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Los chinos ya no vienen de Qingtian: “Europa no tiene futuro, el futuro es quedarse en China”
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Ángel Villarino

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Los chinos ya no vienen de Qingtian: “Europa no tiene futuro, el futuro es quedarse en China”

Quizá hayan oído hablar alguna vez de Qingtian, ese remoto condado de la provincia de Zhejiang del que proceden la mayor parte de los inmigrantes chinos

Quizá hayan oído hablar alguna vez de Qingtian, ese remoto condado de la provincia de Zhejiang del que proceden la mayor parte de los inmigrantes chinos afincados en España. Hasta hace unos años, “chino” y “qingtianés” eran gentilicios que prácticamente podían utilizarse como sinónimos, ya que nueve de cada diez venían de allí. Hoy siguen siendo mayoría, aunque en los últimos tiempos han perdido bastante terreno ante las nuevas oleadas arreciadas desde regiones más pobres, especialmente del interior y de las áridas llanuras situadas al norte de Pekín.

Pero volvamos a Qingtian. La escasez de tierras cultivables y recursos de esta bella comarca montañosa, unida a una serie de casualidades históricas, empujaron a su población hacia Europa, de familia en familia, de clan en clan, hasta crear un tejido inigualable. España e Italia son los países donde más se nota su presencia, pero los tentáculos se extienden por todo el continente. Algunos árboles genealógicos parecen el organigrama de una multinacional. El abuelo Ye, por ejemplo, tiene un hijo en Holanda, una hija en Rumania y otra en Francia, dos sobrinos en Polonia, al yerno en Portugal, un nieto en España, al hijo de su primo en Italia y un largo etcétera que ni siquiera él es capaz de recordar con claridad.

Gracias a sus inauditos esfuerzos, a la cooperación y lealtad entre miembros del “clan” y a una cierta astucia, los qingtianeses han hecho prosperar pequeños y grandes negocios por todo el Viejo Continente. Empresas que nunca se olvidan de mandar dinero a casa, de invertir en su tierra natal, e incluso de donar significativas cantidades de dinero para abrir escuelas y hospitales, levantar puentes y asfaltar carreteras. La emigración, respaldada sin rubor por el Gobierno local, se ha convertido con el paso del tiempo en una de las grandes señas de identidad y motivo de orgullo del condado, donde no faltan plazas, placas conmemorativas, e incluso un museo. Todo ello en homenaje a quienes abandonaron el hogar.

Pero el gran símbolo de la prosperidad alcanzada es el principal centro urbano del condado, un pueblo al que algunos se refieren ya como “Little Hong Kong” por sus rascacielos, los cochazos que circulan por sus cuatro avenidas y la disparatada inflación. No se imaginen tampoco Manhattan, pero tengan en cuenta que estamos hablando del entorno rural chino, donde un panorama como éste resulta impensable incluso en las regiones más ricas del país. Al otro lado del río Ou se preparan los cimientos de nuevos bloques de veinte pisos y se han dinamitado colinas enteras para abrir paso a ostentosas urbanizaciones de inspiración europea. A juzgar por los precios, se trataría del mismísimo París. Por un chalet de 200 metros cuadrados, una inmobiliaria local pide cerca de un millón de euros.

Pero si hay una idea que comparten hoy las gentes de Qingtian es que Europa, y en particular España, ha dejado de ser la tierra de las oportunidades. Sobre todo por la crisis, pero también por las mayores trabas administrativas para emigrar. “Allí hay poco futuro, ahora es en China donde hay que estar, así que muchos están pensado en volverse, o en irse a otro sitio donde haya más negocio”, dice Liu Xingyi, que acaba de regresar a su aldea después de casi diez años como cocinero en Madrid. Varios empresarios que han hecho fortuna reconocen que no tienen planeado seguir invirtiendo en España, si acaso lo contrario. “Podía haber conseguido el pasaporte español, pero he renunciado. Mi Gobierno no me deja tener dos nacionalidades y ahora mismo me interesa mucho más ser chino”, admite el joven Zhou Xu Feng, que dirige un conglomerado familiar centrado en la exportación y que ahora se esfuerza en diversificar el patrimonio conseguido en Europa con inversiones dentro de China.

En la principal escuela idiomas del condado encontramos otro indicador bastante claro. En 2008 había más de 300 estudiantes de español, alumnos de mediana edad y sin estudios, que buscaba familiarizarse con el sonido del idioma y memorizar un puñado de palabras de supervivencia, las más útiles para la aventura que iban a emprender, tales como "hola", “barato” o “rollitos de primavera". Pues bien, este año se han matriculado menos de 20, todos ellos de familias muy asentadas en España que no quieren renunciar a la reunificación. “Los números de las clases de italiano y portugués son parecidos, aunque menos radicales. Lo único que sigue creciendo es el inglés, donde tenemos alumnos mucho más jóvenes que, a diferencia del resto, no buscan emigrar, sino mejorar sus perspectivas profesionales aquí”, asegura el director de la academia. “También hay más demanda para las clases de mandarín, pensadas para niños y adolescentes que nacieron en Europa y a quienes sus familias empujan ahora a recuperar sus raíces”.

Quizá hayan oído hablar alguna vez de Qingtian, ese remoto condado de la provincia de Zhejiang del que proceden la mayor parte de los inmigrantes chinos afincados en España. Hasta hace unos años, “chino” y “qingtianés” eran gentilicios que prácticamente podían utilizarse como sinónimos, ya que nueve de cada diez venían de allí. Hoy siguen siendo mayoría, aunque en los últimos tiempos han perdido bastante terreno ante las nuevas oleadas arreciadas desde regiones más pobres, especialmente del interior y de las áridas llanuras situadas al norte de Pekín.

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