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José María Vera

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Irak (y España) hoy

España en Irak solo se preocupa de la seguridad, cuando las necesidades en prevención de conflictos y construcción de la paz son mayúsculas

Foto: Pasajeros llegan a Bagdad (Irak). (EFE)
Pasajeros llegan a Bagdad (Irak). (EFE)

Hay esperanza en Irak, siempre que se invierta en su reconstrucción, física y de la convivencia post conflicto.

En mi reciente visita al país para conocer el programa de Oxfam y recorrer varias de nuestras bases de operación, pude comprobar la destrucción y la fuerte militarización que aún existe en ciudades y carreteras. Y es que el conflicto acabó hace apenas un año, cuando se recuperó todo el territorio con la derrota del ejército del ISIS. De hecho, aún quedan células durmientes en varias zonas.

Irak sufre una eterna inestabilidad que se extremó a raíz de la invasión en 2003 por parte de Estados Unidos con el apoyo de otros países, España entre ellos. Su compleja política se debate hoy entre intereses domésticos —grupos religiosos, tribus y partidos— y exteriores, con Estados Unidos, Turquía e Irán a la cabeza. Abdul Mahdi, el nuevo primer ministro de un gobierno débil, se enfrenta a un rompecabezas de difícil encaje para contentar a todos.

Irak sufre una eterna inestabilidad que se extremó a raíz de la invasión en 2003 por parte de Estados Unidos con el apoyo de otros países

La probabilidad de éxito en la estabilización de Irak sería mayor si los recursos del petróleo, a mejor precio hoy que a inicios de 2018, se usaran de forma eficiente en la reconstrucción y el servicio a su población. No es el caso, dada la maraña de intereses grupales y la corrupción sistémica en un país donde la mayoría de los trabajadores están empleados por el Estado.

El riesgo crece debido a la desigualdad en el reparto de poder político y de los recursos económicos. No son solamente las minorías yazidí y cristiana las marginadas. O el Kurdistán Iraquí, más atornillado ahora desde Bagdad en su autonomía económica. También la primera minoría, la suní con un 30 % de la población, es tratada como población de segunda. Más si cabe tras el conflicto con el ISIS, que conquistó y se asentó en las zonas suníes respondiendo también a los agravios sentidos por esta población en la década pasada.

placeholder El primer ministro de Irak, Adel Abdul Mahdi. (Reuters)
El primer ministro de Irak, Adel Abdul Mahdi. (Reuters)

Aún quedan 1,9 millones de personas desplazadas en Irak, de los 5 que llegó a haber y que huyeron de la violencia. Es imprescindible facilitar su retorno o su integración completa en las comunidades que les acogieron, a través de infraestructuras, viviendas y servicios sociales para toda la población. No solo para la mayoritaria chií. Se debe hacer así por justicia, pero también para evitar la postración de la población suní, semilla de nuevos conflictos.

El papel de España es discreto y centrado en la seguridad. Se mantiene un contingente de 600 militares, incluyendo una unidad de helicópteros, dedicada a la formación del ejército iraquí y cuyo coste anual ronda los 100 millones de euros. Mientras tanto la ayuda española a Irak es cero, o unos cientos de miles de euros ocasionales. La activa embajada suple las carencias con actividades culturales y tratando de atraer al sector privado, pero la tozuda realidad es esta.

España vendió armas a Irak por 85 millones de euros en 2015, en pleno conflicto. Para este mercado sí hubo diligencia

No voy a cuestionar la necesidad de formar adecuadamente al ejército iraquí, solo espero que esta formación incluya el escrupuloso respeto a los derechos humanos y la protección de toda la población civil, especialmente de las mujeres y en cualquier situación. Sí creo que hay un desequilibrio que raya en la irresponsabilidad. España en Irak solo se preocupa de la seguridad, cuando las necesidades en prevención de conflictos y construcción de la paz son mayúsculas. No hablo solo de infraestructuras físicas indispensables como el agua potable. Me refiero también a la defensa de los derechos de las mujeres, programas de protección, de recuperación de mercados, de fortalecimiento de las frágiles organizaciones sociales iraquíes. Esas son las prioridades del programa de Oxfam en Irak, y en ellas o en cualquier otra de las 'soft', nos gustaría encontrar a España. Lástima que solo haya presupuesto para el lado "hard".

Por cierto, España vendió armas a Irak por 85 millones de euros en 2015, en pleno conflicto. Para este mercado sí hubo diligencia.

*José María Vera, director general de Oxfam Intermón.

Hay esperanza en Irak, siempre que se invierta en su reconstrucción, física y de la convivencia post conflicto.

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