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Las guerras siempre las pierden los niños

La medida más efectiva para la protección de la infancia en una guerra es que no haya guerra. Y si esta comienza, todos los esfuerzos se deben poner en lograr un alto el fuego como freno a la violencia y camino hacia la paz

Foto: Niños ucranianos refugiados en Rumanía. (EFE/EPA/Robert Ghement)
Niños ucranianos refugiados en Rumanía. (EFE/EPA/Robert Ghement)

Esto concluía Forges hace años en una viñeta, refiriéndose a esta terrible realidad que se ha exacerbado en las últimas décadas. Las guerras de hoy tienen un impacto mayor sobre la población civil, especialmente sobre la más vulnerable y de forma más aguda sobre la infancia, cuyos derechos son despreciados con frecuencia en los conflictos (1).

Los niños y las niñas sufren en sus cuerpos la violencia de combates que ya no se concentran en frentes, inexistentes como tales. De hecho, Unicef ha reportado que más del 45% de las víctimas mortales en conflictos desde 1980 han sido niñas y niños. El hambre, un arma letal en las guerras, se ceba con los menores, que también son víctimas de otra arma terrible, la violencia sexual. Los efectos de un conflicto en sus vidas, bienestar y futuro son devastadores al cercenar oportunidades educativas y de desarrollo y provocar heridas en su salud física y mental. La situación que han sufrido y en la que están ahora millones de niños en Afganistán, amenazados por la hambruna, sin educación ni acceso a la salud, es uno de los ejemplos recientes más dramáticos.

La medida más efectiva para la protección de la infancia en una guerra es que no haya guerra

En Ucrania viven 7,5 millones de niñas y niños que hoy están amenazados (2) por misiles, aterrorizados por las sirenas y desprotegidos en medio de un caos incierto y violento. Afina (3) es una niña de nueve años que vive en el este de Ucrania, donde el conflicto ya dura siete años. Ella cuenta cómo perdió sus zapatillas cuando, con apenas dos años, tuvo que salir corriendo delante de un tanque. Los traumas y el estrés de vivir en medio de una guerra han contribuido a que desarrolle diabetes. Su futuro se quebró, como el de tantos menores más.

La medida más efectiva para la protección de la infancia en una guerra es que no haya guerra. Y si esta comienza, todos los esfuerzos se deben poner en lograr un alto el fuego como freno a la violencia y camino hacia la paz.

En los conflictos activos, no se trata solamente de que se haya debilitado la protección de la población civil

Dicho esto, las guerras han ocurrido y ocurren. La humanidad no ha logrado arrinconar para siempre a líderes violentos, ni establecer un sistema internacional capaz de dotar de seguridad y derechos civiles a todo el mundo, previniendo los conflictos antes de que estallen. Ello a pesar de los avances en el derecho internacional y de la existencia de instituciones globales, perfectibles sí, aunque con un mandato claro de velar por la vida, la paz y el respeto a los derechos humanos y que se dejan la piel por defender esa misión.

En los conflictos activos no se trata solamente de que se haya debilitado la protección de la población civil. Hay intencionalidad. De hecho, se producen ataques indiscriminados contra civiles que son utilizados como rehenes, escudos o blancos por parte de los bandos en conflicto. Hasta el 90% de los muertos por explosiones en áreas pobladas de zonas en conflicto son civiles (4). Naciones Unidas ha detectado 266.000 casos de graves violaciones contra la infancia en los últimos 16 años en más de 30 conflictos activos en el mundo (5).

Foto: El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (EFE/Alan Santos) Opinión

Sin embargo, las guerras también tienen sus reglas, buena parte de ellas dirigidas a proteger a la población civil y de forma especial a la infancia vulnerable. Tras las atrocidades de la II Guerra Mundial, se aprobó la Convención de Ginebra, que incluye una serie de convenios y protocolos dirigidos a contener la brutalidad de los conflictos y asegurar la protección de la población civil y de los refugiados provocados por las guerras y la persecución. La convención ha sido firmada por la mayor parte de los Estados del mundo.

El IV Convenio de Ginebra, centrado en la “Protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra”, ha sido reforzado a lo largo del tiempo con protocolos adicionales tanto de la propia Convención de Ginebra (6) como en la Declaración sobre los Derechos del Niño, que también aborda su protección en los conflictos.
En la práctica, el derecho internacional, que debe ser observado por todas las partes en conflicto, establece el principio de protección especial destinado a niñas y niños contra cualquier forma de asalto o violencia (7). Exige además que las partes provean los cuidados y ayuda que la infancia requiera por su edad o cualquier otro motivo y prohíbe el reclutamiento de menores en fuerzas armadas para ser obligados a combatir.

La acción humanitaria en situaciones de conflicto nunca fue fácil ni estuvo exenta de riesgos

En el conflicto de Ucrania, y en cualquier otro, Unicef hace un llamamiento expreso a todas las partes en conflicto para que cumplan sus obligaciones internacionales relativas a la protección de la infancia. Esto incluye la abstención de atacar infraestructuras esenciales para la vida, como sistemas de agua potable, escuelas y hospitales.

Mención especial merecen los equipos humanitarios de organizaciones especializadas y agencias de Naciones Unidas que responden a las crisis desde el corazón de las mismas. Son quienes no se van para seguir cerca de quienes más sufren el impacto de la guerra. El equipo de Unicef en Ucrania, compuesto por personal local e internacional, está volcado en asegurar el suministro de agua potable, proveer salud y educación de emergencia y apoyar a la infancia con atención psicosocial frente al trauma de la violencia.

La acción humanitaria en situaciones de conflicto nunca fue fácil ni estuvo exenta de riesgos. Dicho esto, en tiempos recientes también se ha deteriorado, tanto por las dificultades para garantizar el libre acceso de actores humanitarios a toda la población afectada, esté donde esté, como por los ataques directos sufridos por trabajadores humanitarios y sus equipos e instalaciones. No son un objetivo. Son esenciales para garantizar la última línea de protección de la población civil, de las niñas y niños desprotegidos frente a las bombas y la destrucción de lo que ha sido su vida cotidiana. Mientras el alto el fuego y la paz no llegan, gracias por estar ahí.

  1. https://www.unicef.es/noticia/la-infancia-sufre-cada-vez-mas-los-efectos-de-los-conflictos-armados.
  2. https://www.unicef.es/noticia/ucrania-75-millones-de-ninos-en-riesgo.
  3. https://www.unicef.es/noticia/el-conflicto-de-ucrania-deja-heridas-invisibles-en-la-infancia.
  4. https://news.un.org/es/story/2019/05/1456531.
  5. https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/aumentan-las-violaciones-graves-de-los-derechos-de-la-infancia-en-los-conflictos.
  6. https://www.icrc.org/es/document/los-convenios-de-ginebra-de-1949-y-sus-protocolos-adicionales.
  7. https://www.unicef.org/es/ninos-en-la-mira/agenda-unicef-en-favor-cambio-proteger-ninos-conflictos-armados.

Esto concluía Forges hace años en una viñeta, refiriéndose a esta terrible realidad que se ha exacerbado en las últimas décadas. Las guerras de hoy tienen un impacto mayor sobre la población civil, especialmente sobre la más vulnerable y de forma más aguda sobre la infancia, cuyos derechos son despreciados con frecuencia en los conflictos (1).

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