Frau Merkel y su huidizo marido

Lo más entrañable de su vida juntos que hemos visto hasta ahora han sido las fotos de la última Semana Santa, cuando disfrutaron de unos días de vacaciones en Ischia ( Italia) con uno de los dos hijos del primer matrimonio de Sauer, su mujer y sus dos niños. Allí, Merkel caminaba con los críos y parecía casi una abuela ‘política’ más.

Los biógrafos de Merkel afirman que su marido habla poco, pero que ejerce también influencia política sobre ella cuando se decide a abrir la boca. Joachim Sauer, que nació y vivió en la República Democrática Alemana, no fue de los que se adaptaron completamente al sistema. La casa en la que vivió con su primera mujer estaba ‘pinchada’ con micrófonos de la Stasi, la policía secreta. Consiguió entrar en la Academia de las Ciencias de Berlín Este, donde llegó también la joven Merkel, pero mantuvo siempre una actitud crítica.

“Todos los que teníamos un trabajo en 1989 éramos oportunistas”

Él mismo contó a la revista Kosmos en el año 2010 lo siguiente: “Todos los que en el año 1989 teníamos un puesto de trabajo en la Academia o en la Universidad éramos oportunistas en diversos grados. Era todo un arte poderse mirar cada mañana al espejo y, al tiempo, no perder tu trabajo o las oportunidades de llevar a cabo tus investigaciones científicas”.

Cuando no ha tenido más remedio, Joachim Sauer ha tenido que cumplir el protocolo y acompañar a Michelle Obama o a las esposas de los Jefes de Estado y de Gobierno del G20 siguiendo el 'programa femenino' de las visitas o eventos oficiales. También acompañó a Merkel a Washington cuando ella recibió la Medalla de la Libertad de los Estados Unidos hace dos años y alguna vez han cenado, en privado, aquí en Berlín, con el primer ministro polaco, Donald Tusk, un buen amigo de la canciller. Pero Sauer tiene su vida propia y no ha entrado en el juego de la prensa rosa.

Merkel ha hablado muy pocas veces acerca de su marido en una entrevista. Obligada por algún cuestionario, como el de la revista Brigitte, ha dicho que él se quejaba si en un postre no había la costra dulce precisa; que cocina con gusto la sopa de patata y los rollos de carne para la familia y que en un hombre lo que más le interesan son los ojos. Hace un par de días, preguntada en un acto electoral acerca de qué político se llevaría a una isla solitaria, la canciller intentó mostrarse hasta romántica: “A ninguno. Me llevaría a mi marido”.