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El 'procés' no convence tras los Pirineos: por qué Francia es tan firme acerca de Cataluña
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Luis Rivas

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El 'procés' no convence tras los Pirineos: por qué Francia es tan firme acerca de Cataluña

Las fuerzas políticas francesas son unánimes en su respaldo a Madrid. No cabe decir lo mismo de una cobertura periodística superficial que solo ahora intuye las complejidades del asunto

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron, y el español, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente francés, Emmanuel Macron, y el español, Mariano Rajoy. (EFE)

Hamlet no puede leerse en bretón. Al no ser reconocida como lengua oficial en Francia, la lengua bretona no recibe subvención de la Unión Europea. Francia, además, no ha firmado la carta europea de lenguas regionales o minoritarias. En este país, como decía a la prensa española un responsable local del Rosellón, "hay que pedir permiso a París hasta para poner un semáforo en Perpiñán". Es en este contexto, asumido por la mayoría de los ciudadanos de la República, que el llamado desafío catalán ha irrumpido en la sociedad francesa acaparando las primeras páginas de la prensa en todos sus formatos.

Los responsable políticos franceses lo tienen claro: no son partidarios del separatismo en España. Desde la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon hasta la extrema derecha de Marine Le Pen, el jacobinismo bonapartista, el centralismo político, económico, social y cultural es un componente indisociable de la República y el ejemplo del vecino del sur no debe traspasar los Pirineos.

El presidente, Emmanuel Macron, lo ha dejado claro en varias ocasiones, tanto en París como en sus desplazamientos a Bruselas. En la cumbre hispano-francesa de junio, afirmó: "Voy a ser claro y directo. Se trata de un asunto interno de España. Solo tengo un socio y amigo, que es España, España entera". El 2 de octubre, tras el referéndum ilegal, fue más contundente y declaró "su compromiso con la unidad constitucional de España". El jefe del Estado francés no hizo ningún comentario sobre la actuación policial para intentar impedir la consulta.

Foto: (REUTERS)

No se podía esperar otra cosa de Macron, el político europeo que propugna una mayor integración comunitaria, el azote de los nacionalismos dentro del 'club de los 27'. El lunes, tras la manifestación antiindependentista en Barcelona y la estampida de bancos y empresas de Cataluña, la ministra de Asuntos Europeos del gabinete Macron, Nathalie Loiseau, enviaba otro mensaje oficial desde París: "Francia no reconocerá una declaración de independencia de Cataluña". Después de criticar y descalificar el 1-O, Loiseau subrayó que no tienen ninguna razón para diferir de lo que está escrito en la Constitución española. "Somos aliados de España y España es una gran democracia".

Fuera de la postura oficial del Gobierno de París, algunos políticos franceses se han batido enérgicamente contra el secesionismo. No podía ser otro que el barcelonés Manuel Valls, culé y catalanoparlante. Para el ahora diputado de base, "proclamar la independencia de Cataluña sería una locura". En declaraciones en directo simultáneo a la emisora de radio RMC y a la cadena de televisión BFMTV, el ex primer ministro socialista advirtió de que "después de Cataluña, vendría el País Vasco, después, el País Vasco francés, luego, Italia del norte, y más tarde, la guerra en Europa".

En las radios y en las televisiones francesas se han oído los disparates más alucinantes como resultado de la improvisación y de la falta de contexto

Si la unanimidad se ha impuesto en la clase política, otra cosa habría que decir de la prensa francesa. A los periodistas se nos exige la crítica a los poderes establecidos. Una crítica basada en hechos, por supuesto. Un proceso político como el desafío separatista en Cataluña no se aprende en dos días. Corresponsales en España aparte, porque ellos conocen bien el asunto, en las radios y en las televisiones francesas se han oído los disparates más alucinantes como consecuencia de la improvisación y de la falta de contexto.

Algunos enviados especiales que en muchos casos no conocían de Cataluña más que las playas de la Costa Brava, los bares de tapas de Barcelona o el caso Neymar desembarcaron en plena efervescencia nacionalista. En esos primeros días, la audiencia francesa solo oyó hablar de "simpáticos y gentiles catalanes, viejos y jóvenes, que ocupaban las calles 'pidiendo democracia". Pocas imágenes de los vehículos de la Guardia Civil destrozados, comentarios equivocados en las escenas de policías víctimas de escupitajos e insultos…Ninguna explicación sobre la autonomía catalana.

placeholder Esteladas reflejadas en un charco en Barcelona, el 4 de octubre de 2017. (Reuters)
Esteladas reflejadas en un charco en Barcelona, el 4 de octubre de 2017. (Reuters)

El 'agit-prop' separatista, medalla de oro en su especialidad, le daba una paliza, en Francia también, a una comunicación del Estado inexistente. La actuación policial para evitar el voto en algunos locales sirvió para que los redactores-jefe en París sintieran aliviados que se amortizaba la estancia de sus enviados especiales. La leyenda de la España negra, la España de Franco, la guardia civil como símbolo —para ignorantes— de la represión en la historia del 'país ibérico', los clichés habituales, animaban la pluma de algunos editorialistas y 'politólogos', aburridos de comentar la política nacional.

Hay que reconocer que el embajador español en París, Fernando Carderera, ha recorrido las redacciones francesas explicando con claridad y pedagogía la legalidad constitucional y la ilegalidad de las medidas adoptadas por el Parlamento catalán, el presidente Puigdemont y sus aliados. Su eficacia dejaba mudos a los entrevistadores, siempre al ataque y sensibles a los cánticos en la calle. Carderera merece el Pulitzer de la diplomacia.

Algunos expertos parecen no haber salido del 'A cabalgar', cantado por Paco Ibáñez, y del recuerdo de los veteranos de la República

Antes de la espectacular manifestación de los independentistas, ya habían entrado en acción los historiadores 'especializados en España'. Una pena. No porque se pusieran de un lado u otro, sino por la sarta de estereotipos que la mayoría exponía. No nos libramos de una historia sesgada, ignorante del papel de Cataluña y los catalanes en la defensa de España durante siglos. Algunos expertos parecen no haber salido del 'A cabalgar', cantado por Paco Ibáñez, y del recuerdo de los veteranos de la República, huidos del franquismo, ignorados y humillados en Francia, pero sacados del baúl cuando se trata de atizar a un Gobierno español, especialmente si es de derechas. Al final, entre los historiadores se impuso el mejor, Benoît Pellistrandi, miembro de la Real Academia (española) de la Historia, que ha acaparado las radios y televisiones francesas superando en apariciones al propio Macron.

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La manifestación del 8-O dio un vuelco espectacular en la percepción de la prensa y audiencia francesas. Aunque algunos confunden el nombre de Vargas Llosa con el de la escritora de novela negra Fred Vargas, el mensaje de los antiindependentistas ha calado, aderezado con los expertos en economía que resaltan la 'deslocalización' de bancos y empresas catalanas.

En Francia, todos los intentos después de la Revolución para dotar de una cierta autonomía a las regiones han sido aplastados u olvidados en nombre de la igualdad, de la defensa de un ciudadanía republicana, de una lengua que una y sirva para ofrecer la misma oportunidad a todos los ciudadanos. Es parte de su historia, inaudita e injusta quizá para los españoles, pero pocos son hoy día los que la discuten. Es más, uno de los libros más leídos y comentados en la actualidad es 'Le nouvel égoïsme territorial', del economista experto en desarrollo de territorios Laurent Davezies, muy crítico con los ánimos nacionalistas de las regiones ricas de Europa.

Muchos franceses —incluidos periodistas e intelectuales— desconocen el grado de autonomía política del que disfruta Cataluña. Lo están aprendiendo estos días, y eso les puede vacunar contra la poderosa maquinaria de comunicación, o de propaganda, del independentismo. La lección que el Estado está aprendiendo por su parte ya era conocida desde hace tiempo por emigrantes y expatriados españoles: la realidad española es poco y mal conocida en el exterior, incluida su vecina más próxima, Francia.

Hamlet no puede leerse en bretón. Al no ser reconocida como lengua oficial en Francia, la lengua bretona no recibe subvención de la Unión Europea. Francia, además, no ha firmado la carta europea de lenguas regionales o minoritarias. En este país, como decía a la prensa española un responsable local del Rosellón, "hay que pedir permiso a París hasta para poner un semáforo en Perpiñán". Es en este contexto, asumido por la mayoría de los ciudadanos de la República, que el llamado desafío catalán ha irrumpido en la sociedad francesa acaparando las primeras páginas de la prensa en todos sus formatos.

Emmanuel Macron