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¿Quién es realmente Angela Merkel?
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Aurora Mínguez

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Aurora Mínguez

¿Quién es realmente Angela Merkel?

¿Quién conoce de verdad a Angela Merkel? ¿Qué se esconde detrás de esa mirada cauta y de esa sonrisa que a veces parece una mueca? Pocas

¿Quién conoce de verdad a Angela Merkel? ¿Qué se esconde detrás de esa mirada cauta y de esa sonrisa que a veces parece una mueca? Pocas personas lo saben y, si lo saben, no lo cuentan. De su vida privada se conoce lo mínimo: que prepara todas las mañanas el desayuno para su marido, Joachim Sauer, que se relaja cocinando los fines de semana, que le gusta la ópera y practicar el senderismo, que dedica muy poco tiempo a su imagen personal y que  es poco o nada coqueta. De su existencia bajo el régimen comunista le ha quedado ese reflejo instintivo de hablar lo justo y de no revelar nada más allá de lo imprescindible. De sus estudios de física, su disciplina analítica a la hora de abordar un problema, de entender los orígenes y calibrar las consecuencias de cada decisión.

Nada hacía pensar que Merkel llegaría a la política. Ella misma ha explicado que, de haber crecido en la Alemania Occidental, hubiera sido intérprete o profesora. Y que, si llegó a la vida pública, fue porque le pareció que tras la caída del Muro se estaban produciendo unas circunstancias caóticas que convenía reconducir. Pero hay varios datos significativos al respecto: Merkel nunca formó parte de la disidencia en la RDA y se adaptó al sistema, pudo estudiar y encontrar un buen trabajo en Berlín Este a pesar de ser la hija de un pastor protestante que dejó Hamburgo (donde Angela nació en 1954) con la intención de evangelizar en el régimen comunista germano-oriental.

El día en que cayó el Muro, el 9 de noviembre de 1989, era jueves. Todos los jueves, Angela Merkel iba a la sauna. Aquella noche también lo hizo. Prudencia, observar y actuar con cautela, era y es su manera de actuar.

De su existencia bajo el régimen comunista le ha quedado ese reflejo instintivo de no revelar nada más allá de lo imprescindible. De sus estudios de física, su disciplina analítica a la hora de abordar un problema, de entender los orígenes y calibrar las consecuencias de cada decisión

Existe la Merkel política en el cénit de su popularidad en casa (un 66% de los alemanes la apoyan sin reservas) y la que ostenta, de nuevo, el número uno en la lista de las mujeres más poderosas del mundo, según la revista Forbes. Existe la Merkel madre de la Patria, que transmite a sus conciudadanos tranquilidad y confianza a pesar de estos cuatro años de crisis y que, precisamente gracias a su gestión de la crisis, se ha convertido en el líder político más valorado no sólo en la República Federal, sino también en muchos de los países de la Unión Europea, por no hablar de los Estados Unidos, China y Rusia.

“Conozco sus problemas, me preocupo por su pensión”

Es ese personaje que, aun marcando las distancias constantemente, transmite a la población alemana mensajes que actúan como un bálsamo: “Conozco sus problemas, me preocupo como usted por sus ahorros y su pensión, defiendo los intereses de Alemania en el mundo… y,  fíjese, los alemanes ahora podemos estar orgullosos de ser quienes  somos y de nuestra potencia económica”.

Pero Merkel no practica la arrogancia ni  ese ‘ir de sobrado’ que lucían algunos de sus predecesores, como Helmut Kohl o el socialdemócrata Gerhard Schröder, machos alfa de la política alemana. Sola en un corral lleno de gallos, ha sobrevivido a todos ellos, aguantando sus críticas y puñaladas traperas y se ha ganado el respeto de muchos -que no el amor precisamente por ese dejarse fluir entre corrientes peligrosas.

Le ha ayudado la prudencia, el pragmatismo y también la huída de toda radicalidad. En función de las circunstancias, Merkel ha sabido adaptar su discurso, llegando a ser acusada de socialdemócrata por algunos de sus compañeros de la CDU. Y ha buscado siempre el consenso, incluso con aquellos separados por un abismo ideológico. Angela Merkel hace sentirse bien a los que tiene al lado, aunque discrepe en lo fundamental con ellos, y eso es un mérito.

Se dice que es una persona trabajadora y pundonorosa hasta el exceso, que sobrevive a diario con pocas horas de sueño, y que tiene que vigilarse la presión, con tendencia a subir más de lo conveniente. Que le gusta trabajar con hombres más que con mujeres, aunque su jefa de gabinete sea su fiel Beate Baumann y en su despacho ocupe un lugar fundamental un retrato de la emperatriz Catalina de Rusia, de origen alemán.

Es esa Angela Merkel que ha llegado como primera fémina a la cancillería federal la que se niega a imponer una cuota femenina en los puestos de dirección en las grandes empresas alemanas y la que bloqueó a otra mujer valiosa de su partido, Ursula von der Leyen, madre de siete hijos y hoy ministra de Trabajo, cuando ésta aspiraba al cargo de Presidente Federal. Merkel no ha sido ni es feminista, pero ha demostrado que una aproximación femenina a la política no sólo es posible, sino que puede verse coronada por el éxito.

¿Quién conoce de verdad a Angela Merkel? ¿Qué se esconde detrás de esa mirada cauta y de esa sonrisa que a veces parece una mueca? Pocas personas lo saben y, si lo saben, no lo cuentan. De su vida privada se conoce lo mínimo: que prepara todas las mañanas el desayuno para su marido, Joachim Sauer, que se relaja cocinando los fines de semana, que le gusta la ópera y practicar el senderismo, que dedica muy poco tiempo a su imagen personal y que  es poco o nada coqueta. De su existencia bajo el régimen comunista le ha quedado ese reflejo instintivo de hablar lo justo y de no revelar nada más allá de lo imprescindible. De sus estudios de física, su disciplina analítica a la hora de abordar un problema, de entender los orígenes y calibrar las consecuencias de cada decisión.

Angela Merkel