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Cómo Maquiavelo ha salvado la Unión Europea en la última década
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Nacho Alarcón

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Cómo Maquiavelo ha salvado la Unión Europea en la última década

La UE ha vivido su particular “momento maquiavélico” en los últimos años que le ha llevado adaptarse a unas nuevas circunstancias, defiende Luuk van Middelaar en su último libro

Foto: Nicolás de Maquiavelo, autor de 'El Príncipe'
Nicolás de Maquiavelo, autor de 'El Príncipe'

Nicolás de Maquiavelo vivió sus últimos años obsesionado por el colapso del sistema. La república para la que trabajó entre 1498 y 1512 se descompuso ante sus ojos y cayó de nuevo bajo el mando de la familia Medici. Para el segundo canciller de la república los entes políticos tenían un ciclo de vida como los humanos. Y Maquiavelo vivía pensando en la vejez, con cómo una república podía mantenerse virtuosa y viva en tiempos turbulentos, comparándola con tiempos remotos, aprendiendo lecciones del pasado, observando el momento actual, la contingencia. Murió en 1527 sin recuperar un puesto en la administración pública, viendo cómo el experimento republicano florentino había fracasado estrepitosamente. Y, entre las muchas razones para su fracaso, algunas fundacionales, una de las más potentes fue su incapacidad de renovarse.

Por eso es normal que el filósofo político florentino dedicara buena parte de su obra a la adaptación de las repúblicas a las nuevas circunstancias. El Príncipe es una obra engañosa, que probablemente buscaba adular a Lorenzo II de Medici con la esperanza de recuperar su oficina en la burocracia florentina. Es su obra más famosa y la que ha dado al término “maquiavélico” el carácter negativo con el que ha llegado a nuestros días. Pero para encontrar el verdadero, o al menos completo, mensaje de Maquiavelo hay que buscarlo en su monumental Discursos sobre la primera década de Tito Livio, una defensa del republicanismo y el que ha dejado un legado mucho más profundo y duradero, aunque menos comercial que El Príncipe. En él explora no solamente los elementos para la fundación y expansión de una república exitosa, extrayendo lecciones de la historia de Roma, sino también sobre cómo la entidad política debe fluir y adaptarse a los nuevos tiempos. Sabía lo necesario que era hacer eso porque recordaba el colapso de su propia res publica a principios del siglo XVI.

placeholder Florencia durante la pandemia de coronavirus. (EFE)
Florencia durante la pandemia de coronavirus. (EFE)

En su reciente “Pandemonium: Saving Europe”, Luuk van Middelaar, antiguo escritor de discursos del presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy y el filósofo de cabecera de muchos en Bruselas, aunque detestado por los sectores más federalistas por considerarlo demasiado intergubernamental, defiende que la pandemia ha confirmado su principal teoría, la que viene defendiendo en otras obras como “Alarums & Excursions”: el paso definitivo de la Unión de la política de las normas, cuando el proyecto europeo consistía en discutir sobre cuotas lecheras o subsidios agrícolas, a la Unión de la política de los eventos, que no es otra que la de la improvisación y gestión de crisis, algo que debe ser totalmente político, no técnico.

Van Middelaar considera que el origen de esa transición, que para él es la encarnación de la politización del proyecto, se encuentra en que la Unión Europea ha vivido en la última década un “momento maquiavélico”. Se refiere al término sobre el que gira la obra “El momento maquiavélico” de J.G.A. Pocock, publicada por primera vez en 1975 y un auténtico clásico de la historia de la filosofía política. Van Middelaar habla de crisis, como la guerra en el este de Ucrania o la de migración de 2015 y 2016, que “presentaron a la Unión Europea, que siempre ha preferido hablar de valores universales que de sus propios intereses, decisiones trágicas: entre justicia y paz, entre seguridad y hospitalidad”. En ese proceso, señala el holandés, la Unión “inevitablemente ha perdido su inocencia”.

Ese es el momento maquiavélico de la UE, que es, según Pocock, “el tiempo conceptualizado en el cual la república se ve confrontada a su propia finitud temporal, como intentando mantenerse moral y políticamente estable en un flujo de acontecimiento irracionales, concebidos como esencialmente destructivos de todo sistema de estabilidad secular”. Como cuando Maquiavelo observaba la destrucción de la república florentina. Van Middelaar identifica ese momento maquiavélico en estos últimos años. “A través de las grandes crisis entre 2008 y 2021, la Unión se vio forzada a dejar a un lado los fuegos artificiales de su pensamiento de perpetuidad (la idea de que la Unión tiene en las normas y reglas todo lo que necesita para proyectarse hacia el futuro de manera indefinida) y actuar en el inmediato aquí y ahora para resistir y sobrevivir a los desastres que le amenazan”.

Van Middelaar, considerando que la Unión ha perdido su inocencia en los últimos años y que ha tenido que afrontar su propia finitud temporal, cree que ha habido un despertar político en el club. Comparándolo con el momento maquiavélico de Pocock, el holandés señala que “aquellos (como la Unión Europea) que se saben mortales deben considerarse y armarse como entidades de azar en el río del tiempo: una experiencia existencial”.

Es ese “momento maquiavélico”, según Van Middelaar, el que hace despertar a la Unión. O más concretamente a Alemania, salvando así a la UE, proyectándola hacia el futuro. El autor señala que es Alemania la que en 2016 entra en shock por el Brexit y la elección de Donald Trump en Estados Unidos, y que es la crisis del coronavirus la que termina por provocar ese “momento maquiavélico” en Berlín. Esa toma de conciencia de su “propia finitud temporal” en un mundo cada vez más complejo, más peligroso, en el que Alemania cada vez es más pequeña y está más debilitada.

placeholder Angela Merkel, antigua canciller alemana. (Reuters)
Angela Merkel, antigua canciller alemana. (Reuters)

Van Middelaar explica por qué es en ese momento y no antes cuando se cruza esa frontera política en Alemania. En la crisis de 2008 Berlín era el lado fuerte de la crisis, en la guerra de Ucrania era una crisis lejana en la que Merkel actuó como líder política y moral, y en la crisis migratoria Berlín se hizo con un cierto capital político al presentarse como prácticamente el único país que mantuvo una política de puertas abiertas durante un buen tiempo. Es a partir de 2016 cuando Alemania es consciente de su vulnerabilidad. De su finitud en el río del tiempo. Solamente así, viendo el precipicio de cerca, se explica que en poco tiempo la Unión haya cruzado fronteras inimaginables hace poco tiempo, como la financiación de un programa de recuperación con la emisión de deuda pública europea, una línea roja para Berlín.

El mensaje central del filósofo holandés en el inicio del libro es ese, que “en situaciones de emergencia, la Unión debe cerrar fronteras, repudiar principios, ensuciarse las manos”. Realpolitik europea. La supervivencia requiere en ocasiones tomar medidas dudosas, considera el holandés, como el acuerdo “ético y legalmente dudoso” con la Turquía de Erdogan para frenar la llegada de refugiados. O cerrar fronteras al inicio de la crisis del coronavirus. Son medidas difíciles que solamente se pueden tomar en el escenario de la nueva política de los eventos que Van Middelaar defiende que ha ido surgiendo para hacer frente a un mundo más volátil.

Pero conviene extraer algunas lecciones más de los Discursos de Maquiavelo aunque pueda ser peligroso: es difícil interpretar con exactitud el pensamiento del florentino, como demuestran los muchos párrafos que Isaiah Berlin dedica en el ensayo "La originalidad de Maquiavelo" dentro de "Contra la corriente: Ensayos sobre historia de las ideas", a los muchos y brillantes pensadores que hacen interpretaciones muy distintas del pensamiento del diplomático. Pero sí se puede extraer de los Discursos que Maquiavelo considera que no cualquier cambio es bueno o suficiente. Lo clave para el filósofo florentino no era solamente adaptarse a las circunstancias, lo cual es fundamental: lo ideal es que esas adaptaciones se basaran siempre en los principios originales de la república. “Son salutíferas aquellas alteraciones que las reconducen (a las repúblicas) a sus principios”, señala Maquiavelo en el libro tercero de sus Discursos. La realpolitik aplaudida por Van Middelaar debería tener ahí su límite.

Nicolás de Maquiavelo vivió sus últimos años obsesionado por el colapso del sistema. La república para la que trabajó entre 1498 y 1512 se descompuso ante sus ojos y cayó de nuevo bajo el mando de la familia Medici. Para el segundo canciller de la república los entes políticos tenían un ciclo de vida como los humanos. Y Maquiavelo vivía pensando en la vejez, con cómo una república podía mantenerse virtuosa y viva en tiempos turbulentos, comparándola con tiempos remotos, aprendiendo lecciones del pasado, observando el momento actual, la contingencia. Murió en 1527 sin recuperar un puesto en la administración pública, viendo cómo el experimento republicano florentino había fracasado estrepitosamente. Y, entre las muchas razones para su fracaso, algunas fundacionales, una de las más potentes fue su incapacidad de renovarse.

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