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Bujará, el nuevo 'Califato'
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José Zorrilla

Las tres voces

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Bujará, el nuevo 'Califato'

Para el lector de estas líneas, Bujará no pasa de ser una alfombra de color rojo. No es el caso para los talibanes. Como se dice en la "Umma", "todas las ciudades miran al cielo, solo el cielo mira a Bujará"

Foto: Un viejo árbol cerca de un museo en el centro histórico de Bujará, en Uzbekistán (Reuters).
Un viejo árbol cerca de un museo en el centro histórico de Bujará, en Uzbekistán (Reuters).

Unos centenares de talibanes desarrapados han tomado al asalto la ciudad afgana de Kunduz (300.000 habitantes), defendida por 5.000 soldados afganos entrenados por nosotros, es decir, Occidente. La lucha por recuperarla ha durado semanas. La noticia, más que mala, es devastadora. Cómo ya es costumbre, Pakistan no controla su frontera noroeste y los soldados afganos luchan con tanto ardor cómo los iraquíes, que abandonan sus posiciones sin siquiera destruir en su huída el armamento que dejan detrás.

Llueve sobre mojado. En los días de la caída de la URSS y la guerra por aquellos aledaños, los soldados uzbekos tiraban las armas y corrían hacia los talibanes gritando "¡hermanos, hermanos!".

Kunduz es Afganistán, cierto. Pero abre la puerta de ese cuarteto poco conocido en nuestras latitudes que es Asia Central. De Oeste a Este, Turkmenistán, Uzbekistán, Tajikistán y Kirguistán, un polvorín de pobreza, mala gobernanza, islamismo radical y narcotráfico. Y la líneal de frente que impide al terrorismo desbordar sobre China (Xinjian) y Rusia (Cáucaso). Pobre defensa, todo hay que decir.

placeholder Mapa de Asia Central.
Mapa de Asia Central.

Las narrativas sobre Asia Central son dos. La liberal asegura que terrorismo islamista, por allí más bien poco. Los dictadores encubren sus tropelías acusando a toda oposición de ser islamismo radical. La conservadora defiende que el islamismo radical es un problema gravísimo, sea cual sea el nivel de represión de los gobiernos de turno.

Mi visión combina ambos puntos de vista. Hay un poso islámico claro en las cuatro repúblicas, que comparte con su compañera Kazajstán, al Norte. Los ejércitos musulmanes del Califato abásida aliados con Tibet vencieron a las tropas de la dinastía china Tang en la batalla de Talas (751). Desde entonces, Asia es básicamente musulmana.

Pero los niveles de mal gobierno y corrupción empujan a sectores de población cada vez más amplios no ya a la pobreza, sino a la miseria extrema. Si hacen un viaje turístico por la zona verán en muchas personas signos de desnutrición -algo impensable hace unos años-. Añadan una bomba demográfica que no se deja contener por la miseria y tendrán una idea de lo que se está gestando entre China y Rusia.

Y ahora llega el tercer factor. Hay una alternativa política. Y se llama gobierno taliban. En ello están el Movimiento Islámico de Uzbekistán, (IMU), ahora fusionado con el ISIS, el Movimiento de Independencia del Turkestán Oriental (ETIMP) y el Hizb ut-Tahrir panasiático. Para un europeo puede parecer que no hay nada peor que un gobierno taliban. Es dudoso. En ese lugar del mundo, las prostitutas de carretera cobran por sus servicios menos de lo que cuesta un preservativo. Por consiguiente, les resulta imposible usarlo y el SIDA cabalga sin freno ni cuidados médicos. ¿No le resultaría más ventajoso a esa pobre mujer ser la segunda esposa de un musulmán devoto aunque tuviese que llevar el hijab y estar todo el día en casa? Esos son los términos del problema. Kirguistán, el más vulnerable de los cuatro países, está virando hacia esa filosofía con rapidez. En Tajikistán, la guerra civil no terminó nunca y apenas hace unas semanas se produjeron unos enfrentamientos en Dushanbe que causaron 17 víctimas.

No hace falta decir que las relaciones entre el cuarteto de Asia Central son de máxima hostilidad. Fronteras minadas, imposible acuerdo sobre recursos hídricos o energéticos, matanzas interétnicas (Uzbekistán/Kirguistán, 1990, 2010), inexistencia de relaciones diplomáticas, etcétera. Aunque la potencia dominante sigue siendo Rusia, el avance de China es imparable y, según Marthe Brille Alcott, ya desde 2012 el País del Centro es la potencia hegemónica en la zona (yo sería más prudente. A Rusia le bastaría aplicar toda su presión a las élites locales, a las que controla vía policía y servicios de información, amenazar con usar sus fuerzas militares o tocar el status de los emigrantes asiáticos en Rusia, verdadero sostén de la patria dejada atrás, para cortar en seco cualquier veleidad de indepencia real.

China y Rusia coinciden: no quieren a Occidente en su patio trasero. Si los talibanes atacan, deberán hacer frente a ese caos sin la ayuda de EEUU y la UE

Sin embargo, hay algo en lo que coinciden China y Rusia: en no querer a Occidente en su patio trasero. Lo que lleva a que si los talibanes atacan, sigue cayendo el precio de los hidrocarburos o se descontrola algún proceso sucesorio (Uzbekistán y Kazakstán) serán ellos los que habrán de hacer frente a ese caos sin la ayuda de EEUU ni la UE. John Kerry parece que no lo ve así y acaba de visitar Uzbekistán. Le deseamos suerte en su empeño.

Una observación de carácter histórico sobre Bujará, ciudad que junto con Samarkanda, Tashkent, Khiva y el Valle de la Fergana forma el actual Uzbekistán, eje de Asia Central. Para el lector de estas líneas, Bujará, casi con seguridad, no pasa de ser una alfombra de color rojo que compró en alguna rebaja. No es el caso para los talibanes. Como se dice en la "Umma", "todas las ciudades miran al cielo, solo el cielo mira a Bujará". Teimujin conquistó muchas ciudades; Bujará fue la única que se dignó frecuentar con su presencia. En el orden religioso, por encima de ella estaban solo La Meca y Medina. En el orden político, cuando Rusia conquistó la zona (1863) no se atrevió a anexionar el Emirato. Se limitó a convertirlo en protectorado para no ofender a los musulmanes del Imperio. Solo se convirtió en una República socialista cuando el General Frunze lo tomó al asalto en los días de la Revolución. (1920)

La ciudad sagrada es un imán poderosísimo para todo el islam radical de Asia, y si cupiesen apuestas en este campo yo apostaría por Bokhara como sede del futuro "Califato". O al menos una dura lucha por intentarlo una vez que se acabe la diversión del frente sirio. Piensen en eso la próxima vez que miren a su alfombra roja, esa que compraron muy barata en una rebaja.

*Sobre las razones para hacerse terrorista islamista pueden leer la novela del uzbeko (en el exilio) Hamid Ismailov, The poet and Bin Laden. Ismailov es también autor de un interesante ensayo sobre El diván del Tamarit, de García Lorca.

Unos centenares de talibanes desarrapados han tomado al asalto la ciudad afgana de Kunduz (300.000 habitantes), defendida por 5.000 soldados afganos entrenados por nosotros, es decir, Occidente. La lucha por recuperarla ha durado semanas. La noticia, más que mala, es devastadora. Cómo ya es costumbre, Pakistan no controla su frontera noroeste y los soldados afganos luchan con tanto ardor cómo los iraquíes, que abandonan sus posiciones sin siquiera destruir en su huída el armamento que dejan detrás.

Califato Afganistán