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Psicosis rusa ante las 'midterm': webs que puede 'hackear' un niño y ataques al Senado
Mientras la investigación sobre Trump y Rusia sigue abierta, los últimos hackeos a 'think tanks' de Washington DC y al Senado se suman a las denuncias de vulnerabilidad de las webs electorales
En menos de diez minutos, un niño de diez años consiguió hackear el sistema electoral del estado de Florida y cambiar los resultados. Una niña de la misma edad logró en quince minutos triplicar el número de votos recontados. A otros les costó algo más pero, en media hora, más de 30 menores consiguieron interferir en los sistemas electorales de otros estados del país. Y no, no son niños rusos aleccionados en las famosas granjas de 'trolls' del reino de Vladimir Putin... son niños 'made in America', auténticos 'cowboys' de la informática.
Aclaremos antes de que el lector se escandalice. El relato es real, pero no ha sucedido. Es decir, el hackeo de los menores se produjo a principios de agosto en Las Vegas, en la mayor convención anual de hackers que hay en el mundo, la DEFCON 26. Este año, alrededor de medio centenar de críos de entre 8 y 16 años tomaron parte en este experimento de interferencia en los sistemas electorales de Estados Unidos. Pudieron manipular el nombre de los partidos, los nombres de los candidatos y el recuento de votos. Según Nico Sell, uno de los organizadores del evento, los sistemas que lograron manipular "son réplicas muy precisas" de los originales. "Son cosas que no deberían resultar fáciles de hackear a un niño de 8 años en 30 minutos. Como sociedad es para nosotros una negligencia", remarcó a la televisión pública estadounidense.
Desde la Asociación Nacional de Secretarios de Estado, organización no partidista que promueve la cooperación y la seguridad electoral entre los estados del país, se apresuraron a mostrar su escepticismo sobre la capacidad de los hackers para acceder a los auténticos sistemas. Para Sell, una demostración de que "no se lo están tomando en serio". No se lo toman porque, dice esta asociación, las webs reales no están conectadas con el recuento de votos y solo ofrecen al público y los medios la información de la noche electoral. Pero Sell apunta un detalle: "Aunque no son los resultados reales, son los que se muestran al público. Y eso podría causar un caos total".
Generar caos es precisamente uno de los objetivos de los que se acusa a Rusia. Y en Estados Unidos se ha instalado la psicosis rusa. Hace apenas unos días, una pareja de este país conversaba en el metro de Washington DC y atraía las miradas de sus compañeros de vagón. Un conductor de Uber confundía a este periodista con un ruso y, al corregirle, se relajaba y reía: "Mejor no serlo en estos días". Una periodista de 'Russia Today' ironizaba en Twitter sobre una historia que señala que los 'trolls' rusos habían animado a los estadounidenses a que no vacunaran a sus hijos. La culpa de que no lo hagan, decía, es "por supuesto" de Putin y los 'trolls'.
Hay paranoia. El presidente Donald Trump es amistoso con Putin, la investigación sobre su posible conspiración con Rusia en 2016 sigue abierta y la Inteligencia de EEUU continúa alertando de los intentos rusos de interferir en las cruciales elecciones legislativas de noviembre. Este sábado se avistó una pelota de fútbol en el Rose Garden de la Casa Blanca. ¿Sería la que le regaló Putin a Trump en su encuentro en Helsinki?
Tres días antes del encuentro entre ambos dirigentes, el fiscal especial Robert Mueller imputó a doce rusos que se cree trabajan para la Agencia Rusa de Inteligencia. Entre sus supuestas acciones, el hackeo del correo electrónico del jefe de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, el acceso a los servidores del Comité Nacional Demócrata y la filtración a WikiLeaks de diferentes documentos del partido. Según 'The Daily Beast', los doce forman parte del grupo de hackers conocido como Fancy Beast (aunque también por otros nombres como Sofacy, Pawn Storm, Strontium, etcétera), y llevan 12 años en activo. Entre sus logros, acceder a los sistemas de la OTAN, a la Casa Blanca en época de Obama, a una televisión francesa, a la Agencia Mundial Anti-Doping, a diferentes oenegés, agencias militares y civiles europeas, etcétera.
"Perturbar la democracia"
Hace tan solo unos días, Microsoft avisó de que este mismo grupo había atacado a dos 'think tanks' conservadores de Washington DC mediante la creación de webs falsas que duplicaban las originales. También había creado otros dominios falsos vinculados al Senado de Estados Unidos. Estas páginas falsas imitaban los accesos al mail y otros servicios de las webs originales con el objetivo de recopilar las claves de acceso de sus usuarios y así poder acceder a información privada.
Según el presidente de Microsoft, Brad Smith, la actividad no está ahora tan centrada en ayudar a un partido político en concreto como en "perturbar la democracia". Semanas antes, la misma compañía informática alertó de que hackers rusos habían intentado acceder al ordenador de la senadora demócrata Claire McCaskill, que se presenta para ser reelegida en noviembre.
La perturbación de la democracia a la que se refería Brad Smith es una de las tácticas de las que se le acusa a la Rusia de Vladimir Putin, y tiene el supuesto objetivo de debilitar a los gobiernos occidentales y sus alianzas. En Estados Unidos hay cierto consenso (que Putin rubricó en una respuesta en Helsinki) de que el presidente ruso buscó la victoria de Trump en las elecciones. Pero más allá de conspiraciones con la campaña de Trump, todavía por demostrar, Rusia ha buscado históricamente influir en Estados Unidos (y viceversa). Nada nuevo bajo el sol.
Antes de las elecciones de 2016, una de las tácticas cibernéticas fue agitar debates raciales en el país mediante el uso de cuentas falsas que generaban controversias en torno a debates candentes en Estados Unidos, como las protestas de los jugadores negros de la NFL, la liga de fútbol americano. Y hace tan solo unas semanas, se cerraron páginas en Facebook que convocaban manifestaciones de signo contrario (fascistas VS antifascistas) en Washington DC con motivo del aniversario de los acontecimientos de Charlottesville. En estos casos, el impacto no es tanto concreto sobre un proceso electoral como sobre el ambiente en el país, parte de ese intento de "perturbar la democracia" al que se refiere Microsoft.
A las puertas de las elecciones legislativas de noviembre, y con Trump acorralado por los escándalos que apuntan a prácticas ilegales que pudieron incidir en el resultado electoral de 2016, la sensibilidad está a flor de piel. El sábado, 'The New York Times' añadió mayor pánico al publicar que los informantes de Estados Unidos en Rusia están en silencio por motivos desconocidos y que, de esa forma, las agencias de Inteligencia no pueden precisar las tácticas de su presidente de cara a los comicios de noviembre.
Quizá el gran éxito de Putin, buscado o no, es que los ciudadanos lleguen a dudar de todo, incluso de si su propio voto fue a parar al candidato de su elección. En 2016 Trump se hizo con la presidencia por tan solo 78.000 votos, el 0'06% del total de papeletas, que corresponden a los estados de Michigan, Pensilvania y Wisconsin. Quién sabe, ¿algún niño travieso con un ordenador?
En menos de diez minutos, un niño de diez años consiguió hackear el sistema electoral del estado de Florida y cambiar los resultados. Una niña de la misma edad logró en quince minutos triplicar el número de votos recontados. A otros les costó algo más pero, en media hora, más de 30 menores consiguieron interferir en los sistemas electorales de otros estados del país. Y no, no son niños rusos aleccionados en las famosas granjas de 'trolls' del reino de Vladimir Putin... son niños 'made in America', auténticos 'cowboys' de la informática.