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Aurora Mínguez. Berlín

‘Mamá’ ha ganado

A los alemanes no les importan los programas. Quieren una “Mutti” que defienda sus intereses tan bien como lo ha hecho Merkel en tiempos difíciles

Foto: La canciller celebra su victoria electoral en la sede de su partido en Berlín. (Reuters)
La canciller celebra su victoria electoral en la sede de su partido en Berlín. (Reuters)

La República Federal Alemana ha dejado de existir. Hoy es el primer día de existencia de Merkelandia. Una mayoría importante de ciudadanos alemanes no quieren ya un primer ministro sesudo, intelectual, distante y/o arrogante. No les importan los programas ni las líneas de actuación muy concretas y detalladas. Quieren una “Mutti”, una madre que les diga “no pienses, no te inquietes, que yo me ocupo de todo” y que defienda sus intereses tan bien como lo ha hecho hasta ahora en estos tiempos complicados. Alguien que defienda sus intereses de forma suave pero decidida y que, sutil pero tenazmente, se abra paso en un mundo europeo e internacional dominado por hombres.

Los alemanes votaron ayer a Angela Merkel, no a la CDU (la Unión Cristianodemócrata). No parece interesarles enormemente este partido, que se puede dar desaparecido en combate porque la canciller, además, lo ha cambiado de arriba abajo. Lo ha modernizado -robando ideas y principios a sus rivales políticos- y ha prescindido de mucha gente de épocas pasadas, hasta el punto de que ni Kohl ni Adenauer lo reconocerían hoy en día, si el último volviera a la vida.

¿Es el fin de las ideologías políticas y el triunfo de la imagen, de la personalidad de un político sin carisma, de la mujer normal, con sus kilos de más y su bolsa de la compra con las verduras y la mantequilla? Es, en todo caso, el fin de una etapa en Alemania

Ha ocurrido justo lo contrario con el SPD: quienes han votado a los socialdemócratas lo han hecho por un programa y no por un candidato, Peer Steinbrück, quien, a pesar de sus esfuerzos, no ha podido quitarse de encima su imagen distante de profesor gruñón. Y sus esfuerzos pedagógicos por explicar su programa y por criticar la gestión de Merkel no han llegado suficientemente al electorado. Sólo un 25%  de electores alemanes compró el producto Steinbrück.

¿Es el fin de las ideologías políticas y el triunfo de la imagen, de la personalidad de un político sin carisma, de la mujer normal, con sus kilos de más y su bolsa de la compra con las verduras y la mantequilla? Es, en todo caso, el fin de una etapa en Alemania, donde hubo intelectuales y hombres con un formato de estadista mundial como primeros ministros, un Helmut Schmidt, un Willy Brandt.

placeholder Merkel reacciona a los primeros resultados en su 'cuartel general' en Berlín (Efe).

Con Merkel, los alemanes han elegido a una persona como ellos, una mujer a la que, en el fondo, nadie conoce de verdad. Alguien que vende confianza con su política de los pequeños pasos, de la prudencia, de tomarse su tiempo antes de adoptar una decisión. Alguien que no ataca de una manera directa a nadie y que no responde a los insultos; alguien que nunca ha perdido los nervios en público, de quien no se conoce un mal gesto.

Alguien que hace hablar durante días a sus conciudadanos sobre la gargantilla tricolor que llevaba en su duelo televisivo con su rival Steinbrück, pero no sobre su poco o nada detallado programa de gobierno. Alguien que pide a los ciudadanos que confíen en ella aunque nadie sepa en concreto qué es lo que se trae entre manos.

Es, tal vez, el fin de un modo de hacer la política, en donde triunfan no las ideas elaboradas y permanentes, sino el pragmatismo que se adapta a la dirección del viento. Esto es lo que quieren los alemanes, esto es lo que se vivirá a partir de hoy en Merkelandia.

La República Federal Alemana ha dejado de existir. Hoy es el primer día de existencia de Merkelandia. Una mayoría importante de ciudadanos alemanes no quieren ya un primer ministro sesudo, intelectual, distante y/o arrogante. No les importan los programas ni las líneas de actuación muy concretas y detalladas. Quieren una “Mutti”, una madre que les diga “no pienses, no te inquietes, que yo me ocupo de todo” y que defienda sus intereses tan bien como lo ha hecho hasta ahora en estos tiempos complicados. Alguien que defienda sus intereses de forma suave pero decidida y que, sutil pero tenazmente, se abra paso en un mundo europeo e internacional dominado por hombres.

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