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Los medios internacionales se convierten en una marioneta de Kim Jong Un
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Ángel Villarino

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Los medios internacionales se convierten en una marioneta de Kim Jong Un

En diarios, televisiones y radios de medio mundo proliferan estos días chistes sobre Kim Jong Un. Lo que probablemente ignoran en sus redacciones es que es

En diarios, televisiones y radios de medio mundo proliferan estos días chistes sobre Kim Jong Un. Lo que probablemente ignoran en sus redacciones es que es el joven dictador norcoreano quien se está riendo de ellos. Detonando cargas atómicas bajo tierra, anunciando el apocalipsis dos veces al día, amenazando nada menos que a Washington con misiles atómicos de largo alcance (algo de lo que su Ejército no dispone) o recomendando la evacuación de viajeros, diplomáticos y turistas, el régimen consigue exactamente lo que está buscando: una escandalera internacional de proporciones muy superiores al peligro real de la amenaza.

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Algunos de los mejores analistas de la propaganda norcoreana lo llevan repitiendo semanas. El ruso Andrei Lankov ha explicado infinidad de veces cómo el régimen se ha convertido en un “fabricante profesional de crisis” con la ayuda de los medios de comunicación. “Primero fabrican la crisis, luego llevan las tensiones hasta puntos altos y, finalmente, consiguen que la comunidad internacional se preocupe. Llegados a este punto, sugieren negociar a cambio de concesiones o de dinero. La táctica les ha funcionado bien durante muchos años, pero en los últimos tiempos han perdido credibilidad porque todos los actores, especialmente Estados Unidos, se han aprendido el juego. Por eso han elevado el tono de las amenazas, pero no piensan atacar, no se han molestado ni en movilizar las tropas y tampoco están diciendo nada que no hayan dicho en el pasado. (…) De hecho, los surcoreanos no están preocupados en absoluto. Cuanto más lejos se está de la península coreana, mayor es la preocupación”.

Se repite estos días que existe la posibilidad de que la tensión acumulada acabe haciendo saltar alguna chispa en la frontera y que un accidente, o un error de cálculo, desate finalmente la guerra. Bryan Myers, de la Universidad Dongseo de Corea del Sur, lo valoraba con un brillante trabalenguas. “Estamos hablando de la posibilidad de que se dé una hipótesis extraordinariamente improbable y que eso desate, a su vez, una reacción extremadamente poco plausible”.

Adam Cathcart, un profesor de la Universidad de Belfast que dirige una de las mejores páginas web sobre estudios norcoreanos, ha escrito un ensayo de quince páginas en el qie explica con ejemplos concretos cómo la prensa occidental malinterpreta la propaganda y cae en traducciones tramposas, sin ofrecer el contexto adecuado y sin poner las cosas en perspectiva. “Desde hace años se habla de (las provocaciones de) Corea del Norte como una tabula rasa, como si todo fuese nuevo y no hubiese antecedentes”, argumentaba en una entrevista por correo electrónico en la que citaba a otro de los grandes en la materia, Bruce Cumings, profesor de la Universidad de Chicago y autor de uno de los mejores libros al respecto. Cumings, con quien también contacté para este post, se limitó a describir el tratamiento que hacen los medios de comunicación de los asuntos de Corea del Norte como “peligrosamente provinciano y estúpido”.

Si no se tratase de la dictadura más represiva del planeta, cabría admirar la habilidad con la que el régimen norcoreano utiliza los resortes de la prensa occidental y el show business de los medios para provocar “estados de guerra” sin dar un solo tiro ni matar a nadieLa maestría con la que el régimen norcoreano maneja a la prensa occidental para llevar las 'crisis' a su terreno queda bien retratada en el libro que escribió la periodista estadounidense Laura Ling, una de las dos reporteras capturadas hace unos años mientras intentaban entrar sin visado en Corea del Norte por la frontera con China para filmar un documental. Tras meses de 'crisis', Kim Jong Il consiguió forzar que viajase hasta Pyongyang nada menos que el expresidente Bill Clinton para 'rescatar' a la periodista. Ling reflexiona a lo largo de su relato sobre cómo la propaganda norcoreana manejó a su antojo la cobertura del cautiverio que hizo la CNN: utilizando señuelos, salpicando la propaganda con alusiones cuando le convenía, dosificando la información para conseguir más concesiones e incluso susurrando rumores al oído de uno de los periodistas estrella de la cadena, el ambicioso Anderson Cooper.

Kim Jong Un no consigue sentarse a negociar de tú a tú con Barack Obama, como le gustaría, pero ha sustituido ese diálogo por un dictado a los medios de comunicación que pone en una posición comprometida a la Casa Blanca. Los propagandistas norcoreanos estudian con tanta atención lo que los diarios surcoreanos y estadounidenses dicen, buscan tanto su reacción, que incluso responden abiertamente a sus editoriales. El caso de Kaesong es un buen ejemplo de ello. El cierre de este complejo industrial gestionado de manera mixta con Corea del Sur se anunció 48 horas después de que apareciesen varios artículos (inspirados en las declaraciones de un experto de Seúl) en los que se aseguraba que mientras Kaesong siguiese abierto, no había nada de lo que preocuparse. Algunos comparaban el polígono con el canario de una mina. “Si muere, entonces es que algo grave pasa”. Horas después de su publicación, el régimen cumplió el presagio y provocó otra ola de noticias.

El trabajador de una de las agencias que introduce turistas extranjeros en Corea del Norte (un negocio que sigue funcionando hasta ahora, según Koryo Tours) me reconocía hace unos días que en su oficina se estaba discutiendo si era bueno o malo que los medios de comunicación hablasen de ello. “Es publicidad pero, al mismo tiempo, si se nos pone como ejemplo de que no hay tensión, podrían cerrarnos”, comentaba medio en broma, medio en serio. Un temor que resultó igualmente profético: después de varios reportajes aparecidos el fin de semana en televisiones influyentes como la BBC, el régimen decidió el martes suspender la colaboración con varios touroperadores.

El mito de la irracionalidad

Si no se tratase de la dictadura más represiva del planeta, cabría admirar la habilidad con la que el régimen norcoreano utiliza los resortes de la prensa occidental y el show business de los medios para provocar 'estados de guerra' sin dar un solo tiro ni matar a nadie: escondiendo amenazas altisonantes en largas y disparatadas perífrasis retóricas para conseguir que alguien las saque de contexto, trabajando los tiempos, alimentando su mito de imprevisibilidad e irracionalidad en sus relaciones internacionales a pesar de haber dado suficientes muestras de lo contrario, dejando pistas por el camino, o colocando los temas en agenda con precisión milimétrica para que los periodistas pregunten en las ruedas de prensa con otros líderes internacionales. Su éxito es tal que la gravedad de las crisis las deciden los propagandistas norcoreanos y no los hechos. Sólo así se explica que el culebrón actual haya tenido mil veces más resonancia que el hundimiento de la corbeta Cheonan en marzo de 2010, un ataque que costó la vida a 46 militares surcoreanos y que en muchos diarios europeos ni siquiera mereció un breve.

En diarios, televisiones y radios de medio mundo proliferan estos días chistes sobre Kim Jong Un. Lo que probablemente ignoran en sus redacciones es que es el joven dictador norcoreano quien se está riendo de ellos. Detonando cargas atómicas bajo tierra, anunciando el apocalipsis dos veces al día, amenazando nada menos que a Washington con misiles atómicos de largo alcance (algo de lo que su Ejército no dispone) o recomendando la evacuación de viajeros, diplomáticos y turistas, el régimen consigue exactamente lo que está buscando: una escandalera internacional de proporciones muy superiores al peligro real de la amenaza.

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