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Europa en llamas: los peligros de mirar hacia otro lado
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Nacho Alarcón

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Europa en llamas: los peligros de mirar hacia otro lado

La Unión Europea debe tener como prioridad la protección de los derechos humanos. Los ciudadanos europeos también. Mirar hacia otro lado abre la puerta a los lugares más oscuros

Foto: Manifestantes polacos pisan las bandera LGBT y Transgénero en Varsovia. (Reuters)
Manifestantes polacos pisan las bandera LGBT y Transgénero en Varsovia. (Reuters)

El riesgo de ser un creyente ciego en el federalismo europeo es que puede hacer que se pierda mucha perspectiva. Siempre pensando en cómo armar una Unión Europea fuerte y capaz —en ocasiones con matices de sueños de grandeza que incluyen ejércitos comunes y una carrera espacial— hace que se olvide fácilmente el primer objetivo, si no es casi el único, que debería tener el proyecto europeo: promover y garantizar la protección de los derechos humanos, dentro y fuera de sus fronteras, junto a la democracia y el estado de derecho.

Cuando el pasado 23 de abril Normunds Kindzulis, un joven letón gay de 29 años, fue quemado vivo en su casa, muriendo por sus quemaduras cinco días después, la que también estaba en llamas era Europa. Sobra decir que no es el único delito de odio que se ha registrado en el bloque en los últimos tiempos (Alemania ha experimentado en 2020 el récord de delitos de extrema derecha de toda la serie histórica que comenzó en 2001). También sobra decir que no es la única persona que ha sido asesinada por ser homosexual en suelo europeo últimamente. Pero su asesinato debería ser, de nuevo, un guantazo de realidad.

Siempre hay una forma de consolarse. Para los pocos que se han enterado de la noticia, porque no ha tenido mucha repercusión fuera de las fronteras letonas, la vía más rápida para olvidarlo es considerarlo un caso aislado. Lamentablemente no lo es. No se puede considerar todo esto un caso aislado mientras en un país como Polonia el Gobierno ultraconservador del partido Ley y Justicia (PiS) ha creado “zonas libres de ideología LGTBI”.

Foto: Foto: Instagram (kindzulis.normunds).

Pocas veces en la historia ha habido alguna idea política buena vinculada a la fórmula “zona libre de”. Y Varsovia lo sabe perfectamente. Sin embargo, demasiados polacos y la inmensa mayoría del resto de ciudadanos europeos miran para otro lado mientras los derechos de los homosexuales en Polonia se ven limitados y estos se sienten socialmente perseguidos. Otro tanto ocurre en Hungría, y la situación en Letonia, como demuestra el brutal asesinato de Kindzulis, no es mejor. Lamentablemente ningún país europeo está libre de la violencia homófoba, pero en ningún lugar cuenta con un respaldo ideológico como en el territorio polaco y húngaro, donde las fuerzas políticas conservadoras viven en una obsesión con el problema demográfico tras la caída del telón de acero sobre la que basan sus tesis homófobas y xenófobas.

Este 9 de mayo se celebra, como cada año, el día de Europa, conmemorando así el discurso del ministro francés Robert Schuman que en 1950 puso las bases de la Comunidad del Carbón y del Acero para evitar que Francia y la República Federal Alemana pudieran volver a iniciar una carrera armamentística. Sería un buen día para recordar otra cosa: que seguramente no se hubiera tenido que llegar a esa declaración si los ciudadanos de muchos países europeos no hubieran mirado hacia otro lado durante tanto tiempo.

Foto: Szájer József, eurodiputado y cercano aliado de Viktor Orbán en el partido Fidesz. (Reuters)

La lección es que hay pocas cosas más nocivas que dejarse llevar que evitar afrontar la realidad. Y compartir un proyecto político común, como es la Unión Europea, significa que las fronteras de la responsabilidad ya no terminan en la frontera de nuestro país. Por mucho que a algunos húngaros o polacos les moleste la intromisión de algunas personas en sus asuntos internos hay que recordar, con tenacidad, que hay ciertos asuntos internos que afectan a todos los europeos.

Ya se ha dicho en otras ocasiones que la Unión Europea debería centrarse en un objetivo principal, lejos de las ambiciones y sueños de grandeza: hacer cumplir el artículo 2 de los tratados, en el que se consagra la protección al estado de derecho, los derechos humanos y la democracia. El futuro de Europa se juega en esas pocas líneas, y el desmantelamiento del estado de derecho y de la independencia judicial en algunos países es el campo de batalla al que siempre hacemos referencia. Y sin derechos humanos tampoco hay Europa.

Pero difícilmente actúa la política sin la sociedad. Ese artículo seguirá poco a poco desgastándose mientras los ciudadanos no reaccionen. Porque el brutal asesinato de Kindzulis no ha despertado conciencias ni movilizado a prácticamente nadie. Porque los cientos de migrantes que mueren ahogados en el Mediterráneo ante la indiferencia de la mayoría de Estados miembros ya ni siquiera parecen quitar levemente el sueño a los europeos. Porque los gitanos siguen sufriendo una discriminación brutal en toda la Unión Europea, con algunos capítulos de violencia extrema. Y esta lista podría continuar muchos párrafos más. No mire hacia otro lado. Europa empieza en la responsabilidad individual y muere en la indiferencia hacia los demás.

El riesgo de ser un creyente ciego en el federalismo europeo es que puede hacer que se pierda mucha perspectiva. Siempre pensando en cómo armar una Unión Europea fuerte y capaz —en ocasiones con matices de sueños de grandeza que incluyen ejércitos comunes y una carrera espacial— hace que se olvide fácilmente el primer objetivo, si no es casi el único, que debería tener el proyecto europeo: promover y garantizar la protección de los derechos humanos, dentro y fuera de sus fronteras, junto a la democracia y el estado de derecho.

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