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¿Ha sido Merkel una ingenua o sólo una inconsciente?
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Aurora Mínguez. Berlín

¿Ha sido Merkel una ingenua o sólo una inconsciente?

¿Ha sido Angela Merkel una ingenua? ¿Hasta qué punto era consciente de que su móvil podía ser pinchado? ¿Por qué Berlín no reaccionó con firmeza?

Foto: El presidente de Estados Unidos, Barack Obama (d), y la canciller alemana Angela Merkel
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama (d), y la canciller alemana Angela Merkel

¿Ha sido Angela Merkel una ingenua? ¿Hasta qué punto era consciente de que su teléfono móvil podía ser pinchado? ¿Por qué Berlín no reaccionó con más firmeza -como han hecho los presidentes de Francia, Brasil y México-cuando llegaron las primeras constataciones de que los servicios secretos norteamericanos estaban metiendo sus antenas y micrófonos donde no debían? Son las preguntas que hoy se hacen los alemanes, después de que el semanario Der Spiegel haya desvelado lo que parece una obviedad: no sólo se interceptan cada día medio millón de comunicaciones telefónicas y digitales en la República Federal, sino que entre los afectados están las máximas autoridades de este país. Y también Merkel, quien utiliza muy a menudo su móvil y su ‘tablet’ para mandar mensajes.

Se habla de ahora de escándalo y de una doble afrenta para la canciller: política, porque Obama dijo este verano en Berlín que los países amigos no se espían, y personal, porque ella viene de un país, la desaparecida República Democrática Alemana, donde la Stasi conocía cada detalle de la vida cotidiana de los ciudadanos. Pero el caso lanza, sobre todo, una sombra sobre la débil respuesta de las autoridades alemanas a lo largo de este verano ante las enormes dimensiones de las redes de espionaje norteamericanas.

No fue Merkel la que tomó la iniciativa personalmente. Mandó a su ministro del Interior, Friedrich, a Washington, donde fue ninguneado, y encargó a su ministro de Cancillería, Pofalla, hacer frente a la Comisión Investigadora especial que se creó poco después en el Bundestag. Las explicaciones oficiales nunca fueron convincentes y nadie creyó al ministro Pofalla, el titular de Cancillería, cuando dio por concluido el asunto en el mes de agosto.

El tema ha reaparecido en un momento en el que la oposición es casi inexistente (ecologistas y Partido de la Izquierda), y en el que los socialdemócratas se ven ya sentados en el Consejo de Ministros. Por eso no va a haber demanda de dimisiones. Pero el daño está hecho, y la responsabilidad final está en una Angela Merkel que no ha querido o no ha podido enfrentarse a Barak Obama, un Nobel de la Paz que utiliza métodos de actuación propios de dictadores.

Puede que para la canciller la amistad germano- norteamericana esté por encima de todo, pero los ciudadanos alemanes no pueden ni quieren entender hoy que su Gobierno -en funciones- no se plante de manera enérgica y contundente ante un sistema de espionaje que no respeta nada ni a nadie y tampoco a los aliados más preciados. El escándalo va a estar hoy, naturalmente, en la Cumbre Europea de Bruselas, y allí el Eje franco- alemán puede tener una oportunidad de oro para trazar, de nuevo, con sus aliados, las líneas rojas al ‘Gran Hermano washingtoniano’.

¿Ha sido Angela Merkel una ingenua? ¿Hasta qué punto era consciente de que su teléfono móvil podía ser pinchado? ¿Por qué Berlín no reaccionó con más firmeza -como han hecho los presidentes de Francia, Brasil y México-cuando llegaron las primeras constataciones de que los servicios secretos norteamericanos estaban metiendo sus antenas y micrófonos donde no debían? Son las preguntas que hoy se hacen los alemanes, después de que el semanario Der Spiegel haya desvelado lo que parece una obviedad: no sólo se interceptan cada día medio millón de comunicaciones telefónicas y digitales en la República Federal, sino que entre los afectados están las máximas autoridades de este país. Y también Merkel, quien utiliza muy a menudo su móvil y su ‘tablet’ para mandar mensajes.

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