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El Presidente deseado por Europa da prioridad a los intereses norteamericanos
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez. Berlín

El Presidente deseado por Europa da prioridad a los intereses norteamericanos

Barak Obama va a ser el Presidente del Cambio, el ansiado sucesor del desastroso George Bush, arropado por una victoria espectacular e histórica, pero su política

Barak Obama va a ser el Presidente del Cambio, el ansiado sucesor del desastroso George Bush, arropado por una victoria espectacular e histórica, pero su política exterior no va a ser, al menos en un primer momento, radicalmente distinta de la que se ha llevado a cabo en la Casa Blanca en bastantes aspectos. Tal vez eso explica por qué el ex secretario de Estado de Bush, Colin Powell, ha apoyado sin reservas  la candidatura de Obama.

 

Así que, primera advertencia: no esperemos milagros, ni una nueva  luna de miel entre los Estados Unidos y Europa, y menos en tiempos de una crisis económica brutal como la que tenemos encima. El primer pensamiento de Obama va a ser defender los intereses de sus conciudadanos, su bienestar económico, y esto puede traducirse en un proteccionismo y en un ensimismamiento que le alejará inevitablemente –y esperemos que por poco tiempo-de sus socios europeos. Obama va a luchar por conseguir sus propios objetivos, los de su país, por “sacar a los Estados Unidos de la crisis, escuchando a todo el mundo y tal vez cometiendo errores al principio”, según anunciaba en su discurso de las seis de esta mañana. Y para ello intentará atraer a sus socios a su terreno y a sus intereses estratégicos. Europa es un socio importante, sin duda, y para conseguir avances en Oriente Medio, o en las relaciones con Rusia, China o Irán, contará y/o consultará con los europeos. Dicho esto, también es evidente que el tono, el talante, la disposición al diálogo y a la discusión en profundidad con los aliados, serán mucho mejor y más profundos habida cuenta la dotación intelectual, cultural y humana de este admirable político.

Terrorismo, Irak y Afganistán

Cuando Obama tome posesión de su cargo, el 20 de enero, no va a reinventar la política exterior, de seguridad y de defensa de golpe. Habrá que ver a partir de entonces qué papel y qué peso va a seguir teniendo en la nueva y mestiza Casa Blanca el concepto de “lucha contra el terrorismo islámico” y la amenaza que éste supone sobre todo para el pueblo americano. Aclarado este punto, que no ha estado presente en los últimos discursos y mítines, y tampoco esta mañana en Chicago, se pasará al siguiente: calendario de retirada escalonada de tropas de Irak, hacia mediados del 2010, a lo largo de  16 meses, y aumento de presencia en Afganistán, donde hay ahora 32.000 soldados norteamericanos y donde se está desarrollando ahora la verdadera lucha contra los radicales islámicos.

Aquí se plantea un primer punto de debate con los aliados europeos: ya durante su gira europea, el pasado mes de julio, Barak Obama subrayó en Berlín, París y Londres que esperaba mucho más de Europa. Más dinero, más hombres y más implicación en zonas de riesgo. La respuesta se sigue haciendo esperar. En algunos países claves, como Alemania, es altamente improbable un mayor compromiso en un año electoral y con una población que sigue rechazando mayoritariamente la participación en la guerra de Afganistán. Tampoco España será el primer país en ofrecer a Obama más soldados y más presencia en las zonas más peligrosas de este atormentado país.

Europa y Rusia

Obama no va a mirar ciegamente a Europa. Asia va a tener en los próximos años un protagonismo creciente en la política internacional, y los contactos con Pekín o Nueva Delhi van a tener tanta o más importancia que los ya existentes con Bruselas, París o Berlín. Pero, al mismo tiempo, el Presidente número 44 de los Estados Unidos va a necesitar mucho a Europa para dos conflictos permanente abiertos: las relaciones con una Rusia cada vez más asertiva y agresiva, como se ha visto en Georgia, y el tira y afloja con Irán. Aquí Europa ha jugado un papel clave en promocionar el diálogo diplomático y no las armas, como hubiera querido Bush y, sobre todo, el Gobierno de Israel. Obama considera a Irán como un peligro y un factor de riesgo para Oriente Medio, pero se ha manifestado dispuesto a dialogar directamente y sin precondiciones con las autoridades iraníes. En este capítulo la experiencia de los europeos, y muy especialmente la del Alto Representante Javier Solana, le puede ser de utilidad para entender los argumentos nucleares de Teherán.

Globalización y comercio exterior

Puede que la retórica de Obama insista en renovar el vínculo transatlántico, pero hay expertos, como Joseph Quinlan, del German Marshall Fund, quienes creen que si sigue creciendo el paro en los Estados Unidos y si se cimenta más  la recesión, el país dará un giro hacia un mayor proteccionismo económico, haciendo aún más difícil la negociación de acuerdos comerciales globales. Además, Obama ha anunciado ya su intención de poner en marcha una política dirigida a estimular las inversiones en los Estados Unidos, pero no fuera de los Estados Unidos. Si los demócratas consiguen controlar el Senado y la Cámara de Representantes, como va a ser el caso, muy probablemente, Quinlan augura que va a haber más regulación de las transacciones comerciales y de las inversiones, lo cual se traducirá en menos intercambios a uno y otro lado del Atlántico.

Prácticamente ningún presidente de los Estados Unidos-a excepción de Bush senior-llegó a la Casa Blanca con experiencia previa en materia de política exterior. Obama tampoco, y por eso eligió a un senador tan experimentado como Joe Biden como vicepresidente. Su equipo de asesores cuenta con los mejores especialistas en la materia. El cambio también se hará notar, paulatinamente, en esa Casa Blanca que se ha convertido, gracias a los votos de los norteamericanos, en el Camelot Negro. Como ha dicho el propio Obama esta mañana,”En América todo es posible. Mi triunfo en estas elecciones es vuestra respuesta”.

Barak Obama va a ser el Presidente del Cambio, el ansiado sucesor del desastroso George Bush, arropado por una victoria espectacular e histórica, pero su política exterior no va a ser, al menos en un primer momento, radicalmente distinta de la que se ha llevado a cabo en la Casa Blanca en bastantes aspectos. Tal vez eso explica por qué el ex secretario de Estado de Bush, Colin Powell, ha apoyado sin reservas  la candidatura de Obama.