Tribuna Internacional
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Por qué el Estado Islámico no ha sido derrotado todavía
A pesar de los reveses sufridos por el grupo, ha quedado demostrada su capacidad de resistencia. El Coronel Pedro Baños analiza los motivos de su pervivencia
En fechas recientes, altos cargos civiles y militares estadounidenses, incluyendo el propio presidente Obama, han ido informando de que las actuaciones llevadas a cabo contra el autodenominado Estado Islámico (EI) -también conocido como Dáesh, por su acrónimo en árabe-, le han debilitado notablemente. Se han llegado a dar cifras concretas, como que se han disminuido sus capacidades entre un 20 y un 30%, que se han destruido o dañado más de 23.000 objetivos en el territorio controlado por el Dáesh en Irak y Siria, o que se ha conseguido eliminar a más de 27.000 de sus milicianos en los mismos escenarios. Y eso sin contar con los datos -desconocidos- de la intervención de Rusia en Siria.
Datos que no deberían sorprender teniendo en cuenta que contra el ISIS están actuando activamente nada menos que las primeras potencias militares del mundo -a excepción de China-, pues a las ya mencionadas de EEUU y Rusia hay que añadir al Reino Unido y Francia; verdaderas monstruosas maquinarias bélicas, dotadas incluso de armamento nuclear. Entre todos estos gigantes de la guerra, junto con países menos involucrados en las operaciones, se calcula que han podido realizar más de 50.000 salidas aéreas contra objetivos del EI en menos de dos años. Sin olvidar la presión ejercida desde tierra por las fuerzas de Al Asad, los kurdos, el Ejército iraquí y las milicias chiíes.
Lo que sí sorprende es cómo ha podido resistir el ISIS el embate de semejante colosal conjunto de fuerza militar. Que apenas un grupo de milicianos -sería muy generoso denominarles como ejército-, sin medios aéreos, sin artillería de largo alcance, sin sistemas de misiles, sin medios antiaéreos de alta cota, sin una logística organizada, creado en pocos meses y sin ningún aliado potente en el terreno, siga actuando con relativa impunidad en el amplio territorio sirio-iraquí que controla –en el que vive más de ocho millones de personas-, continúe realizando operaciones de cierta envergadura y, sobre todo, siga imponiendo el miedo no solo en su escenario natural, sino incluso en Occidente, no deja de llamar la atención, y mucho.
Cierto es que Dáesh está debilitado y a la defensiva, con serias dificultades para pagar a sus tropas, proporcionar servicios a la población y aguantar el desgaste de las operaciones –en total, consume unos 50 millones de dólares mensuales-, sobre todo cuando ya no consigue los sonoros éxitos de conquistas como Mosul o Palmira y cada vez tiene más dificultades para vender petróleo. Pero no es menos verdad que está muy lejos de desaparecer.
Sin ningún género de duda, las informaciones que llegan son acusadamente inexactas, cuando no manifiestamente tergiversadas. Tener información precisa sobre la situación concreta del ISIS es muy complicado, pues no hay periodistas que reporten desde su territorio y su vigilancia es extrema para impedir infiltraciones. La poca que llega procede de personas que han escapado de su influencia, tanto civiles como algunos de sus combatientes, pero suele ser tan parcial que no permite hacerse una idea de conjunto, y mucho menos del entramado de poder que dirige a la organización. A eso se suma el proceso de demonización del adversario propio de todos los conflictos, magnificado a través de medios de comunicación y de informe oficiales, que también desvirtúan la imagen real de Dáesh (personal, capacidades, apoyos, moral…).
Pero hay algunas claves que parecen indudables, aunque suelen pasar desapercibidas, sobre por qué y cómo ha logrado hasta ahora sobrevivir el Daesh sin ser derrotado:
1. Moral
Las tropas del EI disponen de una moral de combate muy superior con respecto tanto a las de las fuerzas locales como a las extranjeras.
Esta voluntad férrea se la proporciona no solo su fanatismo ideológico, sino también el hecho incontestable de que están luchando por lo que consideran su territorio y sus derechos. Se convierte así en un convencimiento absoluto en su cometido que les lleva a no tener ningún miedo a morir.
Dicha fuerza interior de sus integrantes también proporciona al grupo gran capacidad de resiliencia -resistencia y recuperación-, como ha demostrado repetidamente a pesar de las derrotas o las muchas bajas sufridas, volviendo a la acción incluso con mayor determinación y tenacidad.
Asimismo, les proporciona gran fortaleza moral el pensar que son los herederos de los que consiguieron expulsar a los estadounidenses de Irak, y de los que en su día arrojaron a los soviéticos de Afganistán, convencidos de que si ya vencieron a los imperios más poderosos de la historia, nada les impedirá conseguirlo de nuevo.
Por el contrario, enfrente tiene a países dubitativos, que han optado desde el principio por no llevar a cabo acciones decisivas –quizá con la parcial excepción de Rusia-, lo que ha sido entendido por Dáesh como un síntoma de debilidad, consecuencia de un temor a tener bajas propias, a provocar daños colaterales que puedan ser empleados mediáticamente y desestabilice a sus gobiernos, o a sufrir atentados en su territorio, impulsando al ISIS a defender su causa aún con mayor firmeza.
En tierra se enfrentan a un ejército iraquí –integrado principalmente por chiitas- y a unas milicias chiíes que no están especialmente motivadas en recuperar territorios que tradicionalmente han sido habitados por suníes; distinto sería si tuvieran que defender sus zonas propias. Lo mismo podría decirse de las fuerzas kurdas, tanto de Irak como de Siria, que únicamente persiguen sus propios intereses muy limitados, aprovechando el apoyo internacional que ahora se les brinda, pero sin gran afán por acabar con el ISIS fuera de sus escenarios habituales.
La situación en Siria es similar, pues aunque en este caso pueda dudarse de que el EI sea visto como un elemento propio por todos los que le apoyan, las fuerzas de Al Asad tampoco le perciben como la principal amenaza que ponga en peligro la supervivencia del régimen, al menos de momento.
Ante esta situación, la historia militar muestra que quien está dispuesto a los mayores sacrificios, a que mueran por la causa hasta el último de sus miembros, termina por ganar el conflicto. La guerra siempre ha sido una pugna entre voluntades, y de momento el más entregado a la lucha es el EI.
2. Inteligencia
Los integrantes del EI se están revelando como grandes maestros en el amplio campo de la inteligencia, desde la estratégica a la táctica, siendo clave para su éxito.
Antes de realizar una operación, envían pequeños grupos de agentes a reconocer el territorio enemigo -posiciones defensivas, medios, fuerzas, rutinas…-, cuyas informaciones posteriormente confirman con fuerzas ligeras de reconocimiento.
También emplean con profusión células durmientes e infiltrados en las filas enemigas, normalmente personas totalmente afines a la causa, pero también espías pagados.
Al mismo tiempo, dominan la contrainteligencia, para detectar tempranamente agentes enemigos infiltrados, contando para ello con el apoyo de la población, sea por convencimiento o por temor.
3. Táctica
En no pocas ocasiones, se ha ofrecido la imagen de éxitos militares operaciones que en realidad no eran más que repliegues voluntarios del Dáesh, pues una de sus tácticas recurrentes es, siendo conscientes de sus limitaciones, ceder aquel terreno que no es clave cuando se sienten presionados, para así no desgastarse inútilmente.
Un ejemplo, tanto de su capacidad como de su perspicacia táctica, fue la batalla para retomar Ramadi llevada a cabo por las fuerzas iraquíes. Estas eran diez veces superiores en número a las del ISIS y además contaban con el apoyo aéreo de la coalición liderada por EEUU, y aun así no podían expulsar de la ciudad a las milicias de Dáesh. Finalmente, fue el propio ISIS quien decidió no empeñarse en la lucha y retirarse, pues no deseaban que aquella fuera su tumba, cuando ese parte de Irak la consideran propia –es parte del denominado “triángulo suní”- y creen que en cualquier momento la podrán recuperar.
Combinan acciones convencionales con asimétricas, incluyendo acciones suicidas, que no solo son empleadas para cometer atentados independientes.
Sus acciones de guerrilla con muy exitosas, retirándose, dispensándose, reagrupándose y golpeando objetivos con éxito. Ataca principalmente las líneas de suministros y los puntos más débiles, evitando los centros de gravedad del enemigo.
En ocasiones, abandonan rápidamente el territorio, sobre todo en zonas desérticas donde no hay obstáculos naturales en los que apoyarse, sin prácticamente bajas, para luego lanzar potentes contraataques que causan gran quebranto al enemigo.
Ha desarrollado sus propias fuerzas especiales, consistentes en pequeñas unidades de una veintena de miembros, que suelen actuar tras un ataque suicida, causando gran desconcierto y alto número de bajas.
Todo ello requiere liderazgo competente, cohesión, moral y disciplina, de lo que ha dado sobradas muestras.
4. Acciones aéreas
El elevado volumen de acciones aéreas llevadas a cabo contra el ISIS ha vuelto a dejar de manifiesto que estas solo son verdaderamente eficaces cuando van acompañadas por operaciones efectivas en tierra.
Por otro lado, la precisión de las incursiones aéreas depende de una inteligencia que posibilite atacar objetivos claros muy definidos, algo que no facilita ni el terreno ni la población.
Además, el ISIS ha aprendido tanto a engañar a los medios aéreos –por ejemplo, quemando neumáticos, no llevando uniforme y empleando vehículos civiles como medio de transporte-, como a evitar los efectos de los bombardeos, para lo que han cavado trincheras, un complejo sistema de túneles en círculos concéntricos y oleoductos subterráneos.
5. Combatientes
Los datos sobre el personal que compone sus fuerzas son muy diferentes dependiendo de las fuentes, desde los 25.000 a los 200.000. Para empezar, habría que distinguir entre los combatientes permanentes, los temporales –los que combaten de forma esporádica o para operaciones concretas, por ejemplo, defensa de zonas más próximas a sus tierras habituales, donde tienen a sus familias e intereses- y los que podrían llegar a movilizar (las personas en edad militar que podrían ser incorporadas a filas).
Quizá la cifra más acertada sea de unos 80.000 milicianos, repartidos entre sirios (algo más de la mitad) e iraquíes. A ellos habría que añadir los extranjeros, que son relativamente pocos –puede que no más de unos 17.000 al mismo tiempo, aunque en algún momento, a lo largo de los últimos cuatro años, haya pasado el doble por Siria e Irak- y la mayoría de la región y aledaños (Túnez, Arabia Saudí, Cáucaso ruso, Jordania, Turquía y Marruecos), pues ha fracasado su llamamiento a la yihad global. De estos combatientes extranjeros, dos terceras partes estarían actualmente luchando en el frente sirio.
Parte de su éxito es contar con una gran cantera de gente joven local entre los suníes de Irak y Siria, de los cuales más del 70% están desempleados y buena parte de ellos deseosos de encontrar un sentido a sus vidas.
Por otro lado, este tipo de grupos ha demostrado gran capacidad para asumir la muerte de sus cabecillas, los cuales son fácil e inmediatamente sustituidos.
6. Medios
Los medios de que dispone el EI son muy variados. Por un lado, ha capturado grandes cantidades de material de todo tipo a los ejércitos sirios e iraquíes, así como a los rebeldes sirios. Además, ha comprado armas de contrabando en Siria, Irak y otros países del entorno.
7. Organización
El EI ha dividido su territorio sirio-iraquí en 12 provincias. Cada provincia tiene su propia fuerza armada, que a su vez se divide en diferentes unidades, incluyendo fuerzas especiales, francotiradores, defensa antiaérea y logística.
En principio, cada fuerza provincial combate solo en su propia provincia, la cual conoce perfectamente. Para combatir allí donde sea preciso en todo el territorio, el ISIS cuenta con una fuerza “califal” de élite, llamada el “Ejército del Califato”, con unos 5.000 milicianos de entre los más experimentados.
8. Terreno
El territorio en el que Dáesh opera con relativa facilidad –la mitad de la superficie de España- es básicamente una zona desértica, por lo que los ataques masivos no se pueden llevar a cabo por sorpresa, lo que le proporciona tiempo para reaccionar, modificar sus disposiciones tácticas, retirarse o preparase para actuar.
Además, en este escenario se precisan largas cadenas logísticas, que pueden ser fácilmente atacadas.
En este terreno, para acabar de modo decisivo con el EI sería preciso contar con grandes formaciones mecanizadas y acorazadas, con fuerte apoyo de artillería y aéreo, (como sucediera en la segunda guerra del Golfo), pero, hoy por hoy, ningún país quiere realizar una operación de ese tipo, sin saber con exactitud cuál sería la situación final previsible, y ni el ejército iraquí está preparado para ello ni parece que el sirio tenga la voluntad real de realizarlo.
9. Apoyo población local
Sin la menor duda, si el ISIS es lo que ha sido debido, entre otras cosas, al importante apoyo que ha encontrado entre la población suní de Siria e Irak. Para muchas de esas personas, la vida es más llevadera bajo el control de Dáesh que en su momento lo fue subyugados por los regímenes de Al Asad en Siria o de Maliki en Irak.
En este sentido, se estima que en Siria puede haber casi 3 millones de personas en el territorio controlado por el EI, y en Irak algo más de cinco millones, con lo que teniendo en cuenta que son poblaciones muy jóvenes, no es fácil que vayan a tener muchos problemas para seguir reclutando combatientes.
10. Geopolítica
Por un lado, da la impresión de que Al Asad no ha actuado con todo su potencial contra el ISIS por dos motivos: ha preferido centrarse en los rebeldes opositores; y no le interesa que desaparezca totalmente la amenaza del ISIS, para aparecer él como más moderado y la mejor solución para el país. Lo previsible es que mientras el Dáesh no se haga demasiado fuerte para constituir una gran amenaza, no actuará contra él, al menos mientras no haya plenamente consolidado su poder en todo el país.
Por otro lado, el resto de los países han obrado con gran prudencia y han optado por no implicarse con tropas terrestres. Prefieren actuar desde el aire, en apoyo a acciones llevadas a cabo por fuerzas locales: kurdos, rebeldes, milicias chiitas y ejército iraquí.
Así mismo, la gran inestabilidad política que se vive en Irak, cada vez más acentuada, a lo que se añade el creciente enfrentamiento entre milicias chiíes y kurdos –básicamente por el control de los pozos de petróleo de la zona de Kirkuk-, beneficia de modo notable al ISIS.
A ellos hay que añadir múltiples intereses regionales que parecen haber convertido a Dáesh en un muñeco con el que todos juegan en su propio provecho.
En conclusión, acabar con el ISIS no es posible simplemente con acciones tácticas, por eficaces que estas fueran –que hasta ahora tampoco ha sido el caso-. Lo primero es comprender las profundas raíces que han dado origen a su nacimiento, su expansión y su consolidación, que van desde la situación de los suníes en Irak –tras la invasión de 2003- y Siria, así como los enquistados enfrentamientos regionales. Lo siguiente entender que mientras no evolucionen las actuales condiciones de todo orden que se dan cita en Oriente Medio, el concepto del ISIS seguirá existiendo, sea con este nombre o con otro.
A este escenario ya complejo de por sí, se añade el hecho de que el Dáesh está demostrando, quizá por primera vez en la historia moderna, que una fuerza árabe puede resistir e incluso vencer a fuerzas muy superiores, causando admiración entre las poblaciones de muchos países del entorno e incluso alejadas, que ven una opción viable para recuperarse de la humillación a la que algunos piensan se ha sometido durante largo tiempo al mundo musulmán en general y al árabe en particular.
Mientras, no se debe olvidar que en este tipo de enfrentamientos asimétricos, para los débiles, no perder es ganar. Y de momento, quien va ganando son los que manejan los hilos del Estado Islámico.
El Coronel Pedro Baños es analista geopolítico.
En fechas recientes, altos cargos civiles y militares estadounidenses, incluyendo el propio presidente Obama, han ido informando de que las actuaciones llevadas a cabo contra el autodenominado Estado Islámico (EI) -también conocido como Dáesh, por su acrónimo en árabe-, le han debilitado notablemente. Se han llegado a dar cifras concretas, como que se han disminuido sus capacidades entre un 20 y un 30%, que se han destruido o dañado más de 23.000 objetivos en el territorio controlado por el Dáesh en Irak y Siria, o que se ha conseguido eliminar a más de 27.000 de sus milicianos en los mismos escenarios. Y eso sin contar con los datos -desconocidos- de la intervención de Rusia en Siria.