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Antes vivir como un hombre-lobo que tener de padrino a un genocida
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Antes vivir como un hombre-lobo que tener de padrino a un genocida

En el Chaco, la tradición dice que hay que sacrificar al 7º hijo de una pareja para evitar que se convierta en un "lobisón". Para evitarlo, los presidentes argentinos los apadrinan. Incluso el dictador Videla

Foto: El ex dictador argentino Jorge Videla, en un furgón policial tras su detención en 1998 (Reuters)
El ex dictador argentino Jorge Videla, en un furgón policial tras su detención en 1998 (Reuters)

Cuando me contaron por primera vez esta historia, corrí a googlearlo en cuanto tuve oportunidad. No parecía muy creíble: me contaban mis amigos, con el desparpajo de quien piensa que las idiosincrasias de su país se reproducen en todo el mundo, que, en Argentina, el presidente de la Nación debe apadrinar al séptimo hijo varón nacido en el seno del mismo hogar. La razón es que, de lo contrario, podría convertirse en hombre lobo. Ese es, al menos, el temor que hizo que los presidentes comenzaran a apadrinar al séptimo varón: desde que se institucionalizó con Perón, todos los presidentes han tenido al menos un "Lobisón". Hasta el dictador y genocida Jorge Rafael Videla.

Lobisón o lobizón viene de 'luisõ', una palabra indígena que delata el origen de la leyenda: el pueblo guaraní, originario del actual Paraguay, el norte de Argentina y el sur de Brasil. Cuenta la leyenda que el lobisón es el séptimo y último hijo de Tau y Kerana, una pareja mitológica que sufrió la maldición de que su séptimo varón se transformara en una extraña bestia, mezcla de humano y perro, cuando la luna llena coincidía con los días martes o viernes. La leyenda caló entre los campesinos, que, para prever la posibilidad de que apareciera un hombre lobo, acostumbraban a sacrificar al séptimo hijo varón nacido de la misma pareja. Fue por eso que, en Paraguay y Argentina, comenzó a extenderse en el siglo XIX la costumbre de que el presidente apadrinase al Lobisón, lo que, supuestamente, evitaría que se convirtiera en la mítica bestia.

Otra versión dice que la tradición viene de Rusia y se remonta al 8 de octubre de 1907, cuando nació en la provincia de Buenos Aires el séptimo hijo varón de Enrique Brost y Apolonia Holmann, una pareja inmigrante de origen rusoalemán que, siguiendo la tradición rusa, pidió al presidente que apadrinara a su hijo. El entonces mandatario, José Figueroa Alcorta, aceptó gustoso la propuesta y fue así, según esta versión, que se inició la tradición en Argentina.

Pareciera, en cualquier caso, que la tradición venía de antes, pero en 1907 se oficializó lo que anteriormente se había hecho de modo informal. El mítico Juan Domingo Perón daría un paso más en 1973, cuando convirtió la costumbre en ley y comenzó a otorgar becas para los estudios primarios, secundarios del séptimo hijo, ya sea varón o mujer. En 2009, la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, amplió esos derechos.

Para Gastón Castillo, los beneficios del Lobisón llegaron cargados de veneno. A su padre, a quien no llegó a conocer, lo mató la dictadura militar de 1976-1983, y por ser el séptimo varón de ocho hermanos, fue apadrinado por el mismísimo dictador Jorge Rafael Videla, sentenciado por horribles crímenes de lesa humanidad. Durante 32 años cargó con una desgracia que él describió así: "No puede ser tu padrino quien mató a tu viejo". En realidad, según contó el propio Gastón, pedir el padrinazgo fue una iniciativa de su madre, que trató de obtener información sobre el paradero de su esposo desaparecido acercándose a Videla con la disculpa del Lobisón.

En 2010, por fin, consiguió que la Iglesia anulara el padrinazgo, después de varias gestiones: el cardenal Jorge Bergoglio -hoy, Papa Francisco- accedió a “dejar sin efecto el padrinazgo” basándose en un artículo del Código de Derecho Canónico que exige al padrino “llevar una vida coherente con la fe y con la misión que se va a recibir”. Gastón pidió que lo apadrinasen los Kirchner pero, en el intervalo, más valía arriesgarse a convertirse en hombre lobo que tener como padrino al asesino de su padre.

Cuando me contaron por primera vez esta historia, corrí a googlearlo en cuanto tuve oportunidad. No parecía muy creíble: me contaban mis amigos, con el desparpajo de quien piensa que las idiosincrasias de su país se reproducen en todo el mundo, que, en Argentina, el presidente de la Nación debe apadrinar al séptimo hijo varón nacido en el seno del mismo hogar. La razón es que, de lo contrario, podría convertirse en hombre lobo. Ese es, al menos, el temor que hizo que los presidentes comenzaran a apadrinar al séptimo varón: desde que se institucionalizó con Perón, todos los presidentes han tenido al menos un "Lobisón". Hasta el dictador y genocida Jorge Rafael Videla.

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