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Tras 'matar' al líder del ISIS, Rusia quiere llevar la oficina antiterrorista de la ONU
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Tras 'matar' al líder del ISIS, Rusia quiere llevar la oficina antiterrorista de la ONU

El anuncio de la muerte de Abu Bakr Al Bagdadi, que habría ocurrido el 28 de mayo, se produce tres días después de que se cree esta nueva institución, a cuyo liderazgo aspira Moscú

Foto: Reunión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre antiterrorismo, en septiembre de 2015. (Reuters)
Reunión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre antiterrorismo, en septiembre de 2015. (Reuters)

El pasado 28 de mayo, las Fuerzas Armadas rusas notificaron al Pentágono que se disponían a lanzar un ataque aéreo en la localidad siria de Raqqa contra un encuentro de líderes del Estado Islámico. Entre las 00:35 y las 00:45, cazas Su-34 y Su-35 lanzaron varias bombas contra un complejo de edificios, que quedó totalmente arrasado. El ataque mató a “unos 30 comandantes de campo y más de 300 militantes de su seguridad personal”, según ha informado el Ministerio de Defensa de Rusia. Y después, la bomba: “Según información que está siendo verificada a través de varios canales, el líder del ISIS, Abu Bakr Al Bagdadi, estaba también presente en la reunión y resultó muerto a consecuencia del bombardeo”.

De confirmarse esta información -el propio ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, ha dicho no poder afirmarlo “al cien por cien”-, supondría un enorme triunfo propagandístico para Moscú, cuyas operaciones de bombardeo aéreo en Siria ha recibido numerosas críticas. Y sobre todo, es una victoria sobre Estados Unidos, que ya había etiquetado a Al Bagdadi como un peligroso terrorista en fecha tan temprana como octubre de 2011, cuando este era apenas uno entre varios comandantes del llamado Estado Islámico de Irak. A pesar de una recompensa de 25 millones de dólares y de una intensa campaña de bombardeos que dura ya tres años, EEUU ha sido incapaz de abatir al escurridizo líder.

Pero el anuncio ruso se produce en un momento interesante: apenas tres días después de la creación oficial de la Oficina Antiterrorista de las Naciones Unidas, una institución que Rusia aspira a liderar. Según publicó CBS News este jueves, que cita a fuentes diplomáticas de Washington, Moscú espera que un ciudadano ruso sea puesto al frente del organismo. “La nueva oficina estará liderada por un subsecretario general y el proceso para designarlo ya está en marcha”, indica el Centro de Noticias de la ONU en una nota de prensa. Y es de esperar que dicha designación se produzca dentro de muy poco. En ese contexto, la muerte de Al Bagdadi añadiría muchos puntos a la propuesta rusa.

De acuerdo con CBS, los candidatos son dos. El primero sería Andrey Krutskikh, un experto en ciberseguridad y alto asesor del Kremlin. El segundo es mucho más conocido internacionalmente: Serguéi Kislyak, el embajador ruso en Washington, cuyo nombre saltó recientemente a los titulares por los contactos que mantuvo con varios miembros del equipo de Donald Trump durante la campaña electoral. La nueva oficina tendrá un presupuesto de unos 15 millones de dólares, y aglutinará dos de los cuatro programas antiterroristas de la ONU. Los otros dos, que dependen del Consejo de Seguridad, seguirán siendo independientes. En principio, la sede estará en Nueva York.

Según las fuentes de la cadena, EEUU no se ha resistido demasiado a la exigencia rusa, dado que la nueva institución ha sido creada directamente por el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, por lo que Washington no tiene derecho a veto. “Esto no es un mandato del Consejo de Seguridad, es cosa de la Asamblea General, y no es algo en lo que sintamos que tengamos que meter baza”, afirma un funcionario estadounidense familiarizado con las negociaciones. “No quiero ver cómo lo consiguen. No es algo que fuésemos a aplaudir, pero no me sorprendería si lo logran”, declaró esta semana la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, a la cadena Fox News.

"Desoccidentalización" del liderazgo en la ONU

Pero desde el punto de vista jurídico y diplomático, la comunidad internacional carece de razones para oponerse a un nombramiento de este tipo. Rusia es el único de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad que no ocupa un puesto de relevancia en las instituciones de la ONU en Nueva York. Fuera de dicha ciudad, el único organismo de peso dirigido por un ruso es la Oficina Contra la Droga y el Delito en Viena, liderada por Yury Fedotov. Y en ese sentido, la puja rusa está relacionada con la “desoccidentalización” del liderazgo en estos organismos: del mismo modo, China aspira a liderar el Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz (los Cascos Azules), dirigido por franceses desde hace casi dos décadas.

Además, para Guterres, poner a un ruso en un puesto así le libra de tener que hacerlo en otras oficinas más sensibles, como del Departamento de Asuntos Políticos, dirigido por un estadounidense desde hace diez años. Otros expertos creen que, en cualquier caso, la oficina no tendrá demasiado poder real, como ya sucede con las diferentes comisiones y organismos antiterroristas de Naciones Unidas. “Se ha convertido en una burocracia relativamente oscura. A veces uno se pregunta qué hace esa gente todo el tiempo”, señala un embajador europeo a la revista Foreign Policy, en un artículo que analiza esta cuestión.

Pero no faltan quienes ven con aprensión el 'toque ruso' que el Kremlin puede aportar a los esfuerzos antiterroristas en el mundo. Sin duda, Rusia tiene muchísima experiencia en la lucha contra el terrorismo, que ha golpeado el país repetidamente, desde los atentados chechenos en metros y aeropuertos a la voladura del avión de Metrojet sobre el desierto del Sinaí. Pero también tiene cierta querencia por los métodos expeditivos que han dejado centenares, si no miles, de víctimas inocentes en las últimas décadas, del Cáucaso a Siria: además de los 'daños colaterales' de bombardeos y campañas antiinsurgentes, la acción de las fuerzas de seguridad ha provocado la muerte de numerosos civiles en asedios como el del Teatro Dubrovka en Moscú, en 2002, o el de la escuela de Beslán, en 2004.

“Un problema de trabajar sobre cualquier cuestión global a través de la ONU es que requiere llegar a acuerdos con socios que de otro modo no elegiríamos”, explica Matthew C. Wasman, director del programa de Leyes y Seguridad Nacional de la Escuela de Derecho de Columbia. “El presidente Trump ha señalado que quiere trabajar más estrechamente con Rusia en antiterrorismo, y es verdad que la propia Rusia se enfrenta a amenazas de algunos grupos terroristas islamistas, pero los intereses y los enfoques de EEUU y Rusia son casi opuestos. En Siria, por ejemplo, Rusia ha mostrado más interés en apoyar a [Bashar Al] Assad que en combatir al ISIS. En general, Rusia adopta tácticas que son contrarias a nuestros valores y estrategias”, afirma.

Pero a su favor, el Kremlin puede alegar una eficacia de la que, asegura, carecen los países occidentales, especialmente si puede confirmar la eliminación de Al Bagdadi. Y la iniciativa rusa en esta cuestión es también una de las razones por las que Moscú niega con vehemencia las acusaciones del Pentágono de estar proporcionando armamento a los talibanes en Afganistán. Aunque allí el motivo esgrimido sea, también, combatir al Estado Islámico.

El pasado 28 de mayo, las Fuerzas Armadas rusas notificaron al Pentágono que se disponían a lanzar un ataque aéreo en la localidad siria de Raqqa contra un encuentro de líderes del Estado Islámico. Entre las 00:35 y las 00:45, cazas Su-34 y Su-35 lanzaron varias bombas contra un complejo de edificios, que quedó totalmente arrasado. El ataque mató a “unos 30 comandantes de campo y más de 300 militantes de su seguridad personal”, según ha informado el Ministerio de Defensa de Rusia. Y después, la bomba: “Según información que está siendo verificada a través de varios canales, el líder del ISIS, Abu Bakr Al Bagdadi, estaba también presente en la reunión y resultó muerto a consecuencia del bombardeo”.

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