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Los ataques "sónicos" contra EEUU vistos desde Cuba y una teoría que lo explica todo
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Los ataques "sónicos" contra EEUU vistos desde Cuba y una teoría que lo explica todo

En la isla, muchos creen que la narrativa de Washington es una burda excusa para volver a la vieja atmósfera de enfrentamiento, cuando no una pura invención. Pero hay datos inquietantes

Foto: Un coche pasa por delante de la Embajada de EEUU en La Habana, cuyo personal está al mínimo, el 2 de marzo de 2018. (Reuters)
Un coche pasa por delante de la Embajada de EEUU en La Habana, cuyo personal está al mínimo, el 2 de marzo de 2018. (Reuters)

¿Qué hay de cierto en las supuestas agresiones contra diplomáticos estadounidenses destinados en la capital cubana, que han provocado un nuevo enfriamiento de las relaciones entre Washington y La Habana? Unas agresiones que fueron definidas primero como “ataques sónicos”, hasta que dicha tesis perdió fuerza por su implausibilidad. No obstante, el Departamento de Estado insistió en que su personal había sido objeto de algún tipo de embate, “tal vez vírico”.

Lo único seguro es el resultado: la evacuación de casi todo el equipo diplomático estadounidense de La Habana -hasta niveles no vistos desde finales de los años 70-, la cancelación de toda actividad consular y la reversión de gran parte de las medidas de apertura establecidas por Barack Obama al final de su mandato. Por ello, no es de extrañar que, en la propia Cuba, muchos vean las agresiones como una burda excusa para volver al clima de guerra fría de épocas anteriores. El Ministerio del Interior cubano las ha calificado de “ciencia ficción”, y el diario “Granma”, el diario oficial del Partido Comunista, lo ha tachado de “Maine sónico”, en referencia al buque estadounidense volado en el puerto de La Habana en 1898, que sirvió de pretexto para la intervención estadounidense contra la colonia española.

Foto: Un coche antiguo pasa delante de la Embajada de EEUU en La Habana, en enero de 2017. (Reuters)

Pero no son sólo los medios oficialistas los que rechazan la versión estadounidense, sino también publicaciones críticas con el Gobierno cubano: “Quizás la diplomacia y la objetividad periodística obligan a hablar usando términos como “supuestos”, “no identificados” o “no comprobados” para referirse a los pretendidos ataques sónicos, pero cualquier persona medianamente informada y con dos dedos de frente sabe que se trata de una soberana mentira”, afirma Jesús Arboleya en la revista Progreso Semanal.

Otros medios locales, sin embargo, no cuestionan en ningún momento que “algo hay”: así lo indican varios elementos que, de otro modo, es imposible explicar. Como el hecho de que, además de los 24 estadounidenses que alega Washington, al menos 8 diplomáticos canadienses se han visto también afectados por algunos síntomas, como confirmó Ottawa el pasado 11 de enero. Además, a mediados de febrero, el portal ProPublica publicó la investigación independiente más detallada hasta la fecha sobre estos incidentes, basada entre otras cosas en decenas de entrevistas con los implicados, incluyendo a algunos de los afectados y a los agentes del FBI que estudiaron lo sucedido. Sin olvidar que el sonido que supuestamente habría afectado a los norteamericanos fue grabado por varios de ellos.

Un cúmulo de misterios e incongruencias

Pero aún así, la narrativa esgrimida por Estados Unidos -que su personal fue atacado de alguna manera en territorio cubano, y que, como mínimo, las autoridades cubanas incumplieron su deber de protegerles bajo la Convención de Viena- no ha logrado aportar una explicación convincente. Algunos funcionarios y políticos estadounidenses afirman que probablemente fue un ataque de los servicios secretos cubanos. Pero entonces, ¿por qué las autoridades cubanas ofrecieron plena cooperación a los investigadores estadounidenses y canadienses, ofreciendo al FBI y a la Policía Montada acceso total a los lugares y posibles testigos? El propio Raúl Castro le dio garantías personales al máximo responsable diplomático estadounidense en la isla, Jeffrey DeLaurentis, de que su Gobierno no estaba implicado en el asunto. Y de hecho, las autoridades cubanas han invertido ingentes energías y recursos en lograr el deshielo con Washington, por lo que no tendría sentido que hubieran decidido tirar por tierra sus propios esfuerzos de esta forma.

Una explicación alternativa -que se trató de una facción disidente de la seguridad cubana contraria al acercamiento a EEUU, o trabajando en beneficio de otro país, como Rusia o Venezuela-, parece poco probable, dado el estricto control que Raúl Castro ejerce sobre sus servicios de inteligencia, que dirige su propio hijo, Alejandro Castro Espín. Y en cualquier caso, ¿por qué atacar a los canadienses, con quienes Cuba mantiene unas excelentes relaciones?

Hay más elementos misteriosos: el hecho de que sólo extranjeros se hayan visto afectados, pero no los cubanos que trabajaban para ellos; el que las supuestas víctimas manifiesten síntomas totalmente diferentes, e incluso describan fenómenos de lo más diverso. Además, todos los expertos están de acuerdo en que un arma sónica o algo similar habría requerido una cantidad de energía descomunal, cuya fuente debería haber sido visible para algún testigo. No es el caso.

Foto: Un guardia de seguridad vigila la Embajada estadounidense en La Habana, el pasado 12 de diciembre de 2017. (Reuters)

Dado que la única consecuencia tangible ha sido el resurgir del enfrentamiento en ambas orillas del estrecho de Florida -con su consiguiente impacto en un sector turístico que empezaba a beneficiarse masivamente de los turistas de EEUU-, no es de extrañar que muchos cubanos sean escépticos respecto a la versión de Washington, incluso aquellos que no niegan que “algo hay”: “¿Dónde se concentran las mayores posibilidades de inventar y hacer efectiva un arma capaz de desatar esta 'guerra de decibeles' [decibelios], en La Habana o en Washington?”, se preguntaba recientemente el intelectual cubano Domingo Amuchástegui en un artículo en Cuba Posible. “La lógica del 'cambio de régimen en Cuba es la que busca no sólo crear el conflicto Cuba-Estados Unidos, sino también involucrar a Canadá, con todos los perjuicios apuntados para la parte cubana. Y los animadores de esta lógica no se localizan en otra parte que no sea en Washington y en Miami; no es por pura casualidad que los legisladores cubanoamericanos más beligerantes (encabezados por Marco Rubio) trabajen activamente en los comités de Inteligencia, Defensa y Política Exterior”, aseguraba.

Teorías conspirativas aparte, es un hecho que Marco Rubio es el arquitecto de la nueva política de la Administración Trump hacia Cuba, que prohibe a ciudadanos y empresas estadounidenses hacer operaciones económicas que beneficien al conglomerado financiero perteneciente al ejército cubano, conocido como Gaesa, y limita los viajes a la isla. Tal y como reconstruye un artículo de la revista Politico Magazine, Rubio mantuvo un encuentro personal con Trump en junio en el que le convenció de la necesidad de actuar personalmente respecto a Cuba. Y el presidente siguió su consejo. Los sucesos de La Habana -que se venían produciendo desde el otoño de 2016, y que se hicieron públicos poco después- ayudaron a convencer al mandatario.

placeholder El senador Marco Rubio habla durante una reunión del presidente Trump con congresistas en la Casa Blanca, el 28 de febrero de 2018. (EFE)
El senador Marco Rubio habla durante una reunión del presidente Trump con congresistas en la Casa Blanca, el 28 de febrero de 2018. (EFE)

Suma de elementos

Hay, sin embargo, otra explicación posible, que no es sino la suma de pequeños elementos lógicos. Sabemos que las primeras víctimas por los supuestos “ataques sónicos” -y aquellos que presentan los síntomas más genuinos, según el informe de los doctores que examinaron a los afectados- eran en realidad operativos de la red de la CIA en La Habana. De modo que es posible que todo se trate de una simple operación de espionaje que tuvo consecuencias indeseadas.

Un estudio científico otorga peso a esta teoría: un equipo de científicos de la Universidad de Michigan ha experimentado con ultrasonidos, fabricando un rudimentario equipo de grabación de voces que transmitía la información a otro punto, similar al que podría haberse utilizado en La Habana. “Al colocar un segundo artefacto ultrasónico inaudible en la zona, pudimos crear interferencias -denominadas técnicamente 'distorsión intermodular'- entre las dos señales que hacen sonidos similares a los grabados en Cuba. Incluso pudimos controlar el volumen de los sonidos audibles variando la intensidad de las señales ultrasónicas”, señala la universidad en un artículo que explica el estudio. “Hay pocas evidencias de que los ultrasonidos puedan causar daño físico son un contacto directo y prolongado a gran intensidad. Pero si eres sujeto accidentalmente a un ultrasonido directo intenso -como al sostener un aparato de arco ultrasónico-, se pueden experimentar molestias como dolores de cabeza o pérdidas temporales de equilibrio”, añade.

“Hemos demostrado un escenario en el cual el daño podría haber sido no intencional, un subproducto de un emisor de ultrasonidos mal construido que estaba destinado a ser secreto”, afirma el profesor Kevin Fu, líder del equipo de científicos. “Un mal funcionamiento del dispositivo que se suponía iba a robar información o espiar conversaciones con una transmisión ultrasónica parece más plausible que una arma sónica”, asegura.

Foto: Aficionados cubanos celebran en La Habana la victoria de España en la final de la Copa del Mundo de 2010 (Reuters).

Eso podría explicar los síntomas de las primeras víctimas, espías reales o potenciales y diplomáticos importantes a los que la inteligencia cubana creía que, con deshielo o sin él, convenía tener vigilados. Y lo mismo cabe decir de los canadienses. En cuanto al resto de supuestos afectados, otros miembros del personal de la Embajada y sus familiares, hay una explicación muy simple, que apuntan algunos de los propios funcionarios estadounidenses entrevistados por ProPublica: que una vez hechos públicos los primeros incidentes, muchos de ellos comenzasen a “sentir” desarreglos corporales, que podían estar relacionados o no con aquellos sucesos, pero que el Departamento de Estado incluyó igualmente en la investigación por razones internas (entre otras, no soliviantar a un personal ya muy desmoralizado ninguneando las alegaciones de sus parientes).

Y hay pocas dudas de que estos incidentes cayeron como llovidos del cielo para la estrategia de Rubio y una Casa Blanca cada vez más en línea con las tesis de éste. Ya no hacían falta más motivos para revertir la política amistosa hacia Cuba. Y así se hizo.

¿Enrevesado? Quizá. Pero, citando a Sherlock Holmes, "una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad". Tal vez haya otra explicación, pero hasta ahora, con lo que sabemos, nadie ha dado con ella.

¿Qué hay de cierto en las supuestas agresiones contra diplomáticos estadounidenses destinados en la capital cubana, que han provocado un nuevo enfriamiento de las relaciones entre Washington y La Habana? Unas agresiones que fueron definidas primero como “ataques sónicos”, hasta que dicha tesis perdió fuerza por su implausibilidad. No obstante, el Departamento de Estado insistió en que su personal había sido objeto de algún tipo de embate, “tal vez vírico”.

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