumpieron el uso de billetes en China durante generaciones. ¿Qué retos para la economía mundial traerá el dinero digital? ¿Vivirá el mundo poscovid un auge de la economía de las apps de pedidos y pagos digitales? Sea como sea, apuesto a que Asia cumplirá de nuevo el papel de pionera en esta era del escaneo.

En su larga travesía de Venecia hasta China, esa fue una de las maravillas que más impresionó al viajero Marco Polo: ni monedas de oro ni plata, sino pedazos de papel con estampas oficiales cuyo valor avalaba el emperador. Corría por entonces el siglo XIII, pero los mercaderes chinos llevaban ya desde la dinastía Tang (entre 618 y 907 d.C.) usando variedades de papel moneda tanto para ahorrar espacio en los viajes como para evitar que los metales preciosos salieran de las fronteras locales. Habría que esperar hasta el siglo XVII para que el uso de la moneda en papel empezara a extenderse por Europa.

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