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Europa no quiere pagar los vidrios rotos de Wall Street
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez. Berlín

Europa no quiere pagar los vidrios rotos de Wall Street

“Que cada cual limpie la puerta de su casa y así se mantendrá limpio el barrio”. Palabras  del ministro de economía alemán, Michael Glos, que son

“Que cada cual limpie la puerta de su casa y así se mantendrá limpio el barrio”. Palabras  del ministro de economía alemán, Michael Glos, que son una manera higiénica de decirle a los norteamericanos: “Vuestros pecados en Wall Street  y sus consecuencias os las pagáis vosotros solitos”. El gobierno alemán se ha puesto al frente del G7 esta semana en la negativa europea a participar en ese paquete de 700.000 millones de dólares con el que los Estados Unidos  pretende comprar los activos tóxicos de las entidades bancarias en crisis y sanear así sus quebradas finanzas.

 

Lo que no quiere Berlín es verse envuelto en cualquier nueva crisis procedente de Wall Street ni que sus ciudadanos paguen con sus impuestos las fechorías de los especuladores de Nueva York. Pero también desea marcar distancias con una manera de conducirse en los mercados definida no sólo por la avaricia, sino por el desprecio más absoluto de cualquier medida regulatoria con aroma gubernamental. “Los países europeos y Japón -afirmaba hace dos días el Frankfurter Allgemeine Zeitung en su portada-tienen buenas razones para no reaccionar (a los llamamientos del ministro de finanzas norteamericano pidiéndoles que participen en la operación salvamento). Esta crisis ha sido exportada desde los Estados Unidos. Es allí donde debe ser resuelta y es allí donde deben ser pagados sus costes”.

La venganza de la canciller Merkel

Durante todo el año pasado Alemania asumió la presidencia del G-8, el grupo de los siete países más ricos del mundo junto con Rusia. Y durante todo ese periodo la canciller Merkel repitió la misma cantilena. Hay que controlar más a los mercados, frenar las operaciones especulativas de alto riesgo y acabar con los bonos basura. En junio, en la cumbre de  Heiligendamm, se firmó un documento conjunto lleno de vaguedades porque los Estados Unidos y Gran Bretaña no estaban por la labor de poner puertas al cielo financiero. Ahora vemos los resultados. Y es ahora cuando, desgraciadamente, Angela Merkel comprueba que tenía mucha razón. Por vez primera ha perdido su tradicional prudencia, atacando directamente a Washington y Londres este fin de semana, y reprochándoles no sólo que no hayan sabido ver venir la crisis, sino que hayan obstaculizado cualquier maniobra del G7 dirigida a controlar algo más a los especuladores. En esta misma argumental se leía en el FAZ: “No querían ninguna transparencia para los hedge funds, que se sentían especialmente bien en Nueva York y Washington. Cuando vienen mal dadas, quieren cambiar las reglas en su propio beneficio, y es entonces cuando se acuerdan de los países socios”.

Hoy está previsto que Nicolas Sarkozy, el presidente de turno de la Unión Europea, se pronuncie sobre las posibles salidas a esta crisis salvaje. Este martes, en la ONU, hablaba de ‘castigar’ a los especuladores sin precisar si sería con guillotina o veneno. También en el Bundestag se va a celebrar hoy una sesión extraordinaria en la que el ministro de finanzas, Peer Steinbrück, va a explicar cómo la República Federal Alemana intentará resultar lo menos escaldada posible. Pero ya ha habido una primera consecuencia, y ésta de factura casera. El banco germano estatal de ayuda al desarrollo, KfW, prestó hace unas semanas a Lehmann Brothers 350 millones de euros sin darse cuenta de que este banco estaba al borde de la quiebra. Nadie de la dirección-en donde figuran tres ministros federales (Hacienda, Economía y Ayuda al Desarrollo) -ni ninguno de los expertos y asesores cayó en la cuenta de que Lehman estaba a punto de irse al garete. Consecuencia: esos 350 millones de euros procedentes de los impuestos alemanes se pueden dar por perdidos e irrecuperables.

Pero, volviendo a Europa. No hay una receta comunitaria, pero sí una voluntad de la mayoría de los países de la Unión de no dejarse contaminar más de las malas prácticas procedentes del otro lado del Atlántico. Se puede expresar formalmente solidaridad, pero ahora se trata de tomar medidas serias. Se pide desde el Parlamento Europeo, al que se le ha caído, literalmente, el techo encima hace unos días en su sede de Estrasburgo. El grupo socialista, dirigido por el ex primer ministro danés, Poul  Nyrup Rasmussen, ha preparado un informe urgiendo a la Comisión Europea para que prepare una nueva normativa financiera antes de que termine el año.

Se quiere, entre otras cosas, imponer unas estrictas reglas de conducta para las agencias de rating, acabar progresivamente con los fondos basura y nuevas garantías de capital y transparencia para las empresas que gestionan fondos de inversión en toda la zona euro. El informe de Rasmussen –preparado antes del colapso de Wall Street -era en su origen mucho más duro, pero ha tenido que ser dulcificado por la presión del Partido Liberal Europeo. Serán los jefes de estado y de gobierno de la UE quienes, en la cumbre de octubre, sellen –o no- una regulación armonizada y exigente de los bancos, las aseguradoras y las agencias de rating que operan en suelo europeo.

“Que cada cual limpie la puerta de su casa y así se mantendrá limpio el barrio”. Palabras  del ministro de economía alemán, Michael Glos, que son una manera higiénica de decirle a los norteamericanos: “Vuestros pecados en Wall Street  y sus consecuencias os las pagáis vosotros solitos”. El gobierno alemán se ha puesto al frente del G7 esta semana en la negativa europea a participar en ese paquete de 700.000 millones de dólares con el que los Estados Unidos  pretende comprar los activos tóxicos de las entidades bancarias en crisis y sanear así sus quebradas finanzas.

Wall Street Journal