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Clinton vs. Trump: susto o muerte
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Daniel Ureña

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Clinton vs. Trump: susto o muerte

Si Barack Obama representaba lo nuevo frente a lo viejo, Hillary Clinton encarna la política de siempre. Pero eso podría ayudarle ante quienes creen que la elección de Trump sería catastrófica

Foto: Los rostros de Hillary Clinton y Donald Trump pintados en calabazas decorativas por un artista de Illinois, junio de 2016 (Reuters)
Los rostros de Hillary Clinton y Donald Trump pintados en calabazas decorativas por un artista de Illinois, junio de 2016 (Reuters)

Las elecciones de Estados Unidos van a ser una de las más extrañas que se recuerdan. Al frente de los dos partidos estarán dos de los personajes más odiados del país. Donald Trump, que en los últimos meses se ha ganado a pulso la antipatía del electorado hispano y de otros colectivos, y Hillary Clinton, considerada por muchos como la máxima representante del llamado “establishment”.

Toda elección siempre gira en torno a una historia y las mejores campañas suelen ser aquellas capaces de representar y contar una historia mejor que la de sus adversarios. La historia de Trump es una historia de ruptura con el sistema, con las élites de Washington que controlan la política del país, con los grandes medios y con buena parte de lo que aquí en España algunos han llamado la “casta”. No deja der ser curioso que un multimillonario hijo de esa casta aspire a ser su bestia negra.

En esa línea, Bernie Sanders, el socialdemócrata de 74 años que durante más de cuatro meses ha puesto a Hillary contra las cuerdas, se nutre, salvando las distancias, de ese mismo discurso, pero desde la izquierda. Sus mensajes, que levantan pasiones entre los jóvenes, apelan a una cruzada contra Wall Street y contra los grandes grupos de interés que financian a unos y otros candidatos. Ambos se posicionan como representantes de la gente normal, de todos aquellos hastiados de los que siempre gobiernan. Visto en perspectiva, este discurso guarda muchas similitudes con lo que también se escucha en Francia, en Reino Unido, en Alemania, en Austria y, como no, en España, puesto que nadie se libra del fantasma del populismo, especialmente en tiempos de crisis.

El problema se agranda aún más cuando enfrente la alternativa no es lo suficientemente convincente para el elector. Hillary Clinton, cuya historia gira en torno a ser la primera mujer presidenta de Estados Unidos, tiene un relato que quizá hace años podría ser suficiente, pero hoy no deja de ser pobretón. Para muchos, Hillary es la representación del más de lo mismo y de cuatro años más de una marca que quedó tocada a finales de los 90 por los escándalos de su marido. Como contraste, en 2008 la historia de Obama era imbatible: lo nuevo frente a lo viejo; el cambio frente a lo de siempre. Ahí radica el principal problema de Hillary Clinton, que en esta campaña ella representa lo viejo, lo antiguo y lo de siempre.

No obstante, el hecho de que Donald Trump sea el candidato es una magnífica noticia para la ex Secretaria de Estado, ya que la campaña puede que no gire en torno a ese marco de lo nuevo frente a lo viejo, sino que probablemente lo haga en torno al dilema de elegir a un excéntrico millonario con aires de matón o a una aburrida política profesional de toda la vida. Por ello, para muchos estadounidenses será una elección entre susto o muerte.

Las elecciones de Estados Unidos van a ser una de las más extrañas que se recuerdan. Al frente de los dos partidos estarán dos de los personajes más odiados del país. Donald Trump, que en los últimos meses se ha ganado a pulso la antipatía del electorado hispano y de otros colectivos, y Hillary Clinton, considerada por muchos como la máxima representante del llamado “establishment”.

Hillary Clinton Bernie Sanders