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La lección de Renzi y el liderazgo personalista
No han sido pocos los que se han preguntado con qué cartas está lanzando este farol y han sido todavía más los que, de hecho, no entienden por qué ha hecho este movimiento
Crisis de Gobierno en Italia. Da igual el momento en el que lea esto. Esta semana Matteo Renzi, antiguo primer ministro italiano y líder de la pequeña formación Italia Viva, que se ha escindido de los socialdemócratas del Partido Democrático, ha hecho que sus dos ministras en el Ejecutivo italiano presenten su dimisión, provocando una crisis en plena pandemia y justo cuando Roma debe comenzar a prepararse para gestionar los miles de millones de euros del Fondo de Recuperación, una tarea en la que ni Italia ni España pueden fallar.
No han sido pocos los que se han preguntado con qué cartas está lanzando Renzi este farol y han sido todavía más los que, de hecho, no entienden por qué ha hecho este movimiento el antiguo primer ministro, que ha sido visto por la enorme mayoría como egoísta y centrado en intentar sacar adelante a un partido que no ha llegado a cuajar.
Más allá de intentar comprender los motivos de Renzi, que solamente están al alcance de él mismo, y las dinámicas internas del Gobierno italiano y la política del país, algo que es complejo hasta para los propios nacionales, hay unas cuantas "lecciones renzianas" que deben ser extraídas porque tienen una aplicación a una política española cada vez más italianizada en su peor cara.
La principal lección es que en tiempos de populismo rampante la solución no son liderazgos caudillistas. La respuesta de Renzi y del PD a partir de 2013 a un populismo cada vez más potente por parte del Movimento 5 Stelle fue un liderazgo personalista, centrado únicamente en la figura del líder. Y fue un error grave, porque en ese momento las líneas que delimitan los intereses generales con los personales comienzan a difuminarse y las decisiones importantes empiezan a quedar al capricho de una persona.
En 2016, en su etapa final como primer ministro, incapaz de comprender que no todo iba sobre Matteo, Renzi decidió vincular el referéndum de la reforma constitucional a su persona. Si perdía, dimitía. Evidentemente, como era de esperar, el voto acabó convertido en un referéndum sobre el propio Renzi. Y perdió. Es el mejor ejemplo de lo que ocurre cuando aplicas una fórmula populista para luchar contra el populismo: lo alimentas. David Cameron también puede hablar de esto desde la experiencia.
Aquel voto de 2016 inauguró años especialmente complicados para Italia, con el ascenso de la extrema derecha de Matteo Salvini, que acabó por convertirse tiempo después en ministro del Interior de un Gobierno liderado por el propio Movimento 5 Stelle que ahora comparte Ejecutivo con el PD y hasta hace pocos días con el propio partido de Renzi. Mejor que no intenten entenderlo.
En su última apuesta, también totalmente personal y con el objetivo de garantizar la supervivencia de Italia Viva y de su propio perfil político, Renzi da alas ya no tanto a Salvini, sino a Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia, nuevo "socio preferente" de Vox en Italia. Renzi cree, como siempre, que esta se trata de una explosión controlada, que la sangre no llegará al río. Pensaba lo mismo de la de 2016 y desde entonces Italia se ha convertido en un foco de inestabilidad para Europa.
Quizás sea bueno tomar nota de la lección renziana en un momento en el que en España las rencillas políticas son cada vez más personales, vacías de contenido. En las que los partidos políticos y los miembros de la formación se dedican más al apoyo 'groupie' en redes sociales hacia el líder indiscutible que al debate interno. En el que todo va más sobre lealtad que sobre responsabilidad.
Lo escribía hace poco en Letras Libres Aurora Nacarino-Brabo: "El círculo de la deliberación se ha estrechado tanto que unas pocas personas son las encargadas de tomar las decisiones en los partidos. La autonomía parlamentaria es, cada vez más, la autonomía del líder". Las primarias, además, han reforzado la idea de que el líder debe dirigir la formación con puño de hierro y no tiene la obligación de escuchar a los derrotados. En España tenemos algún que otro ejemplo de partido con aspiraciones de democracia interna que se ha convertido en el cortijo personal del líder.
Es difícil combatir el personalismo de los líderes políticos, y va a ser cada vez más complicado por las condiciones en las que se desarrolla la política estos días. Pero si nos dejamos llevar por esa deriva será importante conocer las consecuencias de ello. Como siempre en política, Italia va unos pasos por delante. Nos permite ver que esa tendencia acaba por dar hasta al más pequeño de los partidos la llave para abrir la puerta de la inestabilidad.
A eso hay que sumar otro factor: España no es Italia. Esta semana una alta fuente europea mostraba cierto desinterés por el drama italiano: no lo entendía, pero, de todas formas, estaba más o menos tranquilo. "Me reconforta el hecho de que al final Italia siempre parece capaz de encontrar soluciones a estos problemas. La situación puede que no sea tan dramática como parecía en un primer momento", explicaba. La política italiana tiene décadas de experiencia en lidiar con el caos político sin despeinarse demasiado. Las consecuencias a nivel europeo que para Italia tiene esa inestabilidad no tienen nada que ver con las que tendría para España.
Crisis de Gobierno en Italia. Da igual el momento en el que lea esto. Esta semana Matteo Renzi, antiguo primer ministro italiano y líder de la pequeña formación Italia Viva, que se ha escindido de los socialdemócratas del Partido Democrático, ha hecho que sus dos ministras en el Ejecutivo italiano presenten su dimisión, provocando una crisis en plena pandemia y justo cuando Roma debe comenzar a prepararse para gestionar los miles de millones de euros del Fondo de Recuperación, una tarea en la que ni Italia ni España pueden fallar.
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