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El negocio de la basura en China, el mayor importador de desperdicios
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Ángel Villarino

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El negocio de la basura en China, el mayor importador de desperdicios

Botellas de plástico vacías, cuadernos usados, periódicos viejos, vidrios, chatarras... Todo tiene un valor económico en China, donde aumenta el número de industrias dispuestas a comprar

Botellas de plástico vacías, cuadernos usados, periódicos viejos, vidrios, chatarras... Todo tiene un valor económico en China, donde aumenta el número de industrias dispuestas a comprar cualquier cosa reutilizable. En el gigante asiático, la recogida de materiales reciclables no está organizada, ni siquiera subvencionada por organizaciones públicas, sino que se ha convertido en un negocio millonario que da trabajo a cientos de miles de personas por todo el país, aunque de manera irregular.

Pequeñas empresas, la mayoría sin registrar, se ganan la vida haciendo lo que en muchos otros países compete a las autoridades municipales: buscar, limpiar, clasificar, empaquetar y vender materiales utilizables a las plantas de reciclaje, la mayoría de ellas también en manos privadas. A las afueras de Pekín, en la aldea de Dongxiaokou, cerca de mil familias conviven en uno de los mayores centros de distribución de basuras reciclables de China.

Su vida se desenvuelve en medio al hedor de desperdicios y plásticos quemados, sobre tierras pegajosas y ennegrecidas de las que brotan líquidos pestilentes y hierros oxidados. En la finca del señor Liu, por ejemplo, cinco personas separan las botellas de plástico de las etiquetas, las despedazan en trocitos con la ayuda de una trituradora y las introducen en enormes sacos para enviarlas a las fábricas de tratado. La montaña de plásticos y las herramientas se acumula en el patio de la casa familiar, una chabola formada por seis paredes de ladrillo cubiertas con chapas de madera, plástico y metal.

“Aquí no debe sobrar nada”

“El negocio es muy duro, muy cansado, poco saludable y se gana poco dinero, pero es lo único a lo que me puedo dedicar”, se queja el señor Liu, que llegó a Pekín hace 15 años procedente de la provincia de Henan, en el centro del país. “Desde que empecé en esto me he mudado 20 veces porque la ciudad va creciendo y creciendo y las aldeas de reciclaje tenemos que instalarlas cada vez más lejos”, comenta.

Según datos del Banco Mundial, un 20% de las basuras que produce china acaban en aldeas como Dongxiaokou y en su mayoría vuelven a las fábricas. “En China existe una enorme tradición de reciclado porque el Gobierno siempre ha dicho que aquí no debe sobrar nada. Somos un país superpoblado y no podemos desperdiciar las cosas”.

“Muchas familias almacenan y venden regularmente sus basuras reciclables a los buhoneros”, explican Gong Yue y Xie Xinyun, dos jóvenes responsables de los programas de reciclaje de la asociación ecologista ‘Amigos de la Naturaleza’.

Se calcula que, en Pekín, por cada 500 familias existe un centro de recogida de basuras reciclables. Además de los buhoneros que rebuscan en basureros o recolectan por las calles con triciclos y sacos a la espalda, en la mayoría de los complejos residenciales existen casetas donde se compran periódicos usados, botellas de plástico, cristales, etcétera. “Por cada cien botellas de plástico pequeñas te pago 10 yuanes (1,5 dólares)”, asegura el encargado de una caseta de compra de basura en el centro de la capital.

“El reciclaje se produce en cuatro fases. Primero los ciudadanos lo venden a los buhoneros, éstos lo llevan en triciclos o camionetas hasta las aldeas de reciclaje, que después lo llevan en camiones a las plantas de procesado, donde se convierten en materiales utilizables nuevamente”, resume Gong. Aún con todo, el reciclaje local sólo satisface un 30 % de la demanda de las industrias chinas. El restante 70% se compra en terceros países, lo que ha convertido al gigante asiático en el mayor importador de desperdicios del mundo. Según datos de la Asociación Papelera estadounidense, en 2008, China importó 11,6 millones de toneladas de papel y cartón usados desde EEUU.

Como contrapartida, denuncian los ecologistas, el modelo de reciclaje chino, basado en la actuación de empresas privadas que se mueven exclusivamente por intereses económicos, genera problemas medioambientales. “Muchos plásticos de mala calidad, vidrios o papeles que podrían reciclarse, se queman porque tienen poco valor y las plantas industriales pagan poquísimo por ello”, nos comenta Gong. “Se produce una paradoja porque estas empresas familiares ayudan a reciclar y eso es bueno para el medio ambiente, pero lo hacen sin licencias y utilizando materiales que muchas veces son nocivos para ellos y sus familias, y altamente contaminantes. Algunos niños que nacen en aldeas como Dongxiaokou pierden el olfato”, concluye.

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