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El trabajo también se falsifica en China
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Ángel Villarino

Historias de Asia

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El trabajo también se falsifica en China

Sabíamos que se podían falsificar bolsos, cremas, cigarrillos, e incluso diplomas universitarios. Pero hasta ahora no había noticia de falsos trabajos, en falsas empresas, con salarios

Sabíamos que se podían falsificar bolsos, cremas, cigarrillos, e incluso diplomas universitarios. Pero hasta ahora no había noticia de falsos trabajos, en falsas empresas, con salarios falsos y jefes que no existen. Por supuesto, está pasando en China.

La iniciativa cobró forma en varios centros educativos, tanto públicos como privados, que necesitaban mejorar las garantías de empleo de sus alumnos. Una urgencia acuciante ante el aumento del paro que sufren los recién licenciados chinos, una de las categorías más golpeadas por la crisis económica.

Con la idea de maquillar las nefastas perspectivas laborales de las nuevas promociones, miles de centros formativos empezaron a inscribir trabajos inventados en los registros oficiales. El diario South China Morning Post de Hong Kong calcula que hay cientos de miles de personas en esta situación en la China peninsular. Son en su mayoría jóvenes con empleos de los que, sencillamente, nunca han oído hablar.

Uno de los primeros en denunciar la trampa fue un recién licenciado de Xian, a quien se le ocurrió preguntar en la Oficina de Empleo local y descubrió que llevaba varios meses contratado en una empresa que ni siquiera conocía. Sorprendido, acudió a su Universidad, donde terminó de descubrir el pastel y lo publicó en un conocido foro de Internet. Por supuesto, el muchacho sigue en el paro. Los casos se han multiplicado, pero no todos se quejan. Los alumnos más pragmáticos aprovechan su falsa experiencia profesional para engordar su currículum y conseguir un trabajo real.

Al parecer, hay muchas variantes del engaño. Algunas universidades hacen cooperar a los alumnos, ofreciendo entre 10 y 50 euros a los alumnos que aporten un certificado de trabajo, sin preocuparse de si es falso. La prensa de Guandong hizo el experimento en una escuela superior. El resultado fue estrepitoso: oficialmente el 90 por ciento de los alumnos habían encontrado trabajo un año después de acabar los estudios. Sin embargo, sólo un 38 por ciento era consciente de ello.

La duda de la autenticidad

Más allá de la anécdota, se trata de una nueva frontera entre dos mundos que conviven alegremente en China: el "mundo falsificado" y el "mundo real", cuya delimitación es tan brumosa como el cielo de Pekín y a la que no es sencillo acostumbrarse. Desde la decisión más irrelevante (comprar cigarrillos) hasta la más trascendente (elegir cirujano) están marcadas por la duda de la autenticidad.

Todos aquellos que llevan un tiempo viviendo en China se han enfrentado a situaciones parecidas: una crema Nivea perfectamente falsificada que provoca quemaduras de primer grado en la piel, cigarrillos Marlboro que arden a duras penas y huelen a paja húmeda, una botella de ginebra Bombay cuyo contenido genera una intoxicación con vómitos de sangre, un aparentemente impecable MacBook que no tiene nada que ver con la Apple de Steve Jobs, “mozzarella italiana” cuajada en el sur de China, Rolex de imitación que pasan la revisión de un relojero, un diploma de Relaciones Internacionales de la Universidad de Yale por sesenta euros, un carné de conducir australiano, millones de billetes de 100 yuanes…

Son todos casos reales. Mi preferido, en todo caso, no está en China, sino en Bangkok, donde un grupo de amigos han aprendido a falsificar uno de los productos más exclusivos del mundo. En el taller de su casa y con piezas de otros coches, fabrican deportivos Ferraris artesanales que, al menos de lejos y sin escuchar el motor, dan perfectamente el pego.

Sabíamos que se podían falsificar bolsos, cremas, cigarrillos, e incluso diplomas universitarios. Pero hasta ahora no había noticia de falsos trabajos, en falsas empresas, con salarios falsos y jefes que no existen. Por supuesto, está pasando en China.