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El ejemplo vecino: así lucha París contra su propia 'boina' de contaminación
La capital francesa implementa una serie de medidas para intentar reducir los niveles de 'smog', que se disparan en invierno. Según los críticos, son ineficaces, pero la alcaldía las defiende por "educativas"
La boina ha vuelto a París, y no precisamente la que se encasquetan aquellos turistas que piensan que forma parte del uniforme parisino, como las camisetas de rayas o el bigotito fino. Una nube de contaminación persistente por partículas finas y dióxido de nitrógeno, el peor pico de polución invernal de la última década, amenaza la salud de la capital desde hace varias semanas, lo que ha obligado a las autoridades a tomar medidas drásticas como imponer la circulación alterna o la gratuidad de los transportes públicos.
Las emisiones de vehículos y, desde que ha empezado el frío y a encenderse las luces de navidad, las chimeneas, se han confabulado en el mes de diciembre con la meteorología. Apenas ha llovido ni ha hecho viento, favoreciendo que la boina recaliente la capital dejando un aire tan sucio que han aumentado las consultas pediátricas de urgencias en los hospitales por dificultades respiratorias en un 35%.
Por primera vez desde que se empezó a implantar esta medida en el año 1997, durante cuatro días seguidos de la semana pasada sólo se permitió la circulación alterna de vehículos en París y 22 comunas de sus alrededores. El pasado viernes, en el que muchos parisinos parten además de vacaciones de navidad, se volvió a imponer porque la nube tóxica sigue amenazando desde las alturas.
¿Cómo funciona esta medida? La decisión concierne sólo a los vehículos ligeros (coches y motos). Los que tengan una matrícula que acabe en número par sólo podrán circular en los días pares, y los que acabe en impar en los días impares, arriesgándose, si no se cumple, a una multa de 35 euros, que se queda en 22 si se paga en el momento. La prefectura de policía instala decenas de controles para detectar a los vehículos infractores, multando a sus conductores e inmovilizándolos si es necesario. Se pide a los conductores, además, que no sobrepasen los 20 km/h en el conjunto de la red vial de la capital.
¿Hay excepciones? Muchas. Para empezar, los vehículos considerados limpios, es decir, los eléctricos y los híbridos y aquellos que funcionan a gas pueden circular sin problemas. Lo mismo sucede con los taxis y los turismos con chófer tipo Uber. Bomberos, ambulancias, policía y otros vehículos de servicio social por supuesto están exentos, así como los que aseguran el buen funcionamiento de la ciudad, como los transportes de alimentos, camiones frigoríficos, de basuras, del servicio postal, mudanzas, de funerarias, etc. También tienen permiso los vehículos particulares en los que viajen al menos tres personas, con lo que las autoridades pretenden incentivar que los vecinos se organicen para compartir el viaje al trabajo.
¿Qué alternativas se ofrecen? La principal es la gratuidad de los transportes públicos los días en los que se impone la circulación alterna, una medida que cuesta diariamente alrededor de cuatro millones de euros a las arcas parisinas. Metro, autobuses, tranvía, cercanías y los servicios de bicicletas (Vélib) y coches eléctricos públicos (Autolib) son gratuitos esos días para fomentar su uso.
¿Una medida eficiente?
¿Qué efectos tiene? Hay controversia sobre este asunto. Si bien a simple vista, al menos en el centro, apenas se aprecia el descenso de vehículos -de hecho algunos días se han detectado atascos en las entradas de la ciudad mucho mayores que los habituales, quizás debido a los controles-, Airparif, el organismo encargado de supervisar la calidad del aire, asegura que tiene un impacto real sobre los niveles de partículas y de dióxido de nitrógeno.
Cuando la medida se impuso en 2014, por ejemplo, se observó un descenso de entre un 6 y un 20 por ciento de partículas finas y entre un 10 y un 30 por ciento de dióxido de nitrógeno en el aire. Esta vez el descenso de estos niveles se ha quedado por debajo del 10 por ciento, según Airparif, en parte porque muchos conductores no han respetado la medida.
La circulación, además, no es la única fuente de contaminación y la “boina” no se genera solamente en París o los otros grandes núcleos donde estos días se han detectado picos de polución, sino que, aseguran los expertos, pueden crearse en gran medida en otros puntos donde hay, por ejemplo, actividad industrial y son traídos y llevados por los vientos.
Aún así, tanto el ayuntamiento de París, liderado por Anne Hidalgo, que ha iniciado una auténtica cruzada contra los vehículos contaminantes en la capital, como el ministerio de Medio Ambiente, con Ségolène Royal a la cabeza, consideran que no pueden quedarse de brazos cruzados esperando a que llueva y que las medidas, aunque tengan un impacto reducido, ayudan a concienciar a la población.
¿Qué medidas se plantean a largo plazo? El ministerio de Medio Ambiente ha creado unas etiquetas que clasifican a los vehículos según su grado de contaminación. Por el momento son voluntarias, pero en ciudades como París serán obligatorias a partir de enero de 2017 para poder clasificar más fácilmente a los vehículos y restringir el acceso de los más contaminantes a ciertas áreas o en momentos de picos de polución. La alcaldesa, que estima que cada año mueren en la capital francesa 2.500 personas debido a la contaminación, quiere prohibir en París a partir de 2025 los coches diésel, más contaminantes que el resto.
La boina ha vuelto a París, y no precisamente la que se encasquetan aquellos turistas que piensan que forma parte del uniforme parisino, como las camisetas de rayas o el bigotito fino. Una nube de contaminación persistente por partículas finas y dióxido de nitrógeno, el peor pico de polución invernal de la última década, amenaza la salud de la capital desde hace varias semanas, lo que ha obligado a las autoridades a tomar medidas drásticas como imponer la circulación alterna o la gratuidad de los transportes públicos.