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Bannon, un nazi en la Casa Blanca
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José Zorrilla

Las tres voces

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Bannon, un nazi en la Casa Blanca

El nuevo Jefe de Estrategia de Donald Trump es un personaje muy peligroso, cuya ideología no es otra cosa que la misma que la de Adolf Hitler. El presidente no tiene derecho a ponerle ahí

Foto: Marcha de grupos supremacistas blancos y miembros del Ku Klux Klan en Georgia, en abril de 2016 (EFE)
Marcha de grupos supremacistas blancos y miembros del Ku Klux Klan en Georgia, en abril de 2016 (EFE)

Del nombramiento de Steve Bannon para Jefe de Estrategia de Trump se ha ocupado ya en estas páginas Daniel Iriarte con su habitual competencia. Por desgracia temo que lo de Bannon va a requerir muchas plumas y mucho tiempo. Si antes no pasa algo peor.

Lo primero es encuadrar al personaje. Tras una carrera desigual en el mundo de los negocios se hizo con la cadena de comunicación Breitbart a la muerte de su fundador en 2012. Bajo su impulso la cadena dejó de ser conservadora para pasar a ser la voz de alt-right, un conjunto de personas y opiniones cuyo denominador común es la virulencia de su expresión, no ya al margen de la democracia jeffersoniana sino contra ella.

Vayan tomando nota:

El cristianismo es indeseable por universal. Lo suyo es el paganismo blanco.

El mundo está regido por una minoría oculta entre cuyos miembros destacan los judíos y los asiáticos.

Los EEUU no son una proposición espiritual que cada uno interpreta a su modo en la famosa "búsqueda de la felicidad". Son, al contrario, una sangre común y una cultura blanca. La sociedad no existe. Existe la comunidad. (Gesellschaft vs. Gemeinschaft en alemán). Por consiguiente lo étnico, hasta ahora irrelevante, se convierte en el elemento central de una identidad normativa. Piénsese la revolución que supone expresar eso en un país que ni siquiera tiene idioma oficial y en el que han fracasado todos los intentos de dotar al inglés de esa superioridad.

placeholder Stephen Bannon en agosto de 2016, poco después de su incorporación a la campaña de Donald Trump (Reuters)
Stephen Bannon en agosto de 2016, poco después de su incorporación a la campaña de Donald Trump (Reuters)

La democracia representativa no es la forma de gobierno adecuada. Lo suyo es un líder carismático. Sus ataques a la democracia representativa van por el mismo camino que los de Goebbels y compañía.

De su idea étnica de patria se deriva la imposibilidad de encajar en ella a negros, latinos, árabes y cualquier otra etnia. Decir de ellos que son racistas o antisemitas no refleja exactamente su pensamiento. Han desarrollado incluso una app para poner entre paréntesis los nombres judíos. Así, no se diría Sigmund Freud sino (Sigmund Freud). La app se encarga de la tarea con un golpe de tecla.

Tampoco es exacto decir que son misóginos. La cosa va mucho mas allá. En su cultura aria y dominadora a las mujeres no les queda otro espacio sino el reproductor. Recuerden el parlamento de Agamenón en la Iliada hablando de su esclava Briseida. "Lo que le espera es ir del telar a mi lecho y de mi lecho al telar". Ya en la Odisea, cuando Penélope habla, su hijo Telémaco le ordena callar y la manda al gineceo de dónde solo se sale, Reinas incluídas, para preparar los banquetes en la cocina con las esclavas.

Bannon ha sido el responsable de la campaña de Trump y ha jugado la carta del Klu Klux Klan en redes sociales, siendo así el responsable de poner en el mapa del 'mainstream' a tal organización. No hace falta decir que Trump y toda su cábala disfrutan del apoyo explícito del KKK, exultante ante la posibilidad de meter uno de los suyos en Capitol Hill. Sin embargo, lo mas grave es que Breitbart ha duplicado audiencia y que Bannon sueña con poner la cadena al servicio no ya de alt-right sino fusionar esta comunidad con el trumpismo y con todos los grupos alternativos extremistas, es decir, crear un Völkischer Beobachter (el periódico nazi) en Capitol Hill. Esto, desde la calle, sería gravísimo. Desde la Casa Blanca y por el segundo hombre mas poderoso del mundo, simplemente suicida.

La reacción de la sociedad americana ha sido la imaginable. Han protestado ya la Liga anti difamación, el Consejo de relaciones islamo-americanas y el Southern Poverty Law Center. El portavoz demócrata Harry Reid y con él 120 congresistas han pedido rescindir el nombramiento y, ante la sorpresa general, el superconservador Glenn Beck ha empezado una campaña durísima contra Bannon llamándole "verdaderamente terrible" y racista. La respuesta de los alt-right ha sido acusar a Beck de haberse hecho de izquierdas. Falso de toda falsedad. Gleck es conservador, no nazi. Eso de si los nazis eran conservadores o no fue tema estratégico en los años treinta del pasado siglo. Traigo a colación el testimonio del conspirador contra Hitler Ewald von Kleist-Smenzin. Ya en capilla, esperando la ejecución, su último testimonio fue para marcar esa diferencia. Cito de memoria: "Los conservadores alemanes consideramos Alemania como un altar desde el que adorar a Dios. Los nazis son paganos y no tienen otro Dios sino Hitler ni otra Iglesia que el Partido. Su vesania ha terminado por destruir la patria".

Hay que saludar la lucidez de Beck por haber entendido lo que otros muchos no entendieron en su día, error que causó cincuenta millones de muertos y entre ellos los seis millones de judíos del Holocausto.

Trump tiene derecho a nombrar a ese sujeto jefe de su campaña. Pero no a colocarle en la Casa Blanca -menos aun como su mano derecha y con el propósito estratégico de que cree un medio de comunicación semiestatal o estatal que agrupe todo el odio de América-. El lugar de un sujeto así no es el centro de poder del país que redactó la primera constitución escrita del mundo y hoy el más poderoso de entre las unidades soberanas del planeta. Eso es meter al diablo en casa y darle la llave de la despensa y de la caja. Hay que sostener a Beck y a todos los demás que entienden lo que está en juego. Da igual republicano, demócrata, neocon o seguidor de Chomsky. La prenda del empeño es la democracia jeffersoniana en los EEUU. Nada de paños calientes, nada de invocar la tradición democrática de los EEUU o la esperanza de que la realidad terminará por moderar a los alt right. Ese fue el otro error de los judíos y asimilados en la Alemania de Hitler. Tampoco procede usar palabras engañosas. Breitbart no es nativista, supremacista, racista, misógina o fundamentalista. Ni siquiera neofascista. En los dias de la marcha sobre Roma, muchos de los estandartes de las provincias eran conducidos por sacerdotes con sotana y alzacuello.

Es una ideología totalitaria que ya se ensayó y dio sus frutos de 1933 a 1945. Se llama nazismo. Bannon must go!

Del nombramiento de Steve Bannon para Jefe de Estrategia de Trump se ha ocupado ya en estas páginas Daniel Iriarte con su habitual competencia. Por desgracia temo que lo de Bannon va a requerir muchas plumas y mucho tiempo. Si antes no pasa algo peor.

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